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De Felipe a Pedro

El trayecto de España en la Unión Europea revela hitos remarcables, casi nunca negativos

Peninsula Iberica isla energetica
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, atiende a los medios a su llegada al Consejo Europeo, en Bruselas, el jueves.JULIEN WARNAND (EFE)
Xavier Vidal-Folch

Los de la caverna, pobres, solo alcanzan la excelencia en el cultivo del rencor. Por eso desdeñan el papel decisivo del presidente Sánchez en el Consejo Europeo que, al fin, ayuda a encauzar el alza exponencial del precio de la electricidad. Un hito para la vida cotidiana de familias y empresas. Para poder llegar a fin de mes.

Unos lo ningunean: ni portadas ni páginas nobles. Otros rebajan el logro de la “excepcionalidad ibérica” a mera concesión caritativa, como si no lo acompañasen medidas en beneficio de todos. Alguno celebra el resultado como problema: la dificultad de detallarlo, consensuarlo y aplicarlo (en el inmediato futuro) les sirve para jibarizar el éxito (recién alcanzado). La historia no les absolverá.

Pero el trayecto de España en la UE revela hitos remarcables. Casi nunca negativos, por ley de la gravedad política: desde nuestro ingreso en la Europa comunitaria no hay contradicción entre el interés europeo global y el interés nacional español; ambos se impulsan mutuamente; uno lleva al otro. Lamentémoslo por los nacionalistas.

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Cosa distinta es que las políticas europeas hayan acertado siempre: no cuando la austeridad presupuestaria desmedida. O que en el club se contrapongan, hasta brutalmente, unos intereses nacionales contra otros: tantas veces los del Norte y el Sur. Pero la resultante es clara. La unión de la Unión es una operación win-win en la que todos ganan.

El maestro de esta química ha sido Felipe González. Impulsó la “ciudadanía europea” y la cohesión en Maastricht (1991). Logró que se dotase el fondo de cohesión en Edimburgo (1992). Consiguió los fondos para el Sur del sur mediterráneo en Cannes (1995), aunque luego su aplicación fuese floja. Claro que no logró el reconocimiento de los miserables, que le tildaban de “pedigüeño”: hasta que se convirtió en jarrón chino.

Otros siguieron en menor cuantía esa estela mayor. José María Aznar logró en 1998 el ingreso en el euro, aunque sus políticas —burbuja inmobiliaria y privatizaciones corrompidas— desdibujasen el logro. José Luis Rodríguez Zapatero influyó en las estrategias de género y de paz, aunque en forma oblicua. Y Mariano Rajoy salvó la debacle de la Gran Recesión con un rescate, luego sombreado por el austeritarismo.

Pedro se codea ya con Felipe. Contribuyó decisivamente al plan de recuperación Next Generation —el documento español al Eurogrupo en abril de 2020 fue categórico— y ahora rompe el hielo del falaz mercado interior eléctrico con una salida para la Península. Y vías para el resto. Interés nacional, interés europeo. Pueden llamarle por su nombre de pila.

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