¿Qué hacemos con los aviones privados?
Una propuesta lanzada por el ministro de Transportes francés para restringir el uso de reactores particulares agita el debate en las redes
Si hay un símbolo del lujo al más alto nivel, el tipo de lujo que solo muy pocos pueden disfrutar, ese es volar en un avión privado. Nada de adaptarse a los horarios de las aerolíneas comerciales, o tener que esperar tu turno para que te sirvan la comida, aunque se viaje en primera clase. Los reactores privados permiten despegar por la tarde en Madrid para cenar en París. O, en los viajes de trabajo, hacen posible que los líderes empresariales y políticos se desplacen a múltiples destinos en unos pocos días sin perder tiempo, no como el ciudadano de a pie, que debe pasar para ello horas y horas en los aeropuertos. El uso de esos aparatos, cuestionado desde hace tiempo por motivos medioambientales, está siendo objeto de polémica estos días en las redes sociales, donde algunas cuentas vigilan esos selectos viajes de determinados millonarios y famosos.
Una propuesta del ministro de Transportes francés, Clément Beaune, ha avivado el debate en las últimas semanas en Europa. Beaune considera que hay que limitar el uso de los aparatos privados y que las restricciones deberían tenerse en cuenta en el conjunto de la UE. Su comentario, enmarcado en el plan de ahorro energético que ultima el Gobierno francés de cara al invierno, coincide con que en Twitter han empezado a circular cuentas en el país vecino que monitorizan los vuelos de los multimillonarios franceses, que han levantado la indignación de parte de la opinión pública, que ve cómo los más ricos emiten dióxido de carbono en sus aviones mientras se suceden las restricciones al consumo de gas y electricidad.
C'est la fin des vacances pour l'avion de FH Pinault 😢
— I Fly Bernard (@i_fly_Bernard) August 26, 2022
Vol retour Los Angeles --> Londres, puis Londres --> Paris.
46 tonnes de CO2, ce n'est pas vraiment la fin de l'abondance non 🤔 ? pic.twitter.com/5u7G0nTygc
“Los ricos irán en jet a Qatar a ver partidos de fútbol en estadios climatizados y a nosotros nos pedirán que no nos duchemos con agua caliente porque se acabó la era de la abundancia”, se queja un tuitero. Aunque otro le contesta: “No se jugará en estadios con aire acondicionado porque el Mundial se ha movido a diciembre porque hay 25 grados y no se necesita aire acondicionado. Los jets representan solo el 0,1% de las emisiones, ¡menos que los automóviles y los centros de datos!”.
La guerra de datos predomina en los mensajes: cuánto emiten estos aviones, cuánto pagan las empresas del subsector por ello... “La mayor compañía de jets privados ha declarado el equivalente a 1.430 veces la huella de carbono anual de un francés, pero… no ha pagado nada al (disfuncional) mercado de derechos de emisiones”, destacaba hace unos días Manon Aubry, eurodiputada de La Francia Insumisa. Los aviones privados no entran en el Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la UE, que por ahora solo se aplica a las aerolíneas comerciales.
Otros tuiteros, políticos o no, destacan la necesidad de contextualizar el problema. Si se prohibieran estos reactores, el impacto en el total de la aviación, una industria altamente contaminante, sería limitado: suponen un 4% de las emisiones del sector, que en 2018 fueron en conjunto el 2,4% de las emisiones globales. Estos porcentajes pueden parecer pequeños, pero si la industria de la aviación fuera un país, sería el sexto más contaminante del mundo. Además, quienes viajan en reactor privado (casi un 1% de la población mundial) generan el 50% de las emisiones de carbono del sector, según Transport & Environment, un grupo europeo que impulsa el transporte limpio.
Cuentas como I fly Bernard, creada en abril de 2022 y bautizada así por el magnate del grupo de lujo LVMH, Bernard Arnault, dan cuenta a diario de las idas y venidas aéreas de los multimillonarios. “Fin de las vacaciones para el avión de FH Pinault [François-Henri Pinault, uno de los empresarios más ricos del mundo]: vuelo de vuelta de Los Ángeles a Londres, y después de Londres a París, 46 toneladas de CO2″, detallaba un tuit el 26 de agosto. Hay multitud de cuentas como esta, no solo en Francia, sino también en EE UU, donde llevan más tiempo funcionando. Entre las más populares figura la de Jack Sweeney, quien se ha hecho famoso por usar bots para rastrear los aviones privados de multimillonarios como Elon Musk (recientemente, se publicó que voló nueve minutos para recorrer 55 kilómetros), Jeff Bezos o algunos oligarcas rusos.
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