Alejandro Gertz, el fiscal fiel de México en la tormenta
El alto funcionario, que ha trabajado con todos los partidos de la historia reciente del país, recibe críticas por su gestión de varios casos de corrupción sonados
Detrás de la historia reciente del poder político en México hay figuras que han sabido navegar en todas las aguas. El actual fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, es una de ellas. Este abogado de 81 años trabajó con todas las fuerzas del país, del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al Partido Acción Nacional (PAN), el Partido de la Revolución Democrática (PRD), Movimiento Ciudadano y ahora con Morena, la formación que sostiene al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El presidente lo considera un funcionario “recto” e “incorruptible”, pero al mismo tiempo ha estado envuelto en cuestionamientos de carácter público y privado.
El fiscal, máximo responsable de las investigaciones de los delitos federales, es decir, que afectan a todo el país, ha afrontado en los últimos meses críticas por casos de corrupción sonados que han tenido un desarrollo polémico. Por ejemplo, los que afectan a Emilio Lozoya, el exdirector de la petrolera estatal Pemex durante el mandato de Enrique Peña Nieto, o los de Alonso Ancira, dueño de Altos Hornos, la siderúrgica más grande de México. El primero, detenido en febrero de 2020 en una urbanización de lujo cerca de Málaga, fue extraditado por su presunta implicación en una ramificación de la trama de sobornos de Odebrecht. La carpeta que le involucra no ha parado de crecer, pero el exdirectivo no ha pisado la cárcel y las indagaciones están marcadas por la opacidad. El segundo, conocido como el rey del acero, salió de prisión esta semana tras llegar a un acuerdo por el que se compromete a reparar un delito de lavado de dinero pagando unos 180 millones de euros.
La Fiscalía de Gertz tomó en enero una decisión que hizo tambalear también las relaciones de México y Estados Unidos al exonerar al general Salvador Cienfuegos, exministro de Defensa de Peña Nieto, acusado de colaboración con el narco por la DEA, la Agencia Antinarcóticos del país vecino. El militar había sido detenido en California y extraditado a México en noviembre tras una negociación diplomática con Washington. Dos meses después de regresar a su país, la justicia le retiró los cargos y el propio Gertz afirmó que su caso se había convertido en un “linchamiento mediático”.
A estos episodios se añade una trama personal llena de incógnita y digna de un guion. Una investigación de EL PAÍS destapó a finales de marzo la disputa que el funcionario mantiene con su familia política como consecuencia de la muerte de su hermano hace seis años. La hija de la expareja del hermano de Gertz fue detenida el pasado octubre acusada de su asesinato y sus familiares afirman que estuvieron negociando con Gertz para lograr su liberación, llegando a pagarle 3,5 millones de pesos (algo menos de 150.000 euros). La familia política acusa al fiscal, con una conversación telefónica grabada a escondidas, de reclamar también la devolución de varios objetos —entre ellos, cuadros de Diego Rivera y alfombras persas— a cambio de negociar la liberación de la mujer. Gertz ha negado rotundamente toda negociación.
El fiscal comenzó a fraguar su fama de hombre de Estado en los años setenta, cuando lideró la Operación Cóndor, un plan contra el narcotráfico desplegado en el norte de México. A partir de entonces ocupó diversos cargos en la Procuraduría, hoy extinta y reemplazada por la Fiscalía General de la República (FGR) que dirige desde enero de 2019. Fue secretario de Seguridad, primero del Distrito Federal y después en el Gobierno de Vicente Fox, ocupó un escaño en el Congreso y se desempeñó como profesor y rector de la Universidad de las Américas, una institución privada. Durante décadas, colocó una ficha en cada estamento de poder. Y logró mantenerse a flote políticamente incluso cuando, siendo el máximo responsable de las instituciones penitenciarias, Joaquín El Chapo Guzmán se fugó de la cárcel en 2001.
Descendiente de un comerciante alemán que llegó a México a finales del siglo de XIX y que fue cónsul honorario, el jefe de la FGR cuenta con la confianza de Andrés Manuel López Obrador, un presidente que ha emprendido una intensa batalla contra el Poder Judicial y otros organismos públicos por considerarlos como instituciones controladas por la oposición. Sin embargo, López Obrador lo ha invitado a sus conferencias de prensa matutinas, las mañaneras, para informar de asuntos de interés. Y siempre lo ha presentado como un hombre honesto y fiel, un servidor del Estado.
De su madre, Mercedes Manero, guionista y poetisa, heredó la pasión por el teatro. Ha producido obras y escrito una decena de libros. En 2016, tras una vida dedicada a la gestión pública, Gertz se salió aparentemente de su trayectoria al explorar los caminos del autoconocimiento en Psicoanálisis. La Gran Alternativa, una obra en la que pretendía explorar el territorio de la psicología ante “los conflictos internos”. En una entrevista con la agencia de noticias estatal Notimex afirmó: “El dios de la religión, el dios de la política y el dios del dinero […] han manipulado hasta la fecha nuestra conducta”. El autoconocimiento es, en su opinión, una vía para “empezar a ponernos en paz con ese yo con el que tenemos una relación tan conflictiva”. Poco después, con la llegada de López Obrador al poder, el funcionario regresó nuevamente a la primera línea.
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