Al filo del desastre
Deutsche Bank recurre a un ajuste drástico por haber demorado la solución
El anunciado plan de salvación de Deutsche Bank, uno de los emblemas de la banca alemana y una pieza importante en la estructura bancaria europea, define un escenario incómodo para el sistema financiero de la UE. A pesar de los repetidos stress tests y de la vigilancia de las autoridades de supervisión alemanas y europeas, a pesar incluso de las advertencias de debilidad en los mercados bancarios derivada de la crisis de 2007, las dificultades de un gigante como el Deutsche habían pasado inadvertidas o simplemente ignoradas durante el último decenio, quizá por razones estrictamente políticas. El Gobierno alemán no ha sido precisamente un modelo de transparencia en lo que se refiere a reconocimiento de dificultades bancarias. El resultado de la demora en tomar las decisiones adecuadas es la imperiosa necesidad de aplicar hoy un ajuste desmesurado: despedir a 18.000 trabajadores hasta 2022 y retirarse de la gestión de unos 300.000 millones de euros en activos, después de reconocer 2.800 millones de pérdidas en el segundo trimestre del año.
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Deutsche Bank no es el único problema que se ha pasado por alto a los sistemas de alarma bancaria. Recuérdese el caso del Popular. Los mercados financieros han recibido con escepticismo las posibilidades reales de ejecutar un plan de ajuste tan intenso. Por una razón: la recuperación de los márgenes bancarios, es decir, en última instancia de los beneficios, exige que la política monetaria europea retorne a una senda de subida de tipos. Si ese cambio en el entorno no se produce, y todo parece indicar que no, debido a la obligación del BCE de mantener las medidas poco convencionales para hacer frente a la desaceleración de la economía, la probabilidad de que el plan de salvación del banco alemán tenga éxito se reduce considerablemente.
Deutsche se ha situado al filo del desastre debido a estrategias equivocadas que ya se aplicaron sin éxito en otros países, sin que haya cundido el escarmiento. La cadena de errores consiste en minusvalorar primero los daños en el balance, buscar después algún parche en forma de fusión, con el Commerzbank en este caso y, lo peor de todo, en demorar las decisiones correctoras confiando en que el contexto mejorará y, de esa manera, los ingresos del banco afectado aumentarán en un plazo razonable. Esa política conduce a situaciones en las que el ajuste requerido es cada vez mayor y a una reacción negativa de los mercados, que suelen mostrarse incrédulos ante las soluciones urgentes en el último minuto.
Hay mucho que mejorar todavía en los sistemas de supervisión nacionales y europeos. La gestión política en el caso del Deutsche ha sido mala; está por ver que su plan de salvación, que hubiese sido convincente en 2015 o 2016, sea suficiente hoy.
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