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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El BCE y las primas de riesgo

La decisión de comprar deuda de países en dificultades llega sin suficiente firmeza para controlar la especulación

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, el miércoles en Londres tras recibir un reconocimiento académico de la London School of Economics.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, el miércoles en Londres tras recibir un reconocimiento académico de la London School of Economics.GLYN KIRK (AFP)
El País

La medida anunciada este miércoles por el Banco Central Europeo (BCE) quiere evitar la “fragmentación” de la zona del euro y con ella busca impedir la vuelta a las altas primas de riesgo, esto es, a la diferencia en el coste del dinero entre lo que los mercados exigen a los países del Sur y lo que le piden a Alemania. La decisión quiere reforzar la credibilidad de su propósito de comprar, al vencimiento de los activos actuales, tantos bonos italianos, españoles, griegos y portugueses como sean necesarios, aunque el comunicado lo diga solo de forma implícita. Si no se lograse ese objetivo, la moneda única entraría en vaivenes difíciles, desconocidos desde hace mucho tiempo, y la “transmisión de la política monetaria” a todos los socios se haría imposible, pues por definición se elabora y aplica para el conjunto de miembros de la eurozona.

La reacción de los mercados a las vagas promesas de la semana pasada de Christine Lagarde ha sido agresiva, sobre todo desde sus segmentos más especulativos. No logró convencer a los inversores de su firmeza, y los mercados se han cebado con la parte más débil de la ecuación, los bonos del Sur. En consecuencia, las primas de riesgo se dispararon el martes a niveles no vistos desde la primera ola de la pandemia y más allá: el diferencial de los bonos griegos frente a los alemanes escalaba a los 298 puntos; 247 puntos en el caso de Italia; 137 puntos para los españoles, y 135 para Portugal. Cuando aún no se ven los presuntos beneficios del endurecimiento monetario para frenar la inflación, ya se perciben los perjuicios para las haciendas de los países menos aventajados.

Fráncfort quiso este miércoles dejar claro que podrá comprar de forma prioritaria deuda de países en apuros y que empezará a hacerlo ya. El jueves pasado, únicamente dejó abierta la posibilidad, al insinuar que la entidad podría “ajustarse en cualquier momento” de manera “flexible en el tiempo, entre clases de activos y entre jurisdicciones”, es decir, entre unos países y otros, protegiendo más a los más vulnerables, grandes o pequeños. También ha prometido crear el colchón que muchos reclamaban ante una política monetaria más restrictiva: un nuevo mecanismo para sustituir al programa de compra de bonos para asegurar un impacto no discriminatorio y equivalente para todos sus socios. Lo hará dando un papel en su diseño a los bancos centrales nacionales, lo que equivale a un guiño al más potente, y uno de los más duros: el Bundesbank.

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La reunión urgente del BCE y el anuncio posterior han rebajado la presión sobre las primas de riesgo, pero moderadamente, solo a niveles de la semana pasada. Fráncfort va a tener que esforzarse más. Si el énfasis del comunicado emitido este miércoles hubiese sido más solemne, en la línea taxativa de Mario Draghi en la crisis del euro de 2012, el impacto hubiera sido mayor. Y si la creación del nuevo mecanismo antifragmentación se hubiese presentado de forma más rotunda y menos improvisada, quedarían pocas dudas de que los especuladores arriesgan en vano. A la consejera alemana del BCE, Isabel Schnabel, conservadora y prudente, se la entendió mejor cuando afirmó rotundamente en la Sorbona que “el compromiso” del BCE con el euro y contra su fragmentación “no tiene límites”.

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