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Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Se busca oposición

Para una democracia es sano que el poder vaya y venga entre distintas visiones de país y que estas se vean representadas por voces autorizadas dentro y fuera del escenario político

Gustavo Petro habla durante la entrega del informe de la Comisión de la Verdad, el pasado 28 de junio, en Bogotá.
Gustavo Petro habla durante la entrega del informe de la Comisión de la Verdad, el pasado 28 de junio, en Bogotá.NATHALIA ANGARITA (Bloomberg)

Si quedaba alguna duda de que en Colombia los partidos políticos no representan ideal alguno, afortunadamente fue elegido Gustavo Petro como presidente para demostrarlo o, por lo menos, dejarlo en evidencia.

Estos quince días posteriores a la elección han sido perfectos para poner en blanco y negro la realidad de una política que solo está mediada por intereses burocráticos y clientelares, antes que por el bienestar de los colombianos o el sueño de un ideal de país.

El más vulgar de los ejemplos lo ha dado el Partido Conservador, del cual uno esperaría una férrea y poderosa oposición a las propuestas progresistas del gobierno petrista. No en vano, desde su fundación en 1849, ese partido siempre representó la defensa de la propiedad privada, la defensa de los principios de la Iglesia Católica, un apoyo irrestricto a las Fuerzas Armadas y el impulso a los sectores más reaccionarios de la sociedad. Es decir, todo lo contrario a lo que hoy representa Petro para Colombia y el mundo.

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¿Qué hace el Partido Conservador en negociaciones y acuerdos con el nuevo presidente? Seguramente no será defender las ideas anti LGBT de la Iglesia Católica. Tampoco creo que sea detener al nuevo gobierno en sus ímpetus de devolver el estatus civil a la Policía. Mucho menos los veo convirtiéndose en abanderados de la reforma agraria que Petro desde la campaña ha dicho que por fin se va a hacer. Los conservadores no defienden principios. Defienden los feudos de unos cuantos dirigentes que han llenado sus bolsillos y su caudal político gracias a los brazos abiertos que gobiernos anteriores siempre han tenido para ellos.

Pero los conservadores no están solos. Ya el Partido Liberal, que en primera vuelta acompañó al candidato contrario a Petro, Federico Gutiérrez, se ha asomado para decir que estará acompañando la propuesta política del nuevo presidente. El Partido de La U, que durante el gobierno Duque obró como integrante de la coalición de gobierno, ahora también acompañará a Petro. Y así va Colombia, configurando poco a poco un congreso que pareciera al unísono querer gritar SÍ a todo lo que señale el nuevo gobierno.

Y no es que esté mal que haya tal unanimismo en torno al nuevo gobierno que tanta ilusión está generando en una porción muy importante del país. Lo que sí está mal es que no haya quienes con contundencia y aplomo quieran convertirse en contrapeso ante la que parece ser una aplanadora legislativa y política.

Para una democracia es sano que el poder vaya y venga entre distintas visiones de país y que estas se vean representadas por voces autorizadas dentro y fuera del escenario político. Es sano que un gobierno no se sienta a sus anchas de hacer todo lo que le venga en gana porque lo que comienza como un ciclón tropical puede terminar como un huracán.

Colombia necesita urgente una oposición consciente. Una oposición que vaya más allá de frases de postín y griterías que incendian con el verbo, pero no construyen futuro. Colombia busca oposición a un gobierno que a muchos da esperanza, pero que a otros llena de inseguridades e incertidumbre.

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