Un cheque de 3,5 millones y conversaciones grabadas, la disputa del fiscal Alejandro Gertz y su familia política
Acusaciones cruzadas, negociaciones encubiertas y grabaciones ocultas ahondan el choque del procurador general con su familia política por el homicidio de su hermano
La muerte del hermano de Alejandro Gertz en 2015 y la disputa que mantiene el fiscal general con su familia política desde entonces ha derivado en una trama de acusaciones cruzadas, negociaciones encubiertas y conversaciones grabadas a escondidas. Alejandra Cuevas, la hija de la que fue pareja de su hermano, está en la cárcel desde octubre, acusada de su asesinato. El mismo Gertz la denunció a la muerte de éste en 2015. Los hijos de Cuevas critican que el fiscal les embarcó en una negociación a finales del año pasado para sacarla de prisión. Gertz niega cualquier tipo de negociación: “Ellos están tratando de establecer que existió una negociación entre mi persona y ellos para poder salvar el caso de su madre, que está en la cárcel por haber cometido un delito”, asegura el fiscal a EL PAÍS.
En este contexto, la familia política de Gertz pagó 3,5 millones de pesos al fiscal con un cheque, en noviembre de 2020, para, a su juicio, buscar la liberación de Alejandra Cuevas, en prisión desde hacía un mes, acusada del asesinato de Federico Gertz. Según los hijos de Cuevas, el cheque es parte de una serie de exigencias que el máximo procurador les hizo llegar para que el caso del asesinato de su hermano no prosperara y Cuevas y otros miembros de la familia no tuvieran problemas. El pago equivale al dinero que la madre de Cuevas retiró de las cuentas que tenía junto a Federico Gertz, su pareja, a la muerte de éste en 2015. El fiscal considera que ese dinero le correspondía por testamento.
En entrevista con EL PAÍS, Gertz no negó que hubiera cobrado el cheque, pero rechazó que la devolución del dinero y el resto de peticiones ocurrieran en un contexto de negociación para la liberación de Cuevas. “Yo nunca he hecho una negociación para sacar de la cárcel a esa señora. Con esa claridad y esa contundencia”, asegura el fiscal. “Las relaciones que yo tenga por el dinero, que es reparación del daño, son asunto de la señora Laura Morán y míos”, añade.
El encarcelamiento de Alejandra Cuevas, de 67 años, en octubre de 2020, ha llevado a sus hijos a buscar todas las formas posibles para sacar a su madre de prisión. El hoy fiscal denunció a Cuevas, su hermana Laura y su madre Laura Morán, pareja de su hermano, tras la muerte de éste en septiembre de 2015. Las acusaba de homicidio doloso por omisión. Según el fiscal, no hicieron nada ante el deterioro de Federico Gertz, que al morir contaba con 82 años. Según Gertz, ese deterioro le costó la muerte.
El caso quedó detenido por años hasta mediados de 2020. La Fiscalía de Ciudad de México archivó la denuncia en dos ocasiones. Pero en julio del año pasado, los investigadores dieron un vuelco al caso y procesaron a Alejandra Cuevas y a su madre. Para entonces, Gertz ya se había convertido en fiscal general. Preguntado por si ha mantenido algún tipo de comunicación con el Ministerio Público de Ciudad de México por este caso desde que es fiscal, el máximo procurador señaló: “Yo no he tratado directamente eso con nadie, lo hacen los abogados que me representan. Yo no trafico con influencias. Yo no extorsiono ni uso los medios para extorsionar”.
Los hijos de Cuevas sostienen que la supuesta negociación empezó a finales del año pasado. El 21 de septiembre, el abogado que les había llevado el caso durante cinco años renunció y les dijo que hablaran con el amigo que les había puesto en contacto. Era Fernando Díaz, esposo de una sobrina de Cuevas. Ella y sus hijos hablaron con Díaz ese mismo día. Los hijos de Cuevas dicen que Díaz les hizo saber que la única manera de cerrar la batalla legal con el fiscal era ceder a sus exigencias.
Ese día, Díaz, siempre según esta versión, les explicó también que él era solo un eslabón de la cadena de intermediarios del fiscal. El otro eslabón era el gobernador del Estado de México, Alfredo Del Mazo. Díaz, sostienen los familiares, les explicó como funcionaría la comunicación con el fiscal. Les dijo que Gertz se comunicaría con Del Mazo y éste con él, que les haría llegar las peticiones del fiscal. Preguntado al respecto, Gertz no negó la comunicación con Del Mazo. “Los contactos que yo tenga no los pongo a discusión en este asunto”, dijo.
