En busca de Martínez el Facha
En un país que envejece a toda mecha y pronto tendrá más plazas de residencias geriátricas que de colegios, esto es un problema
Tras descartar todas las explicaciones ingenuas o literales —que se tomen en serio los protocolos parlamentarios o que de verdad crean en un posible Gobierno presidido por Ramón Tamames—, solo nos queda invocar a Maquiavelo y a Rasputín para elucidar las intenciones de Vox con el tamamazo. Con las apuestas abiertas, yo arriesgo por la gerontofilia: Vox se ha dado cuenta de que necesita seducir a ancianos. Encuesta tras encuesta, se confirma que Santiago Abascal no convence a los pensionistas. De hecho, apenas convence a gente mayor de 45 años. A partir de esa edad, su intención de voto se desploma, mientras que la del PP y la del PSOE suben. En un país que envejece a toda mecha y pronto tendrá más plazas de residencias geriátricas que de colegios, esto es un problema.
La caricatura izquierdista más burda presenta al votante de Vox como un Martínez el Facha, el personaje que dibujaba Kim en El Jueves, pero su perfil real está más cerca del hijo adolescente de tus amigos progres que lo van a matricular en Esade cuando vuelva de aprender inglés en Dublín. Yo no tengo aún hijos de esa edad, pero entre los amigos que los tienen ya han sonado varias alarmas voxeras. Lo cuentan demudados y en voz baja, como los padres católicos de otro siglo ante la homosexualidad de sus vástagos: “Creo que mi hijo es de Vox”. Claro que es de Vox, les digo, ¿de qué otra forma podría darte un disgusto?
Lo antisistémico de Vox es muy atractivo para jóvenes furiosos de educación refinada y bilingüe que se alborotan el pelo y se atan la corbata con la misma actitud con la que sus padres se hacían crestas y se abrochaban la chupa de cuero. Este sex appeal es para el partido un problema más hondo que las amenazas de Macarena Olona. Primero, porque lo hace indeseable entre los adultos, donde está el grueso de la población española. Segundo, porque la furia adolescente dura lo que dura el acné, y todos esos votos se perderán como lágrimas juveniles en la lluvia de la madurez. En cuanto se les pasen las ganas de incordiar a sus padres, recordarán aquella vez que votaron a Vox como una travesura. De ahí que recurran a Tamames y no al Rubius, aunque este último esté más cerca de sus simpatizantes. Buscan a Martínez el Facha. Saben que les iría mejor si encajasen en la caricatura que la izquierda les impone. El futuro de Vox, como el de todos, está en las arrugas.
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