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COLUMNA
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Planchabragas

La firmeza de las campeonas del mundo de fútbol por desterrar el machismo de su trabajo ha sido la gotita de estrógeno que ha colmado el sagrado cáliz de la testosterona de algunos señores muy principales. La cosa es más grave y más profunda

Mundial Futbol Femenino
Las jugadoras de la selección celebraban la victoria en el Mundial el 21 de agosto en el avión de regreso a Madrid, en una imagen difundida por la federación.
Luz Sánchez-Mellado

Andan ciertos caballeros españoles encabronadísimos con las libertades que se están tomando las señoras de un tiempo a esta parte. Y digo señoras porque señoras somos todas desde la cuna, y no princesas ni reinas ni caris ni churris, salvo para quien queramos que así nos llame. La firmeza de las campeonas del mundo de fútbol en su lucha por desterrar el machismo de su trabajo es la gotita de estrógeno que ha colmado el sagrado cáliz de la testosterona de estos señores, algunos muy principales. De qué van estas tías, qué se han creído, no se conforman con nada, berrean desde sus púlpitos, disfrazando su sexismo de tecnicismos. Ilusos. La cosa es más grave y más profunda. Las jóvenes futbolistas, las jóvenes a secas, han dicho basta, el mundo ya no funciona como estaban acostumbrados y así andan. Desorientados. Sonados perdidos. Buscándose, jaleándose y chocando torsos entre ellos denunciando semejante atropello. Son los que te dicen que no te dan dos besos al saludarte por si les denuncias. Los que pregonan que no se agachan si se te cae algo por si les llamas machirulo. Los que lloran con que van a tener que firmar un contrato para ligar sin que los lleven presos. Los que, si no tragas y tienes menos de 40 años, te llaman niñata. Y si tienes más, charo. Histéricas todas. Exageradas. Malfolladas, o no folladas en absoluto, pecado capital en el catecismo de su falócrata secta. Nada nuevo desde Atapuerca.

Lo inédito es que esos homínidos ya no tienen tanto público y ya no hacen tanta gracia. Algunos señores, tan principales, machotes y heterosexuales como ellos, incluso osan afearles la conducta en privado y en público. “Planchabragas”, les contestan ellos, en un alarde de sofisticación e ingenio. Mentiría si dijera que todo esto es un drama todo el tiempo. Estoy disfrutando cual gorrina en charca asistiendo a los estertores de los últimos de esa especie. Están muertos, pero, como los cornudos en las parejas, serán los últimos en enterarse. Por cierto, las bragas no se planchan, que encogen, como su influencia. De nada.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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