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El incierto futuro de la derecha colombiana

Ninguna de las pulsiones del diverso espacio de la derecha parte con ventaja en la batalla que se abre por su dominio, tanto en la oposición a Petro como en las elecciones que vendrán

Jorge Galindo
El expresidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez.
El expresidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez.Fernando Vergara (AP)

La derecha colombiana no está acostumbrada a perder elecciones, y en las últimas semanas perdió dos seguidas. Primero, el 29 de mayo el candidato preferido del ámbito conservador tradicional, Fico Gutiérrez, no logró su esperado pase a la segunda vuelta. Después, la figura anti-establishment a la que se adhirieron para evitar la victoria del izquierdista Gustavo Petro, Rodolfo Hernández, se quedó a tres puntos y 700.000 votos. Esto, a pesar de que su resultado no fue pobre en perspectiva comparada: logró aunar a un 27,2% del total de los votantes habilitados, un nivel similar al que llevó a Duque a la presidencia en 2018, y por encima del arrastre que tuvo tanto el derrotado Óscar Iván Zuluaga en 2014 como el victorioso “no” en el plebiscito sobre los acuerdos de paz con las FARC dos años después.

Estas cuatro candidaturas, comparadas entre sí, expresan en cierta manera las opciones que la derecha colombiana tiene ante sí, y entre las que se moverá tanto su papel de oposición al nuevo gobierno como de futura alternativa al mismo en los siguientes procesos electorales. Así, mientras Óscar Iván Zuluaga encarnó una candidatura encajada dentro del estereotipo conservador (orden, institucionalidad, seguridad, valores familiares, libertad económica y de empresa), y con esa propuesta perdió en una campaña marcada por las negociaciones que en ese momento cursaba el gobierno Santos con la entonces guerrilla de las FARC, en el plebiscito de 2016 ese mismo aparato ideológico se puso al servicio de una sola causa: el cuestionamiento de que los acuerdos de paz fueran lo mejor para el país y lo más justo con su historia. Por apenas 50.000 votos, esa inversión de factores funcionó, ciertamente con una participación más baja y con un hueco especial en la costa Caribe debido al huracán que dejó a municipios enteros en casa. Pero solo dos años después la derecha ganaría en esa misma zona del país: Iván Duque, una opción que se presentaba como moderada y tecnócrata.

Si ponemos a estas tres candidaturas a competir con la de Rodolfo Hernández por ver quién sacó más porcentaje de votos municipio a municipio, nos resulta la forma esencial del puzzle territorial al que se enfrentan las derechas colombianas: siempre muy dependientes del contexto de cada elección, resulta que el Duque de 2018 fue la candidatura con un alcance territorial más transversal, especialmente en ambas costas, y muy especialmente en la norte.

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También en Antioquia, corazón de la derecha colombiana del siglo XXI en torno a la figura del expresidente Álvaro Uribe.

Pero Zuluaga fue mucho más competitivo en el centro y sur del país, incluyendo algunas zonas que tocan en los Llanos Orientales y en la capital: Bogotá concentra normalmente alrededor de un 20%-30% de los votos de cualquier candidatura vencedora a la presidencia de Colombia.

Rodolfo Hernández destacó en los Santanderes, su zona natal, y hasta cierto punto en la corona norte y este de Bogotá. Resulta por último interesante constatar que el “no” al plebiscito fue competitivo en el interior del territorio Pacífico, una zona especialmente golpeada por los conflictos entre diversos grupos armados.

Una valoración apresurada de este mapa así como de los análisis departamentales podría llevar a la conclusión de que una candidatura moderada y orientada a las soluciones técnicas como la que representaba Iván Duque en 2018 fue la mejor opción para la derecha colombiana. Pero ese argumento ha quedado fuertemente debilitado después de sus cuatro años de mandato y la baja valoración entre la ciudadanía del gobierno saliente. La derecha más ideológica ha hecho valer este aparente fracaso como un argumento para una plataforma más escorada hacia el extremo, pero la derrota de ‘Fico’ (que, sin pertenecer al ala ultra, sí era un perfil más ideológico que otras alternativas barajadas hasta marzo como la del exalcalde bogotano Enrique Peñalosa o la del propio Rodolfo) en primera vuelta sirve como contra-argumento. La opción anti-establishment tampoco ha sido especialmente competitiva, a pesar de que casi logró los once millones de sufragios que habrían resultado de la suma de Rodolfo y Fico en primera vuelta.

Así, ninguna de las pulsiones dentro del amplio y diverso espacio de las derechas parte con la ventaja de los datos en la batalla que se abre por su dominio. Esta ausencia de respuestas claras solo aumentará la probabilidad de que las divisiones se profundicen. La única tabla de salvación para la unión, o la más clara al menos, será la oposición al gobierno entrante de Gustavo Petro: la polarización como huída hacia adelante, al menos hasta que se vuelva a iniciar el baile de candidatos de cara a 2026.

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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