Díaz es cuñado de Alfredo del Mazo. Sus esposas son las hermanas Regina y Fernanda Castillo respectivamente, sobrinas de Alejandra Cuevas. EL PAÍS cuenta con copia de los registros de varias conversaciones que los hijos de Cuevas y Díaz mantuvieron entre octubre y noviembre pasado. Este diario se ha puesto en contacto con Díaz, quien pidió que se le mandaran las preguntas por correo electrónico, pues iba a salir de vacaciones. Después de cinco días, Díaz no ha contestado el correo.
Entre finales de septiembre y mediados de octubre, Gertz hizo dos peticiones a través de Del Mazo y Díaz, según los hijos de Cuevas. Primero, recuperar una serie de objetos personales de su hermano, títulos de universidad, banderines, unos marfiles y unas figurillas de barro. Y luego, una serie de obras de arte que en vida había custodiado Federico Gertz y que ahora el fiscal reclamaba para el patrimonio familiar. Esa última petición constaba de una segunda parte. El fiscal quería un cheque por 3,5 millones de pesos, misma cantidad que la pareja de Federico Gertz, Laura Morán, había transferido a su hija, Alejandra Cuevas, en 2015, de dos cuentas “mancomunadas” de la pareja, según explica Ana Paula Castillo, una de las hijas de Cuevas. Gertz, afirman que les dijo Díaz, quería además que Morán renunciara a la pensión que le había dejado su pareja, dinero que se le había estado pagando por decisión testamentaria del propio Federico Gertz, desde 2015.
Cuevas y sus hijos dicen que no estaban dispuestos a entregar el dinero a priori. En primer lugar, porque no disponían de esa cantidad, según cuenta Ana Paula Castillo. Tampoco estaban cómodos con el asunto de la pensión. Con las obras de arte no tenían problema, así que empezaron a preparar el envío. Era una lista con decenas de objetos y solo localizarlos les tomó varios días. La familia estaba en ese proceso cuando, el 16 de octubre, las autoridades detuvieron a Cuevas en Ciudad de México.
El cheque y la pensión
En los días que siguieron, los hermanos Castillo bombardearon a Díaz con mensajes. Entre el lunes y el jueves siguiente a la detención de su madre, acabaron de embalar y entregar las obras de arte. Pensaban que con las entregas, la salida de su madre de la cárcel sería automática. Díaz les pidió que fueran a verlo a su casa en Valle de Bravo, un pueblo turístico entre frondosos bosques de pino a dos horas de la capital.
En la reunión, el 24 de octubre, Díaz insistió en la segunda parte de la petición de Gertz, el cheque por 3,5 milones de pesos. Castillo cuenta que su abuela, Laura Morán, había sacado ese dinero de las cuentas que tenía con Federico Gertz, cuando supo que Alejandro Gertz las había denunciado por matar a su hermano. Castillo argumenta: “Mi abuela hizo lo que cualquier mujer haría. Agarró y dijo: ‘¿Me acusa de intento de homicidio? ¿Con qué me defiendo? No voy a tener con qué comer”.
Para Gertz, aquello había sido un robo. En el documento testamentario elaborado a la muerte de Federico Gertz, del que EL PAÍS tiene copia, su hermano aparece como heredero y albacea de su patrimonio. A Morán le dejó una pensión mensual de 50.000 pesos más el usufructo de una de sus casas, rentada por algo más de 30.000 pesos mensuales. Segun el propio Gertz, la transferencia de los 3,5 millones de pesos había sido por tanto ilegal, un “saqueo”, como dijo él mismo el propio Gertz en varias entrevistas en 2017.
En la conversación que sostuvo hace unos días con EL PAÍS, Gertz, que no reconoció el cobro del cheque, dijo: “Yo les tengo que exigir la reparación del daño por los delitos cometidos en contra de mi hermano, la única familia que me quedaba. (...) La reparación del daño en materia penal no es una negociación, es una obligación del delincuente y un derecho de la víctima”. El caso está en proceso y no hay sentencia alguna de ningún juez que plantee la reparación del daño. Ante esa apreciación, el fiscal añadió: “El juez tendrá que determinar la reparación del daño en su momento, por supuesto (...) En ese momento, la reparación del daño será absoluta y totalmente dentro del marco legal”.
En aquella reunión en Valle de Bravo, Díaz les recordó además que Gertz quería que Morán, que entonces contaba ya con 93 años, renunciara a la pensión que le había dejado su hermano. En la semana siguiente, los hermanos fueron a ver a Cuevas a la cárcel para hablar de las supuestas peticiones del fiscal. Gonzalo Castillo, otro hijo de Cuevas, recuerda la negativa de su madre: “Le vamos a dar la lana —el dinero— y no va a pasar nada”. Los hermanos estuvieron de acuerdo.
