Abolir la prostitución no es suficiente
Si hay consecuencias no deseadas miraremos hacia otra parte, porque en la lucha contra el mal lo que importa es sentirse bien

La abolición de la prostitución es un paso necesario pero insuficiente. El PP y el PSOE se han puesto de acuerdo, como en las grandes ocasiones: la prisión permanente revisable, el reparto de los órganos constitucionales o la regulación audiovisual que desprotege a los productores independientes. Ejemplifica un consenso: las mujeres son libres de hacer con su cuerpo lo que nosotros digamos. Hay diferencias acerca de lo que se dice que pueden hacer, pero son detalles. Como ha señalado la izquierda, la ley no facilita que el trabajador ―que puede no ser una mujer, pero ya nos entendemos― encuentre otro medio de vida ni se preocupa de lo material. El proxenetismo ya estaba penado y la nueva regulación, que extiende el castigo a casos sin relación de explotación, introduce zonas borrosas, pero ya se aclararán los jueces. “El hecho de convenir la práctica de actos de naturaleza sexual a cambio de dinero u otro tipo de prestación de contenido económico [sic] será castigado con multa de 12 a 24 meses” es algo que se aplica al proxeneta y no al prostituido, que no tiene agencia. Tampoco se ha hablado con los colectivos de mujeres que practican la prostitución, pero ¿qué podría aportar la gente directamente implicada? En otras cuestiones, como el aborto, la prohibición empeora las cosas, pero este caso es distinto. Lastra decía que el 95% de las prostitutas son víctimas de explotación sexual. Ya aclaró el Defensor del Lector que ningún estudio riguroso avala ese porcentaje, pero las cifras son para hacerse una idea. Abordar un problema con buenas intenciones, torpeza legislativa, datos inciertos, atribuyendo motivos espurios al discrepante y sin escuchar a los implicados parece una manera peculiar de avanzar hacia un resultado positivo. Y si la abolición del proxenetismo a través de su ampliación conceptual abre el camino a la extinción de la prostitución, el objetivo va más allá. Es el fin de la crueldad, la guerra y el hambre; también el fin del trabajo, que no solo es una maldición bíblica sino muchas veces un engorro, lleno de reuniones por Zoom, clientes tediosos y compañeros impertinentes, proclive a provocar situaciones de acoso, desigualdad y mal humor en general, por no hablar de las emisiones de carbono y del tiempo que roba a la familia o el gato. Un día no tan lejano lo conseguiremos, y si hay consecuencias no deseadas miraremos hacia otra parte, porque en la lucha contra el mal lo que importa es sentirse bien. @gascondaniel
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