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ANATOMÍA DE TWITTER
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

48 horas de ataques a Gabriel

“Tuve ansiedad y cerré la cuenta”, comenta el joven madrileño de 18 años que fue tendencia en Twitter por querer estudiar Filología Clásica

Gabriel Plaza Filologia Clasica
Gabriel Plaza, el alumno que ha obtenido la nota más alta de la Selectividad este año en la Comunidad de Madrid, a mediados de junio.Luis millán (EFE)
Manuel Viejo

Gabriel Felipe Plaza ―“soy de Humanidades hasta la médula”―se levantó a las 6.45 el primer día de la EvAU, la nueva Selectividad de los centennials. Se preparó un sándwich mixto, una taza de leche con Nesquik y un zumito de naranja. Al día siguiente, más de lo mismo. Conviene no tocar los rituales matutinos si alumbran mañanas gloriosas. Semanas más tarde, llegaron los resultados: un 10 en todos los exámenes. Bueno, en todos, no. En alemán obtuvo un 9,75. La nota final: 13,964. A 36 milésimas ―se dice pronto, se estudia mucho, se ve poco― de la nota más alta posible. El mejor alumno de todo Madrid: la cima.

Ante semejante hazaña, Carles Francino fue uno de los primeros en charlar con él en una deliciosa entrevista en La Ventana, en la Cadena SER. Plaza salió del anonimato de su barrio madrileño de Canillas. Del instituto público donde estudiaba al epicentro del mundo digital. Ahora mismo, si uno teclea su nombre en Google obtiene 652.000 resultados, la mayoría con su rostro. Hace 15 días ni aparecía, claro.

Ser viral en Twitter se asemeja mucho a la célebre frase de Andy Warhol: “En el futuro, todo el mundo será famoso durante 15 minutos”. O semanas. Esto tiene pinta de años… Aquella tarde de radio, Plaza, de 18 años, contaba los motivos por los que iba a estudiar Filología Clásica. “Es mejor hacer lo que te gusta. Prefiero la felicidad al éxito seguro”. Inmediatamente ―aunque algunas incluso antes― las hordas tuiteras comenzaron a increparlo e insultarlo. Dicho de otra manera: cientos de usuarios reales, escondidos con pasamontañas de perfiles anónimos y a mala fe, buscaron su perfil personal en la Red. Se dedicaron a machacarlo. De hecho, aún están visibles. “Luego nos quejamos de la precariedad”. “Vaya mierda de carrera”. “Tan esenciales no son las Humanidades cuando vivo sin ellas”. Etcétera. Sí, también hubo felicitaciones, seguramente más, incluso, pero estamos hablando de críticas a un chaval de 18 años por estudiar lo que le gusta, simplemente.

El pasado miércoles, Sergio del Molino dedicaba su columna al joven madrileño: “La burricie general ha inhibido a Gabriel, que ha declinado dar más entrevistas”. Ojiplático, escribí a una compañera de La Ventana, que me facilitó su número. Plaza contestó inmediatamente: “Llámame a las seis”.

―¿Qué tal estás?

―Me he sentido muy abrumado. Tuve que desactivarme la cuenta.

Apagó la red social durante 48 horas. “En redes todo se masifica. No estoy acostumbrado a esto”. ¿Por qué crees que la gente actúa así? “Las redes te conectan con muchísimas personas. Estamos expuestos a estímulos y a ver las vidas de los otros. Tras la barrera del anonimato, resulta más fácil opinar sobre los demás que hacerlo con nombre y apellidos”. Al rato, habla sin tapujos de la ansiedad: “Sí, tuve mucha. A eso se sumó el cansancio acumulado. Casi me da un chungo en la calle. Me tuve que sentar y parar un rato. Sé que todo es normal. Ya conozco la ansiedad bien porque no es la primera vez. Ahora, me vino por momentos de estrés. ¡No paraba de recibir notificaciones!”.

A ello se sumó, cómo no, ver su nombre en muchos medios de comunicación digitales, algunos perversos. Con titulares agresivos, buscaban el clic fácil con su imagen. “Me han dado ganas de mandarlos a la mierda, directamente”. Un carrusel de 48 horas con su nombre por todos lados. Y, pese a todo, no cambia el rumbo. “¿Qué hay más útil que estudiar lenguas? Nos están poniendo por las nubes las nuevas tecnologías y la productividad, pero eso no puede ser todo en la vida. No todo es el dinero”. Ahí queda eso.

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Sobre la firma

Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

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