La empresa es el nuevo dogma
Los lectores opinan sobre el impacto del capitalismo en la política, la curiosa concepción de Díaz Ayuso de la redistribución, las reacciones machistas al viaje oficial de Irene Montero a Nueva York, y el exceso de información
Hace unos días leía en este diario el delicioso artículo de Azahara Palomeque que describe con perspicacia el declive de la democracia en EE UU, donde los ciudadanos se cuecen, sin darse cuenta, en un caldo de cultivo que gradualmente les paraliza y aniquila. Hoy, leyendo Miedo a la democracia de Noam Chomsky, me inquieta hasta que punto estamos todos en peligro. “La tarea es controlar el pensamiento público, que es el único peligro al que se enfrenta la empresa”, dice. Si en siglos precedentes los papas podían afirmar que “Extra Ecclesiam nulla salus”, ahora, en pleno siglo XXI, nos anuncian que fuera de la empresa no hay salvación. La empresa impone sus reglas incluso a los gobiernos. Si, además, los políticos conviven con la corrupción, los bulos, la manipulación de la opinión, el uso artero de la Justicia, el descrédito de la democracia es imparable. Los ciudadanos nos asfixiamos en una ciénaga inhabitable. Las masas inertes esperan un mesías, un Trump cualquiera, que las libere.
Juan Carlos Fraile Pérez. Madrid
Redistribuir
Imagino que la próxima propuesta de la señora Ayuso será que los bancos de alimentos se dejen de pasta, arroz y conservas y comiencen a repartir caviar, jamón cinco jotas, ostras y langostas por el barrio de Salamanca, que también tienen derecho, hombre ya; que ya está bien de dar de comer únicamente al hambriento, que eso no es libertad, ni justicia, ni propio de comunidades “socialismo free”; que los auténticos héroes de la sociedad (además de los ricos) no son los Robin Hood de turno, sino los Dooh Nibor que expolian a los ya empobrecidos para dárselo a los acaudalados. Eso sí que es redistribuir la riqueza. Lo contrario, lo de toda la vida, (el contrato social, el Estado del bienestar, etc.), es redistribuir la pobreza, y pobres en Madrid ya sabemos que no hay… Y eso que el consejero Ossorio los ha buscado hasta debajo de su atril.
David Barbas García. Pamplona
“La ministra y sus amigas”
Por qué le escocerá tanto a la derecha rancia de este país que cuatro mujeres jóvenes aparezcan sonrientes y en plan distendido en un selfi con la ciudad de Nueva York de fondo; es decir, “la ministra y sus amigas”, en palabras de Núñez Feijóo, o tildándolo como “una fiesta de pijamas” por el portavoz de Vox, cuando no como “patio de colegio”, en opinión del de Ciudadanos. Esas cuatro mujeres: la ministra de Igualdad, la secretaria de Estado y dos asesoras del departamento, estaban en Nueva York por motivos de agenda de trabajo con una delegada de la ONU en asuntos de derechos de la mujer, así como con la Casa Blanca. Cómo duele en los genes machistas de la derecha española, que las cuatro sean mujeres y no hombres, y para colmo, sonriendo.
Francisco José Eguibar Padrón. Madrid
‘Rumore, rumore’
Cómo Raffaella Carrà no puedo oír más que rumore, rumore. Todo el día ruido. Al contrario de lo que es mi vocación —la comunicación—, cada vez quiero estar más conectado con la realidad próxima y menos con el mundo. Me abruma la cantidad de datos. La sociedad líquida se ha convertido en un perro persiguiendo su cola, mecida por el sopor de un dilema infinito entre la información y la paz mental.
Andrés Rodríguez Baeza. Reus (Tarragona)
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