Ver a tías drogándose
‘Autodefensa’ es una producción audiovisual capaz de relacionar acontecimientos sin centro óptico ni perspectiva narrativa. Esto hace que sea un producto estéticamente sofisticado pero vacuo al mismo tiempo
“Va en serio, va muy en serio. Vamos a dejar las drogas ya. Es que ni coca, ni keta, ni speed, ni LSD, ni porros, ni marihuana, ni eme, ni opio, ni GHB, ni nada”, clama Berta Prieto en el tráiler de la serie española Autodefensa mientras se suceden a ritmo cardíaco la música tecno y las escenas de afters con primeros planos de las dos veinteañeras protagonistas —la propia Prieto y Belén Barenys— metiéndose de todo. ¿Y después? Una ola de críticas y miles de tuits que dividen Internet entre amantes y detractores de la serie. De hecho, la segunda parte ha generado tantas críticas que la propia Prieto ha contestado a “la gente enfada de Twitter” en un vídeo titulado “¿Qué dices hater?”.
¿Por qué molesta tanto que dos chicas hagan lo que les da la gana sin pedir permiso? Berta Prieto, coautora y protagonista de la serie española “Autodefensa” (@filmin) contesta a la gente enfadada en Twitter en #¿Qué dices, hater? pic.twitter.com/Z1lmkF69tp
— PlayGround (@playground) December 9, 2022
Autodefensa (para quien no lo haya visto) explora el universo íntimo de sus dos protagonistas recurriendo a sexo crudo, consumo de drogas, cinismo, crueldad, narcisimo y grandes dosis de autocomplacencia. “La juventud real no es así”, denuncia uno de sus haters. Y Prieto responde: “Nunca pretendimos hacer una serie generacional (…) Es una serie que habla de unas jóvenes muy concretas. Son jóvenes que se dedican a algo más o menos cultural, que son de ciudad y que tienen un entorno más o menos privilegiado”. “¿Alguna vez harán una serie de gente que no se drogue?”, pregunta otra espectadora. Y Prieto sentencia: “Creo que quizá le da rabia a la gente ver a tías pasándoselo bien o haciendo un poco lo que les da la gana. Ver a tías drogándose y que el hecho de drogarse no esté justificado por un trauma o por una experiencia supernegativa que entonces justifica su dolor y que como mujer pues entiendes que estás perturbadísima y que por eso te drogas…, que simplemente lo haces porque te da la gana”.
Y en esta respuesta frívola y tramposa, donde insinúa sin sonrojo que drogarse es feminista, nos deja ver el problema central de su obra: una falta imperdonable de discurso sobre lo que se está contando. Una carencia que atañe no solo al tema de las drogas, sino a todos los que aborda como el consentimiento sexual, la salud mental o la religión.
Que vivimos en una sociedad de drogadictos donde la mayor parte de conductas sociales y políticas están atravesadas por el consumo de “sustancias” (sean legales o no) es algo que sabemos todos. Lo que incomoda no es pues el tema, sino la forma de abordarlo. Así, Autodefensa se presenta como una caricatura del consumo de drogas que elude profundizar en un problema repugnante que atraviesa nuestra sociedad. Y como tal es esperable que las creadoras tropiecen con el reproche moral de muchos. “Mi hermano era drogodependiente y hace dos años que murió debido a ello así que el hecho de que os toméis el tema de las adicciones como si fuera un puto juego no me hace ni puñetera gracia”, tuitea La Ró. Pero más allá de la crítica moral Autodefensa se merece un reproche narrativo. Porque si haces un relato sobre un problema que está en la sociedad y te haces menos preguntas que la propia sociedad sobre el mismo, entonces no estás haciendo un relato, sino un videoclip. Estamos pues ante una producción audiovisual capaz de relacionar acontecimientos sin centro óptico ni perspectiva narrativa. Esto hace que sea un producto estéticamente sofisticado pero vacuo al mismo tiempo. “Esto va sobre cagarla, sobre no demonizar el sexo o las drogas, sobre poder equivocarse”, ha defendido Prieto. Y ha acertado. Porque renunciar a la responsabilidad narrativa es una cagada.
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