La malandanza del Deutsche Bank
Las nuevas irregularidades detectadas por la Comisión Europea en el banco alemán exigen medidas más severas de control
Las autoridades europeas acaban de hacer públicas las conclusiones preliminares de una investigación sobre el primer banco alemán, el Deutsche Bank, y la entidad holandesa Rabobank por manipular el mercado secundario de deuda pública en la negociación de valores en euros entre 2005 y 2016. La investigación comprende los años más duros de la crisis financiera para Europa, durante los cuales cinco países, incluida España, tuvieron que solicitar un rescate porque esos mismos mercados de deuda que ahora están siendo investigados les negaban la financiación al exigirles tipos de interés muy elevados e inasumibles por los Estados. Las secuelas que dejaron en sus sociedades en forma de austeridad presupuestaria y duras reformas fueron devastadoras, y ninguno de los países afectados ha olvidado la pesadilla de padecer en carne propia un error político ajeno.
Los escándalos no son nuevos en el Deutsche Bank. La entidad fue multada en 2015 con 2.500 millones de dólares por participar en la manipulación del índice líbor (tasa de referencia del mercado interbancario londinense) junto a otros bancos; en 2018, fue investigada por Bruselas por formar parte de un cartel en el mercado secundario de bonos soberanos y en 2019 por un cartel en el mercado de divisas. También Rabobank, el tercer banco por capitalización de Países Bajos, ha sido sancionado en EE UU por lavar dinero del narcotráfico y está siendo investigado por las autoridades holandesas por sospechas similares.
Alemania fue muy dura tanto con los recortes como con las reformas asociadas a los rescates a los países más afectados por la Gran Recesión y ahora debería ser muy cuidadosa en la supervisión de sus grandes bancos y sus empresas, que aparecen en cada uno de esos expedientes. La industria automotriz germana está envuelta también en un escándalo mayúsculo por trucaje de las emisiones, por no hablar de los lazos energéticos con Rusia (con un expresidente de por medio, Gerhard Schröder) y de los lazos comerciales con China. La primera economía europea debería emplearse a fondo para regular y supervisar más estrictamente las prácticas de un sector financiero y empresarial que tiene un músculo formidable y una capacidad de influencia notable en otros países. Berlín, en cambio, viene coqueteando con la idea de reducir la capacidad del área de Competencia de la Comisión Europea, una clave de la política europea en los últimos tiempos.
La confianza de los ciudadanos difícilmente se podrá recuperar si la entidad investigada logra librarse de las multas aduciendo su cooperación con la investigación, como ha dejado entrever el banco alemán en declaraciones recientes y como ha sucedido ya anteriormente. Cualquier otra situación que eludiese una rendición de cuentas públicas y la consiguiente sanción alimentaría la sospecha de un trato de favor inexplicable. Algo funciona mal cuando una entidad del tamaño de Deutsche Bank puede incurrir en prácticas irregulares e ilegales con tanta asiduidad sin que las autoridades sometan al banco a una revisión exhaustiva de su negocio.
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