Inflación bajo control
El FMI pronostica una moderación de las subidas de precios para finales de este año con un crecimiento que resiste los efectos de la guerra
Ante las cifras calamitosas que a menudo llegan a diario, las previsiones para la economía de 2022 y 2023 que esta primavera ha ofrecido el Fondo Monetario Internacional suponen un cierto contraste optimista. Su última actualización es especialmente relevante porque por primera vez incluye el efecto de la invasión rusa de Ucrania y su impacto en los mercados y la economía internacional. Con todas las salvaguardas necesarias, la institución prevé un crecimiento económico global de un 3,6%, ocho décimas menos que en su previsión de enero. En el caso de España, pronostica un crecimiento del 4,8% para 2022, lo que supone un punto menos de lo previsto antes de la guerra y en línea con lo que pronosticaba recientemente el Banco de España. Los datos confirman el fuerte efecto global de la guerra en los mercados internacionales, registran la pérdida de dinamismo económico y también una notable alza de precios. Para el caso de la eurozona, alcanzaría de promedio anual para el año 2022 un 5,3%, una cifra similar a la de España. Esta subida de la inflación en Europa supone un importante incremento desde el 3% estimado en su anterior revisión, añadiendo además que el episodio inflacionario tendrá una duración mayor de lo inicialmente previsto.
El Fondo, sin embargo, pronostica una moderación de los precios a partir de la segunda mitad del año y, sobre todo, en 2023, cuando la inflación sería de un 2,3% en la eurozona y un 1,3% en España. Los motivos de esta caída hay que buscarlos en la previsible moderación de precios de la energía, que podrían estar ahora cerca de sus máximos, y el efecto retrasado sobre otros productos, particularmente los alimentarios, que se prolongará hasta 2023. En otras palabras, el Fondo no prevé para los próximos años una espiral de inflación descontrolada, sino más bien un episodio de subida de precios que comenzará a disolverse, para las economías desarrolladas, a partir del verano de 2022, normalizando paulatinamente la situación durante 2023.
Con todas las incertidumbres encima de la mesa, pueden sacarse varias conclusiones. La primera es que, teniendo en cuenta los efectos retrasados de la política monetaria, el Banco Central Europeo deberá graduar su política monetaria, evitando una subida súbita de tipos de interés que estrangule el crecimiento económico. En segundo lugar, sigue siendo necesario un pacto de rentas ateniéndose al índice de precios previstos a largo plazo. Si los agentes económicos actúan con prudencia y responsabilidad, podemos dejar pasar este episodio de inflación y volver a cierta estabilidad de precios que facilitaría un crecimiento económico equilibrado y sostenido en el tiempo. Mientras tanto, la prioridad insoslayable tiene que seguir siendo la población que padece de forma más directa y grave la subida de la energía y la alimentación.
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