La eternidad de Gertz en la vida pública: el fiscal que se convierte en embajador a los 86 años
El fiscal general renuncia dos años antes de que concluya su mandato y deja pista libre a Sheinbaum para redondear su Gabinete de Seguridad

Alejandro Gertz Manero, uno de los viejos lobos de la política mexicana, ha dejado su cargo de fiscal general, pero no renuncia, a los 86 años, a la vida pública. El funcionario será embajador “en un país amigo”, como ha recalcado en su carta de renuncia. Su salida se había rumoreado muchas veces antes, igual que sus problemas de salud, sin embargo, ha sido este jueves de finales de noviembre cuando ha terminado dando un paso a un lado. Gertz ha esperado hasta las 5.15 de la tarde para presentar su dimisión, después de horas de caos en el Senado. Su renuncia deja vía libre a la presidenta Claudia Sheinbaum para redondear su Gabinete de Seguridad. Hasta ahora, Gertz era la única pieza que no había sido elegida por la mandataria morenista.
Gertz se convirtió en el primer fiscal de México, en enero de 2019, propuesto por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Antes, la Fiscalía era Procuraduría. Aunque parece un cambio cosmético, se trató de una profunda reforma constitucional que pretendía darle a la institución autonomía de acción respecto del poder ejecutivo. A partir de entonces, el titular de la Fiscalía duraría nueve años en el cargo y lo ejercería de manera transexenal, es decir, no podría ya ser removido a voluntad del nuevo presidente. Así, Gertz, que contaba 79 años cuando se volvió fiscal, debía permanecer en el cargo hasta la edad de 88. No ha llegado. Pero tuvo en sus manos un poder que podía convertirse en arma: la independencia institucional. Los críticos de Gertz sostienen que utilizó su enorme influencia para saldar venganzas personales y proteger supuestos negocios. Defensor del pueblo mexicano en el papel, fue, a ojos de muchos, un fiscal egoísta.

El nombramiento de Gertz como fiscal general en 2019 supuso el retorno de un superviviente político a la vida pública. Originario de Ciudad de México, descendiente de una familia adinerada y avezada en las bellas artes, inició su carrera en la función pública nada más concluir la carrera en Derecho en 1961, en el último tramo del Gobierno de Adolfo López Mateos, del Partido Revolucionario Institucional (PRI). En los albores de su juventud combinó el trabajo de burócrata con el de empresario, docente, investigador y escritor (es autor de una decena de libros históricos y biográficos, según su currículum).
En poco más de una década pasó de ejercer cargos menores en el Gobierno —auxiliar, secretario particular, asesor jurídico— a convertirse, en 1975, en la Administración de Luis Echeverría, en el primer zar antidrogas de México. Su despacho se llamó, oficialmente, Coordinación Nacional de la Campaña contra el Narcotráfico. Extraoficialmente, esa “campaña” se conoció como Operación Cóndor y marcó el nacimiento del enfoque punitivista de lucha contra las drogas que ha detonado la crisis de violencia, desapariciones y desplazamiento forzado en el país.

En 1998, Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD), lo nombró secretario de Seguridad Pública de la Ciudad de México. Cárdenas se convertía en el primer político opositor al régimen en ganar mediante el voto la capital. ¿El de Gertz era el viraje a la izquierda de un burócrata empoderado a lo largo de décadas por el priismo o era el cambio de vestuario de un sujeto pragmático que actuaba en esa puesta en escena que es la política? Amante de lo histriónico, después de todo, Gertz era hijo de una escritora de ficción —Mercedes Manero— y había creado en 1975 la Asociación Nacional de Productores de Teatro.
Dos años duró Gertz como funcionario del Gobierno de Cárdenas. En el 2000 se convirtió en secretario de Seguridad Pública federal de Vicente Fox, un empresario carismático del conservador Partido Acción Nacional (PAN). Desde ahí, Gertz atestiguó cómo Joaquín El Chapo Guzmán, cabeza del Cártel de Sinaloa, se fugó por primera vez —porque lo haría una segunda— de una prisión supuestamente de máxima seguridad de Jalisco en 2001 escondido en un carrito de lavandería. Guzmán Loera no sería recapturado sino hasta 13 años después. A pesar de todo, Gertz aguantó en su cargo hasta 2004, cuando presentó su renuncia para jubilarse a sus 65 años.

Gertz no tenía preocupaciones económicas. Nieto de un empresario alemán, Cornelius Gertz, el abogado era dueño de una riqueza que le permitió adquirir en los años posteriores a su jubilación cuatro viviendas en España con valor de 113 millones de pesos (más de seis millones de dólares), de acuerdo con una investigación de este periódico. Además, compró un departamento en Nueva York y otro en Santa Mónica, California, por un valor de 3,5 millones de dólares, según publicó Univisión. Eso sin contar los 122 vehículos de lujo que adquirió por 110 millones de pesos, según una acusación de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) que dio a conocer El Universal. Gertz siempre negó irregularidades en su inmensa fortuna, cuyo tamaño no reveló a la Secretaría de la Función Pública, como tampoco sus posibles conflictos de interés.
En 2009, Gertz tuvo un regreso más bien testimonial al escenario político como diputado federal por Movimiento Ciudadano, un joven partido de izquierda. En los tres años que ocupó su curul presentó 14 iniciativas de reforma, ninguna de las cuales prosperó, y se ausentó en más de la mitad de las votaciones.

