_
_
_
_
_
Anatomía de Twitter
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Periodistas y políticos, amigos del alma

No es una tontería reclamar imparcialidad e independencia a los medios de comunicación. Y dejar de normalizar, hasta el punto de alardear, las relaciones íntimas con el poder

Miguel Ángel Rodríguez rodeado de periodistas, en una foto de archivo de 2013.
Miguel Ángel Rodríguez rodeado de periodistas, en una foto de archivo de 2013.Alvaro García
Rebeca Carranco

El algoritmo de Twitter, o quizá la propia esencia de la red social, aburre un poco. Por mucho que se haga scroll, vemos variantes de lo mismo todo el rato. A Francisco Marhuenda, director de La Razón, su algoritmo le debe tener frito. “Twitter se ha convertido en un vertedero ideológico al servicio de manipulaciones, mentiras, desahogos, chorradas y disparates que dicen los comunistas y los antisistema”, opinaba el viernes en una columna sonora colgada en su perfil en la red social.

Todo a razón (chascarrillo) de una foto del usuario @barahona, que se define en su bio de perfil con el Lorem Ipsum, el texto de relleno que se utiliza en los archivos de texto. Si se usase más, nos ahorraríamos algunas groserías que se han colado sobre todo en pies de foto. Aunque las erratas más maravillosas son las de edición, como cuando el periodista Manel Serras llamó “mangante italiano”, en lugar de magnate, a Flavio Briatore en las páginas de este diario. Pero ese es otro tema.

En la foto en cuestión de @barahona, del jueves 2 de junio, se ve a Marhuenda comiendo con MÁR. Para neófitos en la materia: Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de Isabel Díaz Ayuso, y al que se atribuyen los discursos ingeniosos de la presidenta de la Comunidad de Madrid. No se nos pasase por la cabeza que fuese cosa de una mujer. Si quieren saber más de él, lean este perfil de Manuel Viejo. O miren el vídeo de su empujón a la periodista Andrea Ropero.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

El tuit en cuestión ha supuesto una polvareda que deja a los pies de los caballos a la profesión de periodista, ya de por sí bastante arrastrada: más de 3.000 retuits, casi 150 tuits citados y más de 8.400 likes. Mercenarios de la información, descarados, mentirosos, juntaletras mamporreros, prensa podrida por intereses partidistas, basuras… Y podría seguir.

Instintivamente, me pongo del lado de Marcos Lamelas, periodista de El Confidencial. “Un periodista trabajando!! Alerta!! Alerta!!”, tuitea. O de otro periodista del mismo medio (mi maldito algoritmo), Alfredo Pascual: “Un director de periódico comiendo con un asesor presidencial, llamen a Interpol y a los SWAT”. Una parte esencial del trabajo de periodistas es quedar con fuentes: cualquier persona que tenga información sobre el área que cubrimos. Obviamente, MÁR es una fuente relevante del mundo político.

En ese juego endiablado en el que participamos los periodistas, el mayor riesgo es ser manipulados. Abrevar en fuentes contaminadas sin poner distancia alguna ni contrastar lo que cuentan. Obviar el interés, más de una vez espurio, de lo que nos explican. El ejemplo más rutilante es Villarejo, quien sigue inundando con sus audios la actualidad informativa. Da vergüenza escuchar a los periodistas mendigando información. Y, a la vez, alegría creer que a quien nosotros mendigamos no nos graba.

Pero después de la columna de Marhuenda, he dejado de estar de acuerdo con mis colegas de El Confi. “El jueves fui a cenar con un gran amigo, Miguel Ángel Rodríguez. Es un gran periodista, una bellísima persona, un tipo muy serio, muy preparado, un gran comunicador”, explica el director de La Razón, que se refiere a Díaz Ayuso en términos parecidos. Eso no es trabajo, es una comida entre amigos. Puede pasar que las fuentes devengan amigos, pero son amistades sin duda repletas de banderas rojas. Más si se es director de un diario. No es una tontería reclamar imparcialidad e independencia a los medios de comunicación. Y dejar de normalizar, hasta el punto de alardear, las relaciones íntimas con el poder. Esta vez, sin que sirva de precedente, entiendo a las hordas tuiteras.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_