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ofensiva de Rusia en Ucrania
Columna
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Rimas de la historia

Nada es igual entre la guerra de Bush en Irak y la de Putin en Ucrania, pero el eco es trágico y profundamente significativo

Zelenski congreso
El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, se dirigía el martes por videoconferencia al Consejo de Seguridad de la ONU, reunido en Nueva York.TIMOTHY A. CLARY (AFP)
Lluís Bassets

Gernika rima con Mariupol. Verdún con Kiev. Los judíos exterminados por Hitler con los ucranios asesinados por Putin. El muro de Berlín con la invasión rusa. La Gran Hambruna sufrida por Irlanda en el siglo XIX con el hambre utilizada ahora como arma de guerra contra Ucrania. Y también el combate por los derechos civiles en Estados Unidos con la lucha por la independencia y la integridad territorial de Ucrania.

Ni la historia se repite ni sus rimas son siempre exactas o al gusto de todos. Pero el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, sabe buscarlas con acierto ante los parlamentos de los países democráticos para explicar la causa de la libertad de Ucrania, pedir el aislamiento de Putin y recabar más ayuda militar para combatir al invasor.

Ante el Consejo de Seguridad se preguntó por la utilidad de Naciones Unidas, la organización que tiene inscritas en su Carta la preservación de la paz y la eliminación de la guerra, pero cuenta en su máximo organismo al país que ha agredido a Ucrania y agotado el entero catálogo de los crímenes de guerra, contra la paz y la humanidad que pueda perpetrar un país. Con el agravante de su derecho de veto, convertido en carta blanca para el genocidio, que le permite bloquear cualquier resolución e incluso mofarse de las víctimas atribuyéndoles los crímenes que está cometiendo.

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Hace casi 20 años, el representante de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad, el republicano John Bolton, aseguró que “Naciones Unidas no existe. Solo existe la comunidad internacional, que debe ser dirigida por la única superpotencia que queda, que es Estados Unidos”. Anteriormente, su jefe, el presidente George W. Bush, ya había declarado que la organización internacional se convertiría en irrelevante si no aprobaba la resolución que autorizaba la invasión de Irak para encontrar y eliminar unas armas de destrucción masiva que no existían. En apoyo de tal propuesta, el secretario de Estado Colin Powell se vio obligado a organizar una vergonzosa tergiversación a partir de pruebas falsas sobre las instalaciones donde Sadam Husein almacenaba tales armas.

“¿Están listos para clausurar la ONU? ¿Creen que el tiempo del derecho internacional ha pasado? Si su respuesta es no, entonces deben actuar de inmediato”, dijo Zelenski ante el Consejo de Seguridad. Como un eco cínico y amplificado de las mentiras de Powell de hace 19 años, el embajador de Rusia, Vasily Nebenzya, calificó de montaje las pruebas del comportamiento criminal de sus ejércitos.

Nada es igual entre aquella guerra, la de Bush, y la actual, la de Putin, pero la rima es trágica y profundamente significativa. Y es siniestra la luz que proyecta aquel intento de subvertir el orden internacional por parte de los neocons de la Casa Blanca sobre la actual destrucción de las ciudades ucranias, las matanzas perpetradas por el ejército ruso entre la población civil y, sobre todo, la intentona rusa de sustituir el orden y la ley internacional por la ley de la selva y el imperio de la fuerza.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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