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Gestionar protestas en el siglo XXI

En la Europa actual algunos gobiernos siguen teniendo dificultades para gestionar la libertad de expresión

Protestas Trafalgar Square Londres
Manifestantes contrarios a la monarquía protestan en Trafalgar Square, cerca de la abadía de Westminster, durante la coronación de Carlos III, el 6 de mayo.SUSANNAH IRELAND (AFP)
Ana Fuentes

En la última semana, varias manifestaciones han traído cola en Francia y el Reino Unido. Aunque las protestas no tenían nada que ver, ha quedado claro que en la Europa del siglo XXI algunos gobiernos siguen teniendo dificultades para gestionar la libertad de expresión. En el Reino Unido, unos 70 activistas republicanos fueron detenidos durante las celebraciones de la coronación de Carlos III. En las imágenes se ve cómo la mayoría de ellos no habían hecho nada: la actuación policial fue desproporcionada. Tanto, que esa misma noche tres agentes terminaron presentándose en casa del organizador de la protesta para disculparse. Lo curioso es que el primer ministro Rishi Sunak ha seguido defendiendo a Scotland Yard, aunque la policía se ha retractado. Sunak se ha parapetado detrás de la nueva Ley de Orden Público que su gobierno conservador aprobó apenas tres días antes de la ceremonia real y que da más poder a la policía para determinar si hay riesgo de disrupción del orden público.

En Francia la polémica ha venido porque el Gobierno autorizó una manifestación de neonazis en París el 9 de mayo. A pesar de que llevaban pancartas con símbolos ultraderechistas como la cruz celta, las autoridades insistieron en que no podían prohibirles desfilar mientras no fueran violentos. Eso encendió a mucha gente, que acusó al Gobierno de Emmanuel Macron de doble rasero y de no tener ese cuidado con quienes se han manifestado en contra de la reforma de las pensiones. En los últimos meses, se han abierto una veintena de investigaciones contra la policía por el uso de gases lacrimógenos, detenciones arbitrarias y brutalidad. De hecho, el Consejo de Europa ha mostrado su preocupación por el uso excesivo de la fuerza por parte de la policía y los antidisturbios franceses.

El Elíseo ha querido zanjar el asunto dándole poder a los prefectos de Policía para que prohíban todas las manifestaciones de la ultraderecha. El Ministerio del Interior ha terminado contradiciendo a la propia primera ministra, Elisabeth Borne, que había dicho que la protesta neonazi le pareció chocante, pero que la democracia se basa en el derecho a manifestarse. Con este giro, Francia, como el Reino Unido, toma un camino peligroso: darle a la policía más discrecionalidad para decidir qué protesta es legítima.

El debate tiene muchas capas. No es lo mismo una expresión de rechazo a la monarquía que una protesta contra el Gobierno o una exhibición de símbolos anticonstitucionales. Más allá de la discusión filosófica de si se debe ser tolerante con los intolerantes, en las democracias la línea roja está en la incitación al delito. Si Europa no quiere parecerse a los regímenes autoritarios que, con razón, critica, la restricción de cualquier libertad en los Estados de derecho debe ser excepcional y motivada.

@anafuentesf

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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