La llegada de López Obrador al Gobierno tras la elección de 2018 significó un nuevo retorno de Gertz a la política, esta vez con un poder que jamás tuvo en sus seis décadas previas como servidor público. El artífice de su acercamiento al obradorismo y de su posterior nombramiento como fiscal general fue el poderoso Julio Scherer Ibarra, quien fuera consejero jurídico de la Presidencia de la República. Aliados al principio del sexenio, la estruendosa ruptura de ambos en 2021 puso en duda la imparcialidad de la procuración de justicia y la persecución del delito con Gertz en la FGR.
El caso más escandaloso es el relacionado con su excuñada Laura Morán y la hija de esta, Alejandra Cuevas, a quienes Gertz denunció ante la Fiscalía de la Ciudad de México por la muerte de su hermano Federico. El funcionario acusaba a ambas de homicidio por, supuestamente, haber descuidado la salud de su pariente. La Fiscalía capitalina cerró el caso en 2016 por falta de pruebas. Sin embargo, fue reabierto en 2020, luego de que Gertz asumiera las riendas de la FGR. De inmediato, Alejandra Cuevas fue detenida y llevada a prisión, donde estuvo un año y medio, hasta que la Suprema Corte de Justicia ordenó su liberación.

Más allá de los asuntos en los que Gertz pudo tener un interés personal, es indiscutible que fue un escudero que entendía cuáles eran los anhelos del presidente López Obrador y, en el sentido de esos vientos, conducía la Fiscalía. Ejemplos hay varios. Cuando el Gobierno de Estados Unidos detuvo al general Salvador Cienfuegos, exsecretario de la Defensa, acusándolo de narcotráfico, el mandatario mexicano se incomodó por el daño que esos señalamientos podrían causar a la imagen de las Fuerzas Armadas. Cienfuegos fue entregado a México y, en poco tiempo, la FGR informó de que no emprendería acciones legales en su contra por falta de pruebas. No solo eso: Gertz amenazó con presentar denuncias internacionales contra los investigadores de EE UU que se atrevieron a señalar al general.
López Obrador dijo en varias ocasiones que consideraba preferible que los acusados de actos de corrupción devuelvan lo robado a que pasen su vida en la cárcel. El fiscal prestó oídos a la peculiar concepción de la justicia del presidente y sobre esa base procesó desde la FGR los millonarios fraudes a Pemex y los sobornos del caso Odebrecht que marcaron el sexenio de Enrique Peña Nieto, como con Alonso Ancira o Emilio Lozoya.
Durante la gestión de Gertz, la FGR también cerró el expediente por delitos electorales contra Pío López Obrador, hermano del presidente, y persiguió a 31 científicos del Conacyt por los señalamientos del mandatario. Esto, porque el fiscal no tuvo tanta clemencia con los enemigos de López Obrador, caso de Rosario Robles, antigua amiga y colaboradora del presidente convertida al priismo. A petición de la FGR, Robles estuvo encarcelada —sin sentencia— durante tres años por los desvíos millonarios de la Estafa maestra en el Gobierno de Peña Nieto, presionada por Gertz para que implicara a Luis Videgaray, exsecretario de Hacienda, en los actos de corrupción. No logró su cometido el fiscal.

La llegada de Claudia Sheinbaum al poder dejó a Gertz como una ficha fuera de lugar. Aunque el funcionario hizo gestos hacia el Gobierno de la nueva presidenta y hacia Omar García Harfuch, el poderoso zar de Seguridad, no han sido suficientes para su permanencia en el cargo. Hace semanas que se publicaba que desde Palacio Nacional estaban presionando al fiscal para que dejara su posición en la FGR, ya que según el artículo 102 de la Constitución, la presidenta solo puede quitarlo por motivos graves. La otra opción era la mil veces mencionada reforma a las Fiscalías. Sheinbaum ejecutó el plan estrella de López Obrador de demoler el poder judicial, pero todas las voces expertas apuntaban hacia la misma dirección: sin modificar el funcionamiento de las Fiscalías, la impunidad en el país —que ronda el 95%— no mejoraría.
Gertz fue útil a Sheinbaum para cerrar algunas de las primeras crisis de su Gobierno, como el hallazgo del rancho de Teuchitlán, el centro de reclutamiento forzado del Cartel Jalisco Nueva Generación, ante el que el funcionario puso la cara para negar que se tratara de un centro de exterminio como apuntaban los colectivos de buscadoras. Sin embargo, también ha recibido los regaños de la mandataria por alguna de sus gestiones; la última esta misma semana con la polémica de Miss Universo y su poderoso presidente del certamen, Raúl Rocha. El empresario tenía una orden de detención y estaba siendo investigado por la FGR desde 2024. En esta indagación también aparecen integrantes de la Fiscalía General. Ante la bola de nieve, Sheinbaum pidió a Gertz que aclarara la situación. Además, este mismo jueves, unas horas antes de la renuncia del fiscal, la presidenta, que no ha querido adelantar la salida, sí ha dicho: “Necesitamos mucha más coordinación entre las Fiscalías estatales y la Fiscalía General de la República”.
Los críticos del funcionario consideran que Gertz desaprovechó la naciente independencia de la FGR para encaminar al país, donde campea la impunidad, hacia una verdadera procuración de la justicia. Una tarea que le caerá ahora a un aliado de Sheinbaum, el último eslabón que cierra la cadena.
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