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El FMI pide centrar en los más vulnerables las ayudas frente a las alzas de la energía y la comida

El organismo llama a los Gobiernos a la prudencia en el gasto ante el “limitado” espacio fiscal y los “mayores riesgos” para las finanzas públicas por la guerra y la inflación

Varios automovilistas repostan en una gasolinera de Bethesda (Maryland, EE UU), el martes de la semana pasada.
Varios automovilistas repostan en una gasolinera de Bethesda (Maryland, EE UU), el martes de la semana pasada.JIM LO SCALZO (EFE)
Ignacio Fariza

Ni subsidios generalizados ni rebajas indiscriminadas de impuestos para hacer frente al alza de la energía y los alimentos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha llamado este miércoles a los Gobiernos a centrar las ayudas en las capas más vulnerables de la población, evitando acciones que puedan tener “consecuencias indeseadas y alto coste fiscal” en un momento de “elevada incertidumbre” sobre las finanzas públicas. El aviso llega en un momento especialmente crítico, tras dos crisis consecutivas —la financiera de 2008 y la del coronavirus de 2020— que han mermado los ingresos y disparado los niveles de deuda a lo largo y ancho del globo. Por eso, el Fondo advierte sobre el escaso margen fiscal de algunos países, que podría verse más estrechado si los bancos centrales suben tipos en los próximos meses.

“Muchas de las medidas anunciadas hasta ahora no han sido dirigidas, como los subsidios a los carburantes, y contribuirán a aumentar los déficits fiscales, como ya ha ocurrido en anteriores episodios de encarecimiento de las materias primas”, apunta el organismo multilateral en su última actualización de su Monitor Fiscal. “Los subsidios generalizados son costosos, expulsan los gastos productivos, reducen los incentivos a los productores, llevan al sobreconsumo y, en el caso específico de la energía, benefician desproporcionadamente más a los hogares de mayores ingresos”, critica.

Buena parte de los pasos dados por los Gobiernos para tratar de paliar este zarpazo, alegan los economistas del Fondo, están evitando que los precios domésticos de productos energéticos y alimentarios “se ajusten y esto puede exacerbar los desequilibrios entre la oferta y la demanda global, poniendo aún más presión sobre los precios internacionales, provocando escasez y dañando especialmente a los países de menor renta, que tienen menor espacio fiscal”. Por el contrario, enfatizan, “permitir que la subida de los precios internacionales se trasladase al plano doméstico, crearía los incentivos adecuados para ajustar la demanda (por ejemplo, promoviendo un uso más eficiente de la energía) y la oferta (aumentando la inversión en energías renovables o la producción de alimentos)”.

Para reforzar su argumento, el organismo comandado por Kristalina Georgieva echa mano de una experiencia reciente: la de la pandemia. “La política fiscal tiene un papel que jugar cuando las cosas van mal, protegiendo a los más vulnerables del impacto sobre los presupuestos familiares. (...) Como en 2020 y 2021, los Gobiernos deben actuar para proteger a las personas. Pero, como entonces, también es crucial que las políticas elegidas sean temporales, selectivas y temporales dado el limitado espacio fiscal y los mayores riesgos para las finanzas públicas”, remarca. El lunes, también en el marco de su tradicional reunión de primavera, el FMI sugirió a los Gobiernos que aplicasen subidas temporales de impuestos a las empresas con “beneficios excesivos”.

La doble cara de la inflación sobre las cuentas públicas

El entorno de precios claramente al alza tiene una doble vertiente para las finanzas públicas. Por un lado, las subidas generalizadas de la inflación constituyen uno de los mecanismos más recurrentes y efectivos para reducir el endeudamiento. Así lo dicta la historia y así lo ha reconocido también el Fondo este miércoles: “Es cierto que las sorpresas inflacionarias contribuyen a reducir los ratios de deuda”. Según sus cálculos, esa “sorpresa inflacionaria” ya redujo la deuda pública de los países ricos en 1,8 puntos porcentuales y la de sus pares emergentes, en 4,1. Sin embargo, apostilla, ese alivio no solo “suele ser temporal” sino que “en un régimen de alta inflación permanente, el atractivo de los bonos soberanos se vería socavado, complicando el sostenimiento de los altos niveles de deuda”.

Los fiscos, especialmente en las economías avanzadas, concluyen los técnicos del FMI, “deben prestar atención” a esta nueva realidad inflacionista: “El panorama fiscal sigue estando sujeto a una elevada incertidumbre, dado que las consecuencias completas de la guerra y de las sanciones sobre Rusia siguen siendo desconocidas y variables entre países”, avisa. “Hay grandes riesgos, tanto en el horizonte del déficit como en el de la deuda, especialmente si el crecimiento económico decepciona o si las dinámicas de la inflación continúan sorprendiendo”.

Aunque aún es imposible conocer los efectos en toda su extensión, la invasión rusa de Ucrania ya está haciéndose patente en los fiscos de la eurozona. Si antes de la ofensiva los déficits primarios (una métrica que ya descuenta los intereses de la deuda) de los países del euro apuntaban a una reducción media de alrededor del 2,5% del PIB en 2022, ahora esa reducción se quedará en aproximadamente un punto porcentual, según la proyección del Fondo. Para llevar a cabo este cálculo, el organismo ya incluye tanto el incremento de gasto previsto por la guerra como la revisión a la baja de las previsiones de crecimiento.

La disminución de la deuda se ve igualmente frenada tanto por el súbito empeoramiento de las condiciones macroeconómicas como por las crecientes presiones para que los bancos centrales aceleren en la retirada de los estímulos y suban los tipos de interés antes de lo previsto. En España, esta pasará del pico del 120% de 2020 a algo menos del 115% en 2024; en la eurozona, del 97% al 92%; y en el mundo en su conjunto, del 123% al 113%.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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