Falsificación de las preferencias en Cataluña
No había ningún problema con la lengua, decían: el problema lo creaba quien lo denunciaba
En Mentiras públicas, verdades privadas el economista Timur Kuran conceptualizó la falsificación de las preferencias: “el acto de representar falazmente tus deseos bajo presiones sociales percibidas”. Esta falsificación de las preferencias es compatible con todos los sistemas políticos: un sinónimo sería “vivir en la mentira”, una expresión que empleaban los disidentes bajo el comunismo. Para explicar cómo se rompe esa falsificación Kuran ha recurrido a una escena cinematográfica: un aplauso solitario, al que sigue otro, y que acaba siendo multitudinario. Otro ejemplo es el cuento del rey desnudo.
El consenso sobre la inmersión lingüística en Cataluña al que apelan nacionalistas y asimilados se basa en la falta de medición y la falsificación de las preferencias. Un artículo de Olivas, Rama y Santana sintetizaba las conclusiones de un estudio con 1.500 entrevistas: “la gran mayoría de los encuestados se inclina por un modelo mixto con más de una lengua vehicular. Paradójicamente, la criticada sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) parece acercarse bastante más a la preferencia del catalán medio que la postura adoptada por el Govern de la Generalitat”. Los votantes de los partidos independentistas o favorables a un referéndum de autodeterminación desean que entre un 19% y un 23% de la enseñanza se realice en español, en catalán algo más de la mitad del tiempo y que el resto se divida entre español, inglés y otras lenguas. Los votantes de PP, Cs y Vox quieren tener entre un 29% y un 31% de las clases en catalán. Según Ana Losada, presidenta de la Asamblea por una Escuela Bilingüe, en una semana una treintena de familias ha iniciado trámites para exigir que se respete la ley y se imparta el 25% de clases en español. Desde 2005 lo habían pedido unas 80 familias: un argumento que se ha empleado para desdeñar su reivindicación, también desde una izquierda que dice preocuparse por los derechos de las minorías. Algunas familias disidentes han tenido que sufrir intimidación y ostracismo, como se puede ver en la intervención de Ana Moreno en el Parlamento Europeo. Con la cantinela del consenso te mandaban callar. No había ningún problema con la lengua, decían: el problema, como ha escrito Rafael Latorre, lo creaba quien lo denunciaba. Pero si los denunciantes aumentan, bajan los costes de la discrepancia y muchos admitirán que les han hecho vivir en una mentira. @gascondaniel
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