Alfonso Guerra, ni por los pelos
Pudo ser un gran político, de hecho lo fue, pero su ridiculización de Yolanda Díaz le deja eliminado del partido y con sanción
Hay razones serias para oponerse a la amnistía. El propio Gobierno de Sánchez las esgrimió al conceder los indultos a nueve protagonistas del procés cuando argumentó que este reconoce la existencia del delito mientras que la amnistía, que entonces consideró inconstitucional, la niega. Escuchar estos días al presidente asegurar desde Nueva York que el procés nunca debió derivar en procedimiento penal regala buenos argumentos a quien los quiera utilizar en su contra. Están en bandeja.
Alfonso Guerra podía haberse agarrado a ello y seducirnos con argumentos racionales, pero ha preferido darnos una ración de tics machistas como quien te sirve fingers de pescado cuando has pedido merluza. No solo nos dará una mala tarde de ardor, sino que no volveremos a su restaurante. Y hasta le inundaremos de malas calificaciones en la web.
Su fallo es doble: Guerra no solo no se ha enterado de que el mundo ha cambiado, sino de que, para buena parte de la sociedad, su latiguillo sexista al aludir al aspecto de una mujer le deslegitima como interlocutor. Su mundo, como el de Stefan Zweig, es el de ayer. Y no lo sabe.
Ignoro si Rubiales era un buen presidente de la federación desde el punto de vista futbolístico, pero su trato a las mujeres le ha inhabilitado también para serlo, y ese es precisamente el gran salto cualitativo que ha supuesto su caso. Alfonso Guerra pudo ser un gran político, de hecho lo fue, pero su ridiculización de Yolanda Díaz le deja eliminado del partido y con sanción. Anula el valor de su argumentación igual que el beso de Rubiales a Hermoso anuló su andadura en la federación. Recordemos además que no están solos. También Feijóo se refirió en campaña al maquillaje de la vicepresidenta, como antes había hecho FAES, la fundación de Aznar, cuando la llamó “maniquí hecho con retazos de Dior”.
La causa de la amnistía es suficientemente seria como para que nos esforcemos en buscar argumentos. Desde el principio, la contundencia con la que avanzaba la justicia española ha ido chocando con la resistencia de tribunales europeos a conceder la captura y la entrega de Puigdemont y los demás huidos. El territorio no es nítido. Este viernes, el propio Tribunal Europeo de Derechos Humanos, máxima autoridad en esta materia en el continente, emplazó a España a demostrar que se respetaron los derechos de los ya condenados. Esto es importante. Por ello, apartar la hojarasca y las soflamas viscerales que han caído sobre el debate debe ser tarea urgente para que nos aproximemos a él con la legislación en la mano.
A ello debemos aplicarnos sin que la senilidad, el sexismo o el devenir de los pelos del contrario nos den argumentos. Y eso puede hacerse hasta en la peluquería.
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