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Brasil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La desdolarización, desde Sudamérica

El camino sigue siendo incierto. La crispación internacional que vivimos puede confundir: lo que, por ahora, parece interesar más a los BRICS es un índice y no tanto una divisa

Foto de familia de los líderes de los BRICS
Foto de familia de los líderes de los BRICS.GIANLUIGI GUERCIA (AFP)

Uno de los temas estrella de la reciente cumbre de los BRICS ha sido la desdolarización.

En Sudáfrica, el debate asociado a la disminución de intercambios y depósitos en dólares, especialmente en los países del Sur Global, ha pasado a un segundo plano debido a la espectacularidad de la que podría ser una de sus consecuencias concretas: la creación de una “moneda” común de los BRICS.

El Presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha recibido críticas por reivindicar dicha idea. Falta, sin embargo, contexto: aunque la desdolarización y la eventual creación de una moneda común de los BRICS pueden ser dos temas relacionados, para comprenderlos, es preferible disociarlos.

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Comencemos por la desdolarización: las reservas en divisa estadounidense se han reducido a escala global en un 22% desde 2008, el año anterior a la primera reunión de los BRICS. Dicha disminución ha sucedido, por cierto, sobre todo en países del Sur Global. América Latina no ha sido ajena a dicho fenómeno. Lo interesante es que, los BRICS, no han provocado gran cosa: el incremento del comercio global y muy especialmente, la consolidación de nuevas cadenas de valor, orientadas hacia Asia, han tenido mucho más que ver.

Cuando se habla de estas dinámicas suele mencionarse mucho a China, pero lo cierto es que el incremento del comercio de los países latinoamericanos con otros países asiáticos también ha sido significativo. Bolivia, por ejemplo, ha pasado de exportar cerca del 15% de su producción hacia Asia en 2008, al 35% en 2021. India absorbe actualmente la misma cantidad de exportaciones bolivianas que el total de las que se dirigían hacia toda Asia hace 15 años. En casi todos los países latinoamericanos pueden describirse tendencias parecidas.

En paralelo, el comercio intrarregional parece haberse consolidado mientras que, las relaciones comerciales con la Unión Europea, se han reducido significativamente. Estados Unidos, por último, no solo ha dejado de ser el principal socio comercial, por ejemplo, de Brasil (China ocupa ese lugar desde 2009) sino que, las exportaciones hacia dicho país, también han disminuido.

Cambios estructurales de esa magnitud, como es lógico, están teniendo consecuencias: en un mundo en el que los principales socios comerciales de los países latinoamericanos eran, salvo excepciones, Europa y Estados Unidos, comerciar con dólares resultaba práctico. Pero hoy en día se está volviendo caro y por consiguiente, desfavorable para la competitividad de los productos de exportación latinoamericanos. En los últimos dos años, una potencia agraria global como Brasil ha logrado cosechas récord y sin embargo, sus ganancias, no han sido espectaculares. Contextualizado así quizás se comprenda mejor el acuerdo bilateral al que en marzo pasado llegaron, evitando al dólar, Brasilia y Pekín.

El caso de Argentina no es exactamente igual aunque la conclusión termina siendo parecida: para uno de los países más endeudados del mundo (y las deudas se pagan en dólares) las recientes subidas de tipos en Estados Unidos son una fuente de ahogo.

Hablemos ahora de los BRICS: referirse a su posible moneda común no supone inventar nada. Lo que sin embargo sí debe ser explicado es que cuando el bloque comenzó a reunirse en 2009, su reivindicación genérica era ampliar los términos de inclusión financiera de los países del Sur Global. Se trataba de repensar la gobernabilidad del sistema, la financiación del desarrollo y la amortización de la deuda externa. Desde entonces, no solo no se ha avanzado mucho en esos terrenos sino que hemos pasado por una pandemia global y el incremento de los flujos comerciales Sur/Sur ha traído aparejadas nuevas demandas.

El camino, con todo, sigue siendo incierto. La crispación internacional que vivimos puede confundir: lo que, por ahora, parece interesar más a los BRICS es un índice y no tanto una divisa. O sea: más un ECU que un Euro y por tanto, más de sistemas de pago que abaraten el comercio y valoricen sus commodities, que improvisadas cesiones de su soberanía financiera.

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