El Gobierno de Sunak sufre duras críticas por sofocar las protestas republicanas contra la coronación de Carlos III
La convocatoria de la organización Republic bajo el lema ‘No es mi rey’ fue reducida al mínimo mediante nuevas leyes de orden público, arrestos preventivos y vallas para aislar a los manifestantes
El principal enemigo del republicanismo del Reino Unido ha sido siempre la indiferencia de la mayoría de los ciudadanos, y la Policía Metropolitana de Londres contaba con ello para suprimir sin contemplaciones el menor atisbo de desorden público que pudiera alterar los festejos de la coronación de Carlos III. La resaca de la celebración, sin embargo, ha sacado a la luz actuaciones cuestionables de las fuerzas de seguridad británica en su celo por garantizar la buena imagen de un acontecimiento histórico, incluida la detención previa al evento de varios activistas. “Nuestro deber es intervenir cuando las protestas pasan a ser actos delictivos y pueden causar graves alteraciones”, ha explicado Karen Findlay, la oficial al frente de los operativos de seguridad para grandes eventos y responsable la Operación Orbe Dorado, la organización del majestuoso evento del sábado. “Nuestra actuación depende del contexto. Y la coronación es un evento que ocurre solo una vez en cada generación, un argumento clave a la hora de hacer una valoración del operativo”, ha señalado Findlay.
El argumento de que las celebraciones fueran un hecho excepcional, algo que no había ocurrido en 70 años —desde la entronización de Isabel II en 1953— ha pretendido justificar una serie de movimientos y actuaciones que provocan preocupación a las organizaciones de defensa de los derechos humanos. “Las noticias de las detenciones son alarmantes. Es algo que uno esperaría en Moscú, no en Londres”, ha denunciado la directora de UK Human Rights Watch, Yasmine Ahmed. “La coronación no debería ser una nueva excusa para socavar los derechos básicos de los ciudadanos, y esperamos conocer más detalles sobre las noticias tan preocupantes de estos arrestos”, alertaba Sacha Deshmukh, el director ejecutivo de Amnistía Internacional.
Tres días antes de la coronación de Carlos III, en una estrategia que el Gobierno de Rishi Sunak califica de casualidad, pero que resultó sospechosa para muchos activistas, quedaron concluidos los trámites de la nueva legislación para controlar las protestas callejeras. En los últimos cuatro años, las actuaciones de organizaciones como Extinction Rebellion o Just Stop Oil, centradas en paralizar el tráfico o transporte público de las principales ciudades británicas con sentadas de sus activistas en las principales vías de paso, muchas veces encadenados, han causado fuertes daños económicos al erario público, según el Ministerio del Interior británico. Más de 50 millones de euros, asegura el Gobierno, junto a 750 detenciones y la movilización de decenas de miles de policías. La nueva ley de orden público permitía mayor discrecionalidad a la policía para interceptar a individuos o grupos sospechosos de provocar desórdenes o de portar objetos peligrosos, y endurecía las sanciones para los que intentaran atarse o encadenarse a mobiliario urbano para alterar el día a día de la ciudad.
A pesar de las buenas palabras del secretario de Estado de Seguridad, Tom Tugendhat, que en los días previos a la ceremonia de coronación prometió que las manifestaciones se respetarían, su departamento se encargó de enviar a las organizaciones más “rebeldes” una carta en la que les advertía de la nueva legislación aprobada. El texto fue denunciado como “intimidatorio” por muchos de los activistas, incluido Graham Smith, el líder de Republic. Su movimiento llevaba meses preparando una gran protesta para el día de la Coronación, bajo el lema not my king (no es mi rey). Conscientes de que el sentimiento republicano sigue siendo minoritario en el Reino Unido, habían sido aun así capaces de recabar decenas de miles de firmas de apoyo en su página web, miles de libras en donaciones, y el compromiso de que al menos dos mil personas acudirían a la concentración de Trafalgar Square, al paso de la comitiva real.
Detenciones “preventivas”
El tono de la carta enviada por el departamento de Estado de Seguridad y el revuelo que logró crear provocaron desánimo entre muchos activistas y entre ciudadanos que estaban pensando si acudir a la protesta. El golpe definitivo, sin embargo, se produjo a las siete de la mañana (ocho de la mañana en la España peninsular) del sábado, cuando un grupo de agentes apareció en St. Martin´s Lane, adyacente a Trafalgar Square, y sin mediar explicaciones procedieron a arrestar a Smith y a cinco de sus colaboradores. Los activistas se disponían en ese momento a sacar de una furgoneta los carteles preparados para la protesta, así como a repartir bebidas calientes entre los que comenzaban a llegar. La Policía Metropolitana retuvo a los arrestados hasta las once de la mañana (mediodía en horario peninsular español), poco antes de que partiera del palacio de Buckingham la procesión del rey, el acto con que el que comenzaba la ceremonia de la coronación. Smith escribía en Twitter: “Salgo ahora de la comisaría de policía, y todavía estoy esperando a mis colegas. No os equivoquéis. Ya no existe un derecho a la protesta pacífica en el Reino Unido. Me han dicho muchas veces que el monarca estaba ahí para defender nuestras libertades. Ahora las atacan en su nombre”.
Una monarquía menos popular
Aunque el apoyo a la monarquía sigue siendo mayoritario entre los ciudadanos británicos, ha sufrido una erosión en los últimos años. Al menos un 25% de ellos, según la encuesta más reciente de YouGov, preferiría elegir su jefe de Estado en las urnas. Y entre los jóvenes de 18 a 24 años, apenas un 36% defiende que las cosas sigan como están. “Cuando yo era joven, veía el republicanismo como algo imposible. Ahora vislumbro una posibilidad de evolución de ese sentimiento en una o dos generaciones, a medida que se reduzca la financiación pública de la familia real o pase a ocupar un lugar más reducido en la conciencia nacional”, asegura a EL PAÍS Alexander Larman, autor del libro The Crown in Crisis (La corona en crisis), sobre la abdicación de Eduardo VIII y el modo en que hizo temblar la institución.
La crisis actual del coste de la vida, y el paso de una reina, Isabel II, venerada por todas las generaciones a un rey, Carlos III, contra el que algunos mayores albergan aún resentimiento —por su desastroso divorcio de Lady Di— y los jóvenes contemplan con indiferencia, era el caldo de cultivo perfecto para que organizaciones como Republic comenzaran a crecer. El Gobierno de Sunak demostró el sábado que no les iba a dar muchas oportunidades para hacerlo. “Algunos pueden argumentar que la coronación no es el lugar idóneo para lanzar un mensaje político. No estoy de acuerdo. La coronación misma es un mensaje político. Es una declaración chillona y pomposa de que el Reino Unido sigue siendo una monarquía y de que Carlos, por derecho divino, es nuestro rey. Es la ocasión perfecta para expresar un sentimiento republicano, una expresión pacífica de una visión alternativa”, ha escrito Brendan O’Neill en The Spectator, la revista que los conservadores más recalcitrantes llevan siempre debajo del brazo.
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