Megafonía
Cuando suene ‘Noche de paz’, te verás sin saber por qué con una bolsa de grandes almacenes en la mano
Sobre todos los productos expuestos en los grandes almacenes, sobre todos los manjares que se exhiben en los supermercados de lujo la megafonía cierne estos días de Navidad una música de villancicos cargada de nostalgia. Todas las mercancías adornadas con lazos y guirnaldas quedan maceradas con estas dulces melodías. El perro de Pávlov está al acecho. Al sentir que suena en el aire noche de paz, noche de amor, a la clientela se le ablanda el corazón y con un reflejo condicionado se va directamente a la tienda de jamones; a algunos esa canción les lleva a soñar con angulas o tal vez a conformarse con un simple besugo, aunque a muchos les recuerde también un hambre antigua con las manos llenas de sabañones en los bolsillos. El villancico sube y baja por las escaleras mecánicas de los grandes almacenes, se disemina por todas las secciones, penetra en los probadores, te persigue por todas las plantas, no para anunciarte que el Niño Dios ha nacido sino para recordarte que tu destino en este mundo solo consiste en comprar. Puede que este villancico le traiga a mucha gente la memoria del primer juguete de los Reyes Magos. Los juguetes de la infancia son arquetipos que permanecen dormidos en el cielo de Platón. Allí está aquel caballo de cartón, aquel triciclo, aquella casa de muñecas, el costurero, el rompecabezas, el parchís, la primera bicicleta de tiempos de posguerra. Desde entonces el mercado ha evolucionado, los juguetes han cambiado, pero los villancicos han permanecido inmutables, de modo que el día de mañana los juguetes electrónicos del reino de MediaMarkt también estarán cargados de melancolía y al recordar aquella lejana videoconsola a muchos viejos se les saltarán las lágrimas. El perro de Pávlov está al corriente del corazón humano. Cuando suene Noche de paz, te verás sin saber por qué con una bolsa de grandes almacenes en la mano.
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