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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El imperativo de ahorrar

La Unión Europea reclama la colaboración ciudadana para hacer un uso racional de los recursos energéticos

La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera (izquierda), y su homóloga francesa, Barbara Pompili, en Bruselas en febrero.
La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera (izquierda), y su homóloga francesa, Barbara Pompili, en Bruselas en febrero.FRANCOIS WALSCHAERTS (AFP)
El País

El ahorro y la eficiencia energética forman parte de las medidas de la Unión Europea para avanzar en la transición verde. Pero este es uno de los objetivos de la agenda climática que más cuesta cumplir porque exige la colaboración de toda la sociedad. Con la crisis provocada por la guerra en Ucrania, el ahorro energético ha pasado de una recomendación a convertirse en un imperativo social del que nadie puede desentenderse. El riesgo de que Vladímir Putin corte el suministro del gas que llega de Rusia obliga a adoptar medidas drásticas de ahorro y reducción de los consumos.

Los gobiernos europeos más afectados por la amenaza han intensificado los llamamientos a la colaboración ciudadana en previsión de un invierno sin energía suficiente. No basta con buscar fuentes alternativas de suministro y asegurar que los depósitos de gas estén colmados cuando llegue el frío. La posibilidad de restricciones es una amenaza real y, para minimizar sus consecuencias, es importante involucrar a los ciudadanos en las medidas de ahorro, pues ellos tienen el control del mando de la calefacción o del aire acondicionado. El consumo doméstico representa el 37% de todo el gas que se consume en la Unión Europea. Cuanto mayor sea el ahorro derivado de las decisiones individuales sobre consumo, menor será el riesgo de aplicar restricciones.

Es muy importante que la ciudadanía, los gestores públicos y los responsables de las industrias tomen conciencia de la necesidad de adoptar patrones de austeridad energética. La necesidad obliga, pero también debemos tomar esta situación adversa como un acicate para hacer un uso más racional de los recursos energéticos y avanzar por un camino de contención que de todos modos tendríamos que recorrer más pronto que tarde para combatir los efectos del cambio climático. Una variación de dos o tres grados en la temperatura de confort en el hogar o en los edificios públicos no disminuye la calidad de vida y tiene unos efectos muy notables en la demanda global de energía. Volver a secar la ropa al aire en lugar de utilizar la secadora puede ser incómodo, pero nada comparable con lo que representaría tener que aplicar restricciones generalizadas.

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Todo lo que se ahorre en los espacios públicos y en los hogares redundará en beneficio de todos, pues en un contexto de escasez energética es necesario priorizar el funcionamiento de los servicios públicos y de la industria productora de bienes esenciales. Alemania calcula que, en caso de corte súbito del suministro de gas por parte de Rusia, incluso con todos sus depósitos de reserva llenos, solo podría mantener su actividad industrial durante tres meses. Si ello ocurriera, los efectos se extenderían en cascada. Los ministros de Energía de la UE decidirán este miércoles la batería de medidas que se tienen que aplicar. Sorprende que el Gobierno de España no haya emprendido aún una campaña para estimular el ahorro energético. Aunque nuestra situación es relativamente más favorable, por la menor dependencia del gas ruso y porque disponemos de una red de seis regasificadoras que permiten transformar el gas licuado, debemos ser solidarios con los países más expuestos y, en cualquier caso, en el peor escenario europeo los precios se dispararán para todos. El argumento de que todos vamos en el mismo barco, que tantas veces se ha invocado, obliga ahora a rebajar el consumo y compartir los recursos energéticos. Nada de lo que ocurra en Europa nos es ajeno.

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