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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Irán contra las mujeres

Los nuevos métodos de control en Irán no logran frenar el movimiento de liberación emprendido hace seis meses

Protestas por la muerte de Masha Amini, en Teherán el pasado octubre.
Protestas por la muerte de Masha Amini, en Teherán el pasado octubre.AP
El País

La activación de un sistema de vigilancia a través de cámaras de reconocimiento facial en Irán desde el 15 de abril ha tenido efectos inmediatos que agravan el secuestro de derechos que padecen las mujeres en la República Islámica. La maquinaria de control permite identificar la primera vez que una mujer no lleve el velo puesto por la calle o en algunos comercios —el obligatorio hiyab— para que a la segunda pueda recibir un mensaje conminatorio en el móvil contra esa conducta, con la advertencia de que podrá ser conducida ante un tribunal. El delirio persecutorio suena a distópico, pero es real desde que Teherán adquirió a varias empresas chinas un sofisticado sistema de grabación, ahora dirigido en Irán a combatir la imparable tendencia de las mujeres iraníes —de todas las clases y edades— a descubrirse el cabello contra el criterio de los ayatolás. El Código Penal iraní tipifica esa práctica inocua como delito castigado con multas y hasta con dos meses de prisión (que pueden llegar al ensañamiento de 74 latigazos en caso de reincidencia).

Los cálculos actuales de las organizaciones de derechos humanos iraníes en el exilio dejan cifras insoportables sobre la represión de Teherán: 500 muertes en las protestas que batieron el país durante meses y 22.000 personas detenidas por manifestarse contra la obligación de cubrirse con el velo, entre ellas la activista en defensa de los derechos de las mujeres Nasrin Sotudeh, condenada a 38 años de cárcel y a 148 latigazos. Las mujeres iraníes juzgadas por no llevar velo se han visto acusadas de cargos sin la menor relación con el presunto delito, como incitación a la prostitución o atentar contra la seguridad del Estado, con penas de cárcel muy elevadas.

Sin hiyab no pueden entrar en institutos y universidades, ni pueden viajar en transporte público, ni son atendidas en ministerios o comercios. La proliferación de desafíos públicos a través de internet solo puede ser recibida como un rasgo de valentía y convicción para no dar marcha atrás en una batalla desigual e injusta. Según un portavoz de la policía iraní, las cámaras de vigilancia han permitido verificar la desobediencia de un 16% de las mujeres grabadas. El objetivo del régimen es instalar el miedo entre la población a través de un acoso multicanal contra el movimiento de protesta que arrancó en septiembre de 2022, tras la muerte en comisaría de una joven de 22 años detenida por no llevar bien puesto el velo. Desde entonces se ha hecho popular el lema “Mujer, vida, libertad” y la vigilancia recién instalada es la mejor señal de impotencia de un régimen desbordado ante una movilización que no es solo femenina y no tiene ya solo víctimas femeninas. Las voces más reaccionarias piden llevar más allá la cruzada contra las mujeres. No hay justificación por parte de Occidente para excusar la condena de esta vejación u omitir el respaldo firme a una protesta que arrancó hace seis meses y que sigue pese al acoso sistemático del Gobierno iraní y el apoyo tecnológico chino.

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