Sánchez deja el látigo y lo toma Feijóo
El presidente suaviza su agresividad contra el líder del PP, muy combativo pese a las negociaciones sobre el Poder Judicial

Esta vez apenas se percibió rastro del Pedro Sánchez que hace mes y medio, aprovechando la posición de superioridad que le otorgaba el formato del debate, pateó sin descanso a Alberto Núñez Feijóo en el Senado. Esta vez el presidente del Gobierno ni siquiera volvió sobre el latiguillo de “o insolvencia o mala fe” para definir la actitud del líder del PP, el mismo que había exprimido hasta la última gota el pasado 6 de septiembre en un intento de dejar noqueado a su contrincante. La segunda vuelta del duelo entre líderes, que parece haber resucitado a la Cámara alta de sus décadas de letargo, deparó este martes un cambio total de estrategias. Un presidente más conciliador, reflexivo y didáctico, siempre poniendo sordina a sus ataques. Y un Feijóo más subido de tono, sarcástico por momentos, empeñado en demostrar que nada hay salvable en la gestión de este Gobierno.
El duelo se había presentado como un termómetro que mediría hasta dónde ha llegado el aparente deshielo entre Gobierno y oposición para resolver de una vez el sinuoso vodevil de la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). El resultado de la prueba fue más bien confuso. No por parte de Sánchez, cuyo tono delataba un evidente intento de no estropear el acercamiento de los últimos días, sobre todo tras el aviso del PP de que otra ofensiva a tumba abierta lo haría saltar por los aires. Del lado de Feijóo, en cambio, el choque no permitió sacar ninguna conclusión mínimamente clara.
El líder del PP, al contrario que el presidente, no hizo ni la más lejana alusión a lo que se supone que su partido y el Gobierno negocian entre bastidores. Feijóo se lanzó al ataque y evitó hasta esas rituales menciones a la mano tendida que suelen prodigar los políticos, aunque no tengan la menor intención de cumplirlas. Sánchez le requirió una y otra vez para que le hiciese alguna propuesta, pero solo recibió una de viva voz: “Retire el proyecto de Presupuestos”. La otra fue más una escena que una propuesta en sí: Feijóo se dio la vuelta en la tribuna y entregó al presidente del Senado, Ander Gil, un tocho de folios con las ideas económicas de su partido.
Sánchez volvió a recrearse en el privilegio de poder hablar sin tasa frente a los estrictos límites con que los que tenía que lidiar su contrincante. Pero como esta vez renunció a la impetuosidad y como la presidencia de la Cámara se mostró un poco más —solo un poco— flexible con Feijóo, la desproporción no pareció tan escandalosa como en la anterior cita. Los 50 minutos de intervención inicial del presidente fueron otra vuelta de tuerca al discurso que viene repitiendo desde hace semanas, un esfuerzo pedagógico, ilustrado con cifras y casos concretos, para defender los impuestos como mecanismo de redistribución de la riqueza y el papel del Estado como protector de los más débiles. El corolario: ahora hay un Gobierno que, a diferencia de los de Mariano Rajoy, persigue que la crisis “no la paguen los de siempre”.
Feijóo subió a la tribuna embistiendo. No le reconoció ni una a Sánchez, ni siquiera el menor papel en el éxito de la campaña de vacunación. Y tiró de ironía, esa arma tan gallega que el expresidente gallego nunca ha practicado en exceso. Su momento culminante llegó cuando le dio la vuelta al estribillo que Sánchez le había dedicado en el anterior duelo. Tras asegurar que no se ha cumplido ninguna de las previsiones económicas del Gobierno, el líder del PP soltó la estocada: “Como diría un gran estadista europeo, ¿esto qué es, insolvencia o mala fe?”. Del Poder Judicial, ni una alusión, pese a que Sánchez sí había hecho un llamamiento a lograr un pacto y dejar este asunto “de lado” en la confrontación política.
Sánchez no bajó al intercambio de golpes, aunque comenzó su contrarréplica devolviendo un sarcasmo: “Gracias, señor Feijóo, por sus propuestas”. Continuó en su tono sosegado, en defender que la política de más gasto social y más impuestos a los que más ganan es la que está imperando en toda Europa, y que lo contrario ha fracasado estrepitosamente en el Reino Unido. El líder socialista se dedicó a lanzar una pregunta tras otra a Feijóo, en un intento de mostrar que este no ofrece alternativas. Olvidado aquello de “insolvencia o mala fe”, el martilleo esta vez fue con una crítica más sutil: la “indefinición” o la “ambigüedad calculada” que el presidente atribuyó al aspirante a sucederle. La idea le sirvió para lanzar su ataque más directo: “Esa ambigüedad calculada tal vez sea porque no quiere incomodar a ciertas élites que le protegen”.
El modo apaciguador de Sánchez dejó un tanto descolocado a Feijóo. El líder del PP prosiguió en su ofensiva y abundó en una idea que ya había deslizado en el discurso inicial: la supuesta falta de “amor a España” del presidente. Tal gusto le cogió Feijóo a ese ataque que acabó por enredarse en un argumento extraño: la falta de cariño de Sánchez al país se habría demostrado cuando dio su apoyo a Rajoy en 2017 para intervenir la autonomía catalana.
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