El colegio y la maldición bíblica
La escuela no tiene exactamente las mismas funciones que tenía en su origen. Cada vez más, la educación es un elemento de segregación y no de igualación
El secretario general del Partido Socialista en la Comunidad de Madrid, Juan Lobato, ha propuesto ampliar el horario de apertura de los colegios para que los niños puedan pasar allí más horas fuera del horario lectivo. Como suele ocurrir, el debate se aborda menos desde la técnica que desde la moral (o, como ha escrito Sergio del Molino, desde el moralismo).
Las voces más exaltadas decían que nunca dejarían a su hijo, digamos, 12 horas, en un centro: como ocurrió con el divorcio o el aborto, siempre hay alguno que cree que lo que está permitido es obligatorio. Señalaban que el problema son los horarios laborales. No es incompatible: podemos defender horarios más racionales y que los colegios estén más tiempo abiertos. En un país con muchos autónomos y pequeñas empresas —y modelos de familia— las medidas circunscritas a la legislación laboral tienen un efecto limitado.
Otros, en la comunidad educativa, se han opuesto, diciendo que el centro debe ser el niño y no los padres. Un informe reciente de EsadeEcPol señalaba que la jornada continua se ha extendido en muchos colegios públicos, sobre todo en educación infantil y primaria. No hay datos claros de las ventajas para los alumnos, pero sabemos que beneficia a los docentes: poner en el centro a los niños suele significar eso. Y sabemos también que perjudica a las familias. Según la Encuesta de Condiciones de Vida, la pérdida de ingresos a consecuencia de la jornada escolar matinal ronda los 8.000 millones de euros. Casi un 70% del impacto se concentra en los salarios de las madres.
Algunos señalan, con razón, que no es la función primaria de la escuela ni una solución completa. Pero la escuela tampoco tiene exactamente las mismas funciones que tenía en su origen. Alumnos con más recursos pueden tener más horas de formación extra: cada vez más, la educación es un elemento de segregación y no de igualación. Muchas veces se habla de las ventajas de la infancia en los pueblos: básicamente más horas para estar en un sitio seguro con tus compañeros. Ampliar el horario puede tener algo de las dos cosas.
El trabajo es una maldición, como contaba la Biblia. Y la especialización es otra: ya sabemos que sería mejor poder cazar por la mañana, pescar por la tarde, cuidar el ganado al crepúsculo y dedicar la noche a la crítica. Mientras eso se arregla, habrá que ir solucionando los problemas poco a poco y en varias direcciones. @gascondaniel
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