Solo pide perdón quien no tiene más remedio
La actitud de Irene Montero y de Podemos es consecuente con el espíritu de los tiempos, que prohíbe desdecirse a los poderosos
Una marca de leche muy popular cambia el diseño de los tapones de sus cartones. Los compradores no entendemos el nuevo mecanismo y arrancamos de cuajo los tapones al desenroscarlos por el método anterior. Siete u ocho cartones he destrozado antes de hacerlo bien. Al parecer, somos muchos los ciudadanos que armamos una buena en la cocina al hacernos el café del desayuno, con las legañas a medio despegar. Como la gente es muy enfadona, corre a las redes sociales para acordarse de las madres de quienes diseñaron el nuevo tapón (qué culpa tendrán, las pobres). Se hincha el globo de la polémica hasta casi reventar, y la empresa lechera reacciona como cualquier Gobierno ante situaciones parecidas: lanza un anuncio en el que explica cómo abrir el tapón, con condescendencia paternalista y mensaje ecológico, pues el nuevo mecanismo se ha pensado para reciclar mejor el envase. Moraleja: si no lo abres bien, no solo eres torpe, sino mala persona, un amoral despreocupado por el medio ambiente. Mereces que se te derrame la leche y quedarte como uno de esos cuadros atacados por activistas.
Cambiemos cartones por leyes, clientes por jueces y empresas por ministerios, y tendremos la equivalencia política de estos días: si la ley que apruebo produce efectos indeseados, la culpa es de los jueces machistas, que abren los tapones a lo bruto. La actitud de Irene Montero y de Podemos es consecuente con el espíritu de los tiempos, que prohíbe desdecirse a los poderosos. Jamás se admite un error y no se asumen culpas porque siempre hay otro a quien echárselas.
Esto sucede en una época que exalta la redención. En un mundo dominado por lo que Edu Galán llama “la máscara moral”, todos estamos obligados a hacer penitencia por los pecados que se nos imputan. Un tuit en falso o una palabra destemplada pueden hundir reputaciones que solo se levantan tras la humillación pública del señalado. Pero eso no cuenta para los poderosos, infalibles como papas (los pontífices, no los tubérculos, que también son infalibles). Retractarse es propio de subordinados que se empapan la camisa de leche por no saber abrir la caja.
La palabra humildad ha recuperado su sentido original. Ha dejado de ser una virtud moral para devenir una maldición de los humildes. Se disculpa quien no tiene más remedio. Elon Musk, los ministros y las lecheras no se equivocan, pues son la encarnación del bien, se dejan la piel por mejorar el mundo. Y ay de nosotros si no apreciamos su esfuerzo.
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