_
_
_
_
EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La desaparición de un monstruo

Prigozhin encarnó como nadie las turbias maneras que Putin cultiva en Rusia, pero nada cambiará en la guerra en Ucrania

Prigozhin
Un retrato de Prigozhin recuerda este sábado cerca del Kremlin al fallecido jefe del Grupo Wagner.Alexander Zemlianichenko (AP)
El País

La trayectoria de Yevgueni Prigozhin no podía ser más ejemplar respecto a la brutalidad del poder mafioso que tiene en sus manos Vladímir Putin como presidente de la Federación Rusa y con ella del mayor imperio territorial que haya existido en el mundo contemporáneo. Su biografía es la de un delincuente, primero menor y vulgar y después a gran escala y con los más sangrientos títulos, que lo acreditaban, como jefe de las tropas mercenarias de Wagner, para comparecer ante un tribunal internacional por crímenes contra la humanidad. Son inmensos los servicios rendidos a su señor antes de traicionarlo en junio con un motín que dejó la autoridad del Kremlin a los pies de los caballos. Su revuelta añadió un buen puñado de víctimas entre los militares a las órdenes del Gobierno y fue celebrada como una victoria en Ucrania. El miércoles, Prigozhin viajaba, supuestamente, en un avión privado que se estrelló al norte de Moscú en la región de Tver. Moscú confirmó que figura entre los fallecidos.

Su desaparición, rodeada de misterios e interrogantes que quizás no se resolverán en mucho tiempo, supone un alivio para todos. Lo es para Putin, que afirma su autoridad de forma ejemplar ante quienes pretendan repetir una rebelión como la que protagonizó el desaparecido, con adicional alarde y exhibición comunicativa en las redes sociales: Putin recuerda así cómo las gasta por si acaso alguien se ha olvidado. Lo es también para el Gobierno de Ucrania, que ve caer a uno de sus más enconados enemigos, a pesar de la afirmación del despotismo putinista. A todos, también a los aliados de Kiev, señala la dificultad de resolución de la guerra por la descomposición del poder dictatorial del Kremlin o por una disposición hacia la negociación del final de las hostilidades y la necesidad de persistir en el camino de vencer en los campos de batalla.

Pocos personajes contemporáneos encarnan la idea del mal con tanta plasticidad como Prigozhin. Multimillonario gracias a sus negocios con el poder, todos ellos corruptos por definición, nada le falta al mayordomo para todo que Putin reclutó primero como cocinero, luego como intoxicador industrial en las redes sociales y finalmente como condotiero para sus intervenciones exteriores, todas ellas por supuesto ilegales y acompañadas de vulneraciones sistemáticas de los derechos humanos. Convirtió el reclutamiento en las cárceles, en el que se han incluido grandes delincuentes condenados por gravísimos delitos de sangre, en un sistema doble con el que suministraba carne de cañón y, a la vez, aligeraba la carga del sistema carcelario. Para garantizar la disciplina, aplicó el método más acreditado en los ejércitos rusos y soviéticos de ejecutar in situ a quienes retrocedieran bajo la orden de atacar o incluso a quienes vacilaran. Tropas mercenarias de tales características son las mejor preparadas para acciones criminales en masa, saqueo, violaciones, torturas y ejecuciones colectivas como las que viene sufriendo Ucrania desde febrero de 2022.

Queda siempre el margen para la duda, sobre todo ante las informaciones que puedan proporcionar unas autoridades sin fiabilidad que desconocen las ideas de transparencia y de rendimiento de cuentas. La investigación sobre los restos del avión no tendrá ninguna credibilidad, como tampoco las autopsias de los fallecidos. Lo único seguro es que Prigozhin y dos de sus lugartenientes han desaparecido del mapa. Políticamente ya no cuentan y es probable que tampoco estén vivos, aunque en el mundo sombrío del gangsterismo político en el que se han movido los muertos pueden llegar a gozar de buena salud. En todo caso, está en cuestión el futuro de la compañía Wagner, desplegada todavía en África —y con especial peso en Níger—, aunque no hay duda de que el Kremlin se ocupará de ello y, en consecuencia, será precisa la máxima vigilancia y atención de los países africanos y de sus vecinos europeos.

Desaparecido Prigozhin, lo que está por ver es hasta qué punto la situación de Putin y del propio desarrollo de la guerra pueden alterarse sin la presencia de un personaje que encarnaba el rostro más perverso del régimen ruso. No parece que las cosas vayan a cambiar mucho. Por lo que toca a los campos de batalla, y cumplido ya un año y medio de guerra, la ofensiva de las Fuerzas Armadas de Ucrania iniciada en junio no parece que pueda a conseguir ningún objetivo significativo que fortalezca a Kiev para forzar algún tipo de salida en una hipotética mesa de negociación. Las cifras de muertos que adelantó el Pentágono hace unos días, pese a que ningún bando comunica sus bajas, dan la medida de la carnicería: 120.000 fallecidos y unos 180.000 heridos, entre los rusos, y 70.000 y 120.000, entre los ucranios. La falta de resultados está generando una ansiedad cada vez mayor en una sociedad cansada y rota por la invasión rusa. Y crece el nerviosismo entre los aliados de Kiev, sobre todo en Estados Unidos, que no ve avances significativos cuando cada vez queda menos tiempo para las elecciones de noviembre de 2024, con un Donald Trump crecido a pesar de sus reveses judiciales, o precisamente por ellos.

El gesto de Putin de dar las condolencias a la familia de Prigozhin por su muerte, que seguramente se orquestó en alguna de las múltiples salas oscuras del Kremlin, refuerza la imagen de un autócrata que no va a ceder y que va a llevar las cosas al límite. No desistirá en su afán de mantenerse en el poder, por mucho que haya algo de desesperado en la brutal señal que ha dado a los suyos al quitarse de en medio a Prigozhin, y el objetivo de sacar réditos a la guerra al precio que sea confirma que no modificará ni un ápice su obstinado empeño en no retroceder ni un solo metro. Volodímir Zelenski mantiene con firmeza, por otro lado, que no hará concesiones. Termina el verano, la guerra sigue enquistada y, ante un otoño complicado, Occidente no puede bajar la guardia en su apoyo a Ucrania.


Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_