El defecto vendaval del ‘experimentado’ Feijóo
El líder del PP aparca su perfil moderado con una dura diatriba general contra el presidente. Sánchez ironiza sobre su “experiencia” en Galicia, aunque ambos preservan el inminente pacto judicial
El promocionado efecto Feijóo tuvo un defecto en su diatriba general al Estado de la nación que destripó este martes en el Senado: su exceso. Su visión de la España de Sánchez es catastrófica. Difícil imaginarla peor. Arrambló contra todo lo que ha hecho Sánchez, contra lo que no ha hecho y contra lo que tiene pensado hacer. Le atacó y descalificó por todos los frentes, con los peores datos propios y maquillados que padece ahora el país, tras dos años de terrible pandemia y otro, casi, de secuelas por una guerra. Ese contexto no le pareció relevante a Feijóo, que retrató a España y su actual presidente con un vendaval de nubarrones de tal calibre que parecería insensato para cualquiera pretender recoger dentro de un año esa herencia si logra gobernar.
El presidente le tuvo que recordar al final a Feijóo que “menos mal que no venía a insultar a la política española” e ironizó varias veces sobre su pregonada “experiencia” como gobernante en Galicia, que Sánchez no reconoció. Ese tono suficiente de Feijóo molestó en La Moncloa, que refutó su supuesta moderación y su falta de propuestas. Sánchez le reprochó que abusase de “bulos, mentiras y datos falsos”. Menos mal que, al menos, preservaron las negociaciones en marcha y casi cerradas para salvar el pacto para renovar los principales órganos de la justicia. Feijóo no quiso ni mencionar ese asunto y Sánchez lo hizo dos veces, de pasada, en un ejercicio mágico de ambos de puro equilibrismo pragmático.
El líder del PP no se ciñó al asunto a debate, las medidas planteadas para paliar la crisis por la guerra en Ucrania, y formuló una enmienda a la totalidad de Sánchez. No pudo hacer antes del verano el debate de la nación, en septiembre se tuvo que limitar a una pregunta con siete minutos de control que tampoco le llenó demasiado y este martes no quiso perder la oportunidad de medir su nivel parlamentario nacional y el de su desconocida alternativa con el jefe de Gobierno. Su oratoria resultó apocalíptica, casi como la de su antecesor, Pablo Casado, en sus días más temerarios. Su oferta distintiva se limitó a entregar al presidente del Senado los documentos con algunas de sus ideas que en estos meses ya había enviado a La Moncloa sin mucho éxito y exigir al presidente que retirase “las hipotecas generales del Estado”, que fue como denigró el proyecto de Presupuestos que el Ejecutivo acaba de llevar a las Cortes y ya negocia con sus socios.
En muchos aspectos, y no solo vitales, Feijóo aún sigue instalado en Galicia, de donde emigró en abril pasado para liderar el PP nacional. En el debate, en bastantes pasajes, ejerció más aún como expresidente de la Xunta que como líder de la oposición estatal. Le molesta especialmente a Feijóo que Sánchez se atribuya planes, propuestas, iniciativas, vacunaciones o partidas que se nutren de fondos del Estado, pero que gestionan las autonomías, como si no fueran nada suyo. Hasta recuperó una frase que en su anterior duelo dialéctico le achacó Sánchez sobre su falta de “solvencia o mala fe” para despreciar todas las previsiones económicas del Gobierno, la inflación, la deuda, el tamaño del Consejo de Ministros (que prometió reducir en un 30% y en un 50% los altos cargos), su combate contra la desigualdad o la pobreza.
Sánchez le rogó en vano a Feijóo que se definiese sobre algo concreto, alguna sugerencia para mejorar la vida de la gente perjudicada por esta crisis, que dejase a un lado su “calculada ambigüedad” especialmente hacia los más pudientes y pisase “algún cristal”. Tampoco ahí le hizo caso. Salió en la réplica final Feijóo y acusó a Sánchez de insultarle, hacer “el ridículo”, “no tener sentido de Estado” ni escuchar a Felipe González, también de vivir “fuera de la realidad de la calle”. Sánchez pretendía confrontar su modelo socialdemócrata del Estado del bienestar con el neoliberal de Feijóo. Feijóo fue a buscar a Sánchez, pero no se encontraron en el mismo cenagal.
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