‘Autodefensa’: dos chicas de Barcelona muy jetas y vagas
La novedad que aporta la serie es el protagonismo femenino en un universo que siempre ha sido patrimonio de machos
Sé que, como señoro de 43 años, no soy su público y mi opinión les parecerá irrelevante a sus creadoras, pero he visto Autodefensa (Filmin) con gusto, y mientras la disfrutaba, me preguntaba si estaba viendo la misma serie que los demás andaban comentando. Yo he visto una sucesión de viñetas, en modo tebeo gamberro, sobre dos chicas de Barcelona bastante jetas y vagas. Y esa es la parte que me ha encantado y que reconozco como heredera de una tradición cultural también muy barcelonesa.
Veo el desparrame y los personajes de Ivá y hasta de Nazario, y por ahí me puedo remontar al cómic underground norteamericano, lleno de fumetas y pícaros de los sesenta. La novedad que aporta Autodefensa es el protagonismo femenino en un universo y un discurso que siempre han sido patrimonio de machos. Que sean dos chicas las que desbarren, digan y hagan muchas guarradas (sexuales y no sexuales) y tomen el pelo a todo el mundo es fantástico.
Ahora bien, cada vez que la serie editorializa, mi interés decae. Hay dos cosas que me distancian de Autodefensa, quizá debidas al abismo generacional. Una es la tendencia al sermón, propia de esta época que no concibe una historia sin su moraleja. Ya no basta narrar por narrar, aquí todo el mundo tiene una misión, y esta serie desprende incluso un aroma religioso y teresiano.
La otra cosa incómoda, más implícita, es su adanismo. Es normal que todas las generaciones crean que han inventado la rueda y pinten el pasado como troglodítico, pero la cultura juvenil es circular, repite los mismos ritos y se pierde por los mismos pasillos sin ventilar. Ahí es donde todo el mundo puede reconocerse, porque todos hemos sido esas mujeres alguna vez. Algunos lo son toda la vida. Y a esos sí que no hay quien los aguante.
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