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editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Oposición sin programa

Feijóo no ha aclarado si mantiene los drásticos planes de reducción de impuestos del programa de Pablo Casado

Alberto Núñez Feijóo, a su llegada al debate en el Senado el día 18.
Alberto Núñez Feijóo, a su llegada al debate en el Senado el día 18.Claudio Álvarez
El País

A los siete meses del cambio en la cúpula del PP, el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo parece asentado en un cambio de tono y un temple institucional que no siempre concuerda con el contenido de su discurso ni sus decisiones políticas. Su posición en diversos debates europeos ha estado marcada por la distancia con lo que defiende la familia europea de su propio partido. Tanto su rechazo al impuesto sobre los “beneficios caídos del cielo” de las energéticas como su desprecio a la afortunada excepción ibérica disuenan con la posición del PP europeo (y ayer fue Roberta Metsola, presidenta conservadora del Europarlamento, quien la calificó de ejemplo brillante). En Bruselas, Feijóo ha exhibido posiciones contrarias a las del Gobierno español y denuncias de mala gestión: nadie espera una unanimidad sumisa ante la política exterior, pero sí un manejo prudente y leal de las diferencias nacionales internas.

El relevo de personas en el PP nacional no se ha acompañado ni de una redefinición programática ni tampoco de la ratificación del programa aprobado con Pablo Casado. En el campo económico, los documentos que al respecto ha entregado el PP al Gobierno, y que Feijóo consideró en el debate del Senado como su ideario, son un catálogo dispar de medidas puntuales. En su mayoría, o están ya vigentes o están sintonizadas con una política de reducción general de impuestos que la gestión de la dimisionaria Liz Truss ha desacreditado de raíz.

Pero tampoco parece estar entre los planes de Feijóo la formulación de una alternativa, más allá de un antisanchismo emocional. Todo juego democrático exige tanto un Gobierno como una oposición articulados. Los ciudadanos tienen derecho a saber qué propone cada uno como diseño diferencial del país, aun cuando el ejercicio del gobierno obligue a modificar o matizar esas medidas. El propio PP tuvo programa con Aznar y con Rajoy, e igual sucede con todas las derechas en Europa. Hoy resulta difícil saber cuál es el programa económico del PP de Feijóo.

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Tras las insistentes propuestas de bajada de impuestos en las últimas semanas, convertida incluso en eslogan impreso en la rotulación del partido, Feijóo renunció en el debate en el Senado a defender esa medida. Tampoco ha aclarado si el último programa electoral de su partido, que prometía reducciones fiscales aún más rotundas y regresivas que las de Truss (sobre todo en IRPF y Sociedades), sigue vigente. Las ideas estrella de sus documentos se han hundido, en particular la desautorización de la excepción ibérica supuestamente por no haber “contenido los precios” y por ser “cara y arriesgada”, cuando en realidad la cumbre de la UE estudia aprobarla para el conjunto de los 27. El tremendismo populista contra la deuda pública que exhibió Feijóo en el Senado tampoco favorece al conjunto de los españoles. Más que su cuantía absoluta, importa su evolución sobre el PIB: del 120,4% en 2020 pasó a 118,3% en 2021, y al 116,1% en junio (en datos del Banco de España sobre el criterio más exigente, el del procedimiento de déficit excesivo).

Una alternativa política creíble debe precisar las partidas de gastos que suprimiría o recortaría, sin caer en el señuelo resultón de suprimir este o aquel ministerio (que es deporte que la ultraderecha practica con gran desenvoltura). Las críticas a los Presupuestos Generales del Estado del Banco de España o de la Airef, explícitas y razonadas, demuestran que hay espacio para disentir de la estrategia económica del Gobierno. Pero desde el PP todavía no ha sido posible leer ni escuchar un programa económico que explique su discrepancia.

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