En varias llamadas y reuniones durante las semanas siguientes, los hermanos Castillo le dijeron a Díaz que no podían darle el dinero sin “garantías” de que su madre saldría de prisión. Díaz recomendaba que al menos fueran por el cheque al banco y le hicieran una copia, que aparentaran que tenían intención de dárselo. Y que le entregaran además la carta donde Morán renunciaba a la herencia, pero sin firmar. Él iría con la copia y la carta a Del Mazo y este con Gertz. Quizá así, decía Díaz, el fiscal cedería. Pero los hermanos se negaban. Protestaban y decían que aquello parecía un secuestro. El 9 de noviembre, Ana Paula Castillo le mandó un mensaje a Díaz y le dijo que seguirían “los caminos judiciales para demostrar la inocencia” de su madre. Díaz le contestó: “Está bien Ana Paula, lo entiendo, pero no lo comparto. Me parece que por desgracia la solución en este caso, al menos en corto plazo, no es jurídica. Si como ustedes decían, [este caso] se puede equiparar a un secuestro, me parece que la postura que se está tomando es similar a no pagar el rescate que se te pide”, como consta en uno de los mensajes que se intercambiaron Díaz y Castillo y de los que EL PAÍS tiene copia.
Los hermanos ceden
Con el paso de los días, los hermanos acabaron por ceder. Su madre seguía en la cárcel y la insistencia de Díaz era cada vez mayor. El exdirectivo de BBVA supuestamente justificaba su presión diciendo que él solo transmitía las peticiones del fiscal. Los hermanos pidieron verse con Gertz. En una reunión con Díaz, les dijo que Del Mazo había llamado al fiscal en su presencia para pedir la reunión. Díaz, siempre según esta versión, explicó que el fiscal contestó: “A pesar de lo que ocurrió, ¿están condicionándome la entrega de algo que no les pertenece?”.
Los hermanos finalmente aceptaron. En una conversación, antes del 12 de noviembre, discutieron con Díaz la mejor forma de darle el dinero al fiscal. Ellos sostienen que no tenían tres millones y medio de pesos y que un amigo personal de Ana Paula Castillo les iba a prestar el dinero. Castillo prefiere omitir los datos del prestador.
Díaz aseguró que Gertz quería un cheque de caja, un tipo de talón personal que bloquea el dinero en la cuenta de origen desde que el banco lo emite. Los hermanos plantearon si era mejor que su amigo ingresase directamente el dinero a Laura Morán o a alguno de ellos. Finalmente se decantaron por la abuela.
El 12 de noviembre, los hermanos fueron al banco a preguntar por la logística de la transferencia del cheque. A la vez, Laura Morán firmó su carta de renuncia a la pensión. En la misiva, de la que EL PAÍS tiene copia, se lee: “Alejandro, te escribo, esperando que hayas recibido las cosas que me mandaste pedir (...) Por otro lado te acompaño un cheque certificado a tu nombre por 3.550.000 pesos (...) y finalmente te expreso que renuncio a la pensión que Federico, tu hermano, señalara para mí en su testamento, y te agradezco que la hayas depositado hasta ahora”.
El 13 de noviembre, el amigo de Castillo hizo la transferencia a la cuenta de Laura Morán. Ese mismo día, la mujer y sus nietos fueron a la sucursal a comprar el cheque de caja. Con el talón, los hermanos Castillo fueron a ver a Fernando Díaz y se lo entregaron. También le dieron la carta de renuncia a la pensión. Ellos dicen que Díaz les aseguró que le entregó los documentos a Del Mazo el mismo día 13. A la semana siguiente, el 20 de noviembre, el cheque fue cobrado, según información a la que ha tenido acceso EL PAÍS. Por el tipo de talón, nadie pudo hacerlo que no fuera el fiscal, Alejandro Gertz.
Últimas peticiones
Con el cheque cobrado, los hermanos y su abogado iniciaron una estrategia doble. Ellos insistían a Díaz en que su madre debía salir de la cárcel. Díaz les pedía paciencia, pero al cabo de los días les llamó muy apurado. Lejos de hablarles de su madre, les dijo que Gertz se había molestado, porque el fiscal de Ciudad de México encargado del caso de su hermano había llamado a declarar a una de las hijas de Gertz en calidad de testigo. Eso, les dijo, entorpecía todo el proceso.
Díaz les propuso entonces que su abogado “se desistiera” de todas las pruebas que habían presentado en la defensa de su madre a lo largo de los años, como gesto de buena voluntad. Los hermanos dicen que Díaz no aclaró si esta idea era suya o de Gertz, pero ellos y su abogado se negaron. La comunicación con Díaz empezó a incomodar a los hermanos. La propuesta de retirar sus pruebas les parecía desconsiderada, sentían que habían cedido demasiado y no habían obtenido nada a cambio. También sostienen que Díaz empezó a lanzar amenazas veladas. En la última conversación que sostuvieron, el 24 de noviembre, Díaz le dijo a Ana Paula Castillo: “A ver, tienes hijos, créeme que no van a estar mejor con su mamá en el bote [cárcel], ¿eh?”. Finalmente, rompieron la comunicación.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.