El estrepitoso fracaso de los campeones
Lo hermoso de los cotejos numéricos acaece cuando se ecualizan con la propaganda, la retórica y la soberbia de los iliberales
Hubo un tiempo cercano, en que muchos europeos iban de papanatas. De euroescépticos de aluvión. Era cuando se iniciaba la vacunación masiva, hace casi un año. Aquejados de dudas sistémicas, desconfianza metódica, humildad de continente vencido y dolor de debilidades comparativas, alucinaban pepinillos con los éxitos siderales de sus rivales en el combate contra el coronavirus.
Casi un año después, aquellos a quienes consideraban campeones heroicos en esa batalla, hozan en la miseria de resultados miserables. Cifras cantan. A 30 de octubre, según datos de la Universidad de Oxford, Portugal lucía un 87,16% de ciudadanos vacunados a dosis completa, y España, el 79,83%. Mientras que el Reino Unido exhibía un escueto 66,96%; EE UU, un raspado 57,16%, y Rusia, un escuálido 32,5%. Cuando la Unión Europea superaba el 75%, según datos del Centro Europeo para la Prevención de las Pandemias.
Es verdad que las cifras, estas y todas, pueden inducir a error. Pero su ausencia asegura engaño. Lo hermoso de los cotejos numéricos acaece cuando se ecualizan con la propaganda, la retórica y la soberbia de los iliberales.
Basta una leve memoria para recordar cómo el Reino Unido del inefable Borís Johnson se ufanaba de la vacuna sueco/británica AstraZéneca. Cómo ensalzaba la velocidad con que inyectaba a su población una primera dosis y difería la segunda hasta el infinito. Cómo surfeaba vaivenes, pregonando por la mañana las virtudes de la suicida inmunidad de grupo, a ver cuántos muertos logramos hoy, y corregía por la tarde, a parámetros preventivos convencionales. Cómo frivolizaba el jefe (y su edecán, hoy enemigo) con el negacionismo que un poco más y acaba con él... Y ahora el virus, delta y delta plus, se desboca.
Otro tanto sucedía con el patrón anglosajón, Donald Trump, ¿recuerdan? Sus entrañables recetas de lejía. Su negacionismo. Su desprecio al principal asesor médico de la Casa Blanca. Su compartida inquina a compartir viales, y a exportarlos al Tercer Mundo, por aquel America first gozoso para sus palmeros, siniestro para la humanidad. Y de la propaganda seudosolidaria lanzada por Vladímir Putin, ¿qué ha quedado?
Ha quedado el récord de muertos en el continente euroasiático. Y más de 40.000 infectados diarios. Vacaciones obligadas para todos. Confinamiento reiterado. Gulag.
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