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COLUMNA
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Celos mediáticos ante la reforma laboral

A lo que hay que aspirar es a que en España el trabajo sea un destino digno, accesible y seguro

Reforma laboral
La vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz.Juan Carlos Hidalgo (EFE)
David Trueba

En España se suele decir que los niños vienen al mundo con una reforma laboral bajo el brazo. Por desgracia, esto oscurece la verdad. La sombra sobre ese niño español que aterriza por aquí es la sensación real de que se enfrentará a un mercado de trabajo precario, mal regulado y dominado por sectores de enorme provisionalidad. Hay gente ahí fuera que no sabe por qué se ha armado tanto ruido en torno a la reforma de la reforma laboral. El conflicto que hemos vivido en las semanas pasadas tiene más que ver con las representaciones del ego político. Las encuestas de popularidad las carga el diablo y como vivimos bajo el tambor electoral, toda acción incluye una pose. A Yolanda Díaz, que puede ser una estupenda ministra de Trabajo, nada le perjudicará más que arrancar a soñar con otro destino mejor antes de cumplir con su tarea actual. Le pasó al líder de su partido, para el que la vicepresidencia del Gobierno se quedó corta. El mundo está lleno de cuentos de lecheras que regresan del mercado sin recursos para pagar sus ensoñaciones. Por eso es tan interesante promover, dentro de nuestros límites, una reforma del carácter nacional. Consistiría en concentrarte en hacer bien lo que te ocupa antes de aspirar a algo más ambicioso.

España conoce los defectos de la actual legislación laboral. Hay varios que llaman la atención. La precariedad de muchos trabajadores ha configurado una nueva escala social que apunta a gente con empleo pero que roza la pobreza. También está el abuso de temporalidad, un parche que agradecen las encuestas de población activa puntuales, pero que genera una legión de personas que viven en la inestabilidad personal. La tercera pata es el fracaso escolar, que lanza a buscar empleo a miles de jóvenes antes de haberse formado adecuadamente. Nuestra mayor pérdida de autoestima consiste en presentar a los jóvenes un país en el que tiene más futuro saber tirar bien las cañas que culminar una formación atinada. La realidad es que ninguna reforma laboral va a solucionar el mayor desafío que padece nuestro mercado actual, dominado por la comunicación y el comercio digital, causantes de la poca creación de empleo sólido y del vaciado del comercio de proximidad. Mientras eso se encara, cinco monopolios norteamericanos acumulan beneficios en nuestro territorio sin capacidad de reacción local.

Por el lado de los empresarios sería bueno centrarse en los habituales reclamos del sector. Ese que señala baja productividad, fraude y riesgos desmesurados para el empleador. Una obligación de la Administración, que en demasiadas ocasiones queda fuera del tablero negociador, consiste en fortalecer la vigilancia, porque no hay regulación que funcione si no va acompañada de un control esmerado. No estamos acostumbrados a tener gobiernos de coalición y eso provoca unos estallidos puntuales de celos mediáticos. Realmente es la parte menos interesante de todo lo que rodea la reforma de la reforma laboral, pero es la que más titulares ofrece. Mejor sería pensar en qué acogida van a tener las propuestas españolas cuando lleguen a Europa, pues va a ser allí donde tendremos que ganar la pugna. Los recién nacidos en España no quieren llegar otra vez con una reforma laboral provisional, cortita y de parte, sino que aspiran a un país en el que el trabajo sea un destino digno, accesible y seguro.

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