Criptomonedas en crisis
Las sacudidas en el mercado terminan con un crecimiento descontrolado y fuertes pérdidas de improbable recuperación
No está siendo un buen año para el mercado de las criptomonedas. El crecimiento acelerado durante la pandemia estuvo propiciado por una fuerte concentración de capital, falta de regulación, la aparición de aplicaciones sencillas para no iniciados y el pelotazo mediático de Gamestop. Pero todo eso acabó bruscamente en mayo con el colapso de Terra/Luna. Desde entonces, han desaparecido el fondo de cobertura (o cartera de gestión) Three Arrows Capital, la plataforma de cobertura Celsius y el corredor de criptomonedas Voyager Digital. Ha habido despidos masivos en Gemini, Coinbase, Crypto.com, BlockFi y también en OpenSea, la plataforma de intercambio de NFT. Su última víctima, la cuarta plataforma de intercambio de criptomonedas más grande del mundo, se declaró en bancarrota el pasado viernes. En menos de 72 horas, el imperio FTX, valorado en 32.000 millones de dólares, desapareció dejando un agujero de 8.000 millones y más de un millón de damnificados. Es improbable que recuperen su dinero y, si lo hacen, será dentro de mucho.
Lo llaman criptoinvierno, pero no son acontecimientos extraños en el mundo no regulado de la criptodivisa. Al contrario. El exchange (o web de intercambio) primigenio de bitcoin, Mt. Gox, un negocio con sede en Japón, donde se concentraban el 70% de las operaciones, desapareció en 2014 dejando un agujero de 850.000 bitcoins, entonces valorados en 500 millones de dólares. La plataforma argumentó que habían perdido 744.408 bitcoins en un robo. Parte de ese dinero fue lavado más tarde en BTC-e, un exchange especialmente popular entre hackers y criminales cuyo fundador podría haber participado en la sustracción. Ocho años y numerosos colapsos más tarde, la inversión en criptomoneda sigue sin someterse a las regulaciones ni ofrecer las garantías de un banco o de un casino, pero continúa cumpliendo las funciones de los dos. El Banco de Pagos Internacionales (BPI) publicó el lunes un informe sobre el mercado cripto entre 2015 y 2022 donde indica que entre el 73% y el 81% de los nuevos inversores pierden el dinero. La mayor parte son hombres de menos de 35 años.
Los exchanges funcionan como la Bolsa, con dos diferencias. La primera es que operan desde paraísos fiscales para esquivar la regulación financiera y no someterse a verdaderas auditorías. La segunda es que sus clientes depositan su dinero en el propio exchange, como si fuera un banco. Aparentemente, el fundador y consejero delegado de FTX, Sam Bankman-Fried, había usado miles de millones de dólares depositados por los clientes de FTX para cubrir las pérdidas de su propio fondo de capital riesgo, Alameda Research. A cambio, había depositado cantidades entonces equivalentes de su propia criptomoneda, FTT, como garantía de devolución. Cuando los inversores de FTX quisieron recuperar su dinero, FTT no valía nada. Bankman-Fried lo ha llamado “crisis de liquidez”, pero es en realidad una crisis de solvencia: han cambiado el dinero de sus clientes por un papel donde pone “dinero de los clientes”, pero que no tiene ningún valor. Ese es un patrón que se repite en el mundo de las criptomonedas, junto a otros. Después de declarar la quiebra, FTX denunció que les habían pirateado el sistema y habían perdido la mayor parte del dinero. FTX tenía sede en Bahamas. Binance, el mayor exchange del mundo, tiene su sede en las islas Caimán y las Seychelles.
La regulación es una herramienta imperfecta pero necesaria. El criptomercado se asienta sobre infraestructuras deliberadamente diseñadas para proteger sus movimientos de la monitorización no solo del Estado, sino también de sus propios clientes. Para convertirse en una pieza legítima del engranaje financiero, necesita salir, como el resto del sistema financiero, de la oscuridad de los paraísos fiscales.
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