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Columna
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Ayuso, la negacionista

La presidenta madrileña cree que la desigualdad no es un problema, pero para percibir la existencia de las clases sociales solo hace falta existir

La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, el jueves en un pleno de la Asamblea regional.
La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, el jueves en un pleno de la Asamblea regional.Isabel Infantes (Europa Press)

El domingo pasado, Ayuso nos explicó ―ese fue el término que usó, como si fuera una maestra― que las clases sociales no existen. O, al menos, no en Madrid. No sabemos si con ello se refirió a que la diferencia entre ricos y pobres se da solamente fuera de la Comunidad, aunque la verdad es que en sus recientes viajes a capitales de la desigualdad como Washington o Bruselas, la presidenta tampoco ha mencionado nada al respecto. Quizá es que hace oídos sordos y ojos ciegos. Igual es que los miles de madrileños que se desplazan cada día del Sur pobre (donde se concentran las casas baratas) al Norte rico (donde se concentra el empleo) sean, para ella, una ilusión, una procesión fantasmal como la Santa Compaña o incluso una romería festiva, “parte de la identidad madrileña”, como dijo en otra ocasión.

“En Madrid no hay clasismo”, añadió, para hacer a renglón seguido la afirmación más clasista posible: “Aquí una persona vale según su respeto, su ilusión y sus proyectos”. Es decir, que si usted las pasa putas para pagar sus recibos, sin duda es a causa de su mala educación, su vaguería o su ausencia de objetivos vitales. “Aquí no estamos pendientes de cuánto gana cada uno”, afirmó también. Y desde luego que ella no lo está. No le echa cuenta ni a la inspección tributaria de las grandes fortunas ni a las desorbitadas comisiones que se llevó su hermano o los colegas del primo de Almeida en el Ayuntamiento.

Pero, a diferencia de su presidenta, los madrileños sí están pendientes de lo que ganan, especialmente los que no llegan a fin de mes. Esto último también lo ha intentado negar el PP ayusista muchas veces, afirmando que Madrid es la región más rica de España. Un disparate si tenemos en cuenta que el crecimiento económico revierte solamente en el 20% de los madrileños más ricos, mientras que el 20% más pobre está en un retroceso material aún mayor que en el resto del país.

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Pero para Ayuso la desigualdad no es un problema. “A mí me parece fantástico que haya ciudadanos que triunfen más que otros, lo que nos tiene que preocupar no es la desigualdad, sino la pobreza”, dijo hace unos meses. Otro disparate, porque la pobreza siempre depende de la desigualdad: las carencias que a uno le hacen ser pobre están en relación con las comodidades que vaya alcanzando la parte más próspera de la sociedad. Así, si antaño tener un smartphone era un lujo; carecer de él hoy es un factor de pobreza.

Pero los ayusers van más allá. Cuando se publicó el informe de Cáritas sobre la pobreza, alertando de que 1,5 millones de madrileños están en riesgo de exclusión, el equipo de la Presidenta se lanzó a negarlo. ¿Dónde están todos esos pobres, que yo los vea?, se preguntaba entonces el portavoz de su Gobierno.

En esta vida se puede ser negacionista de muchas cosas, máxime cuando el término se ha erigido como la carta perfecta para acabar con cualquier debate: del cambio climático, de las vacunas, del Holocausto, del género… Pero, de entre todas ellas, la escogida por Ayuso seguramente sea la peor. Y es que para percibir la existencia de las clases sociales solo hace falta existir. No es necesario ni leerse los informes del IPCC, ni ser farmacólogo, ni estudiar Historia, ni ponerse “las gafas moradas”. Existir, claro, más allá de los confines del barrio de Salamanca.

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Sobre la firma

Ana Iris Simón
Ana Iris Simón es de Campo de Criptana (Ciudad Real), comenzó su andadura como periodista primero en 'Telva' y luego en 'Vice España'. Ha colaborado en 'La Ventana' de la Cadena SER y ha trabajado para Playz de RTVE. Su primer libro es 'Feria' (Círculo de Tiza). En EL PAÍS firma artículos de opinión.

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