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Columna
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Coartadas democráticas

Cuando el vicepresidente de Castilla y León dice que se va a exhumar a los fusilados del franquismo en Villadangos del Páramo contra el parecer de los vecinos, hace valer la razón democrática contra la sinrazón plebiscitaria

Sergio del Molino
El vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, atiende a los medios de comunicación en Burgos.
El vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, atiende a los medios de comunicación en Burgos.JCYL (Europa Press)

Como no soy suizo, no termino de entender el prestigio de los referéndums, con sus sí/no y sus blanco/negro. Quienes acostumbramos a responder con varios párrafos cada pregunta que nos hacen no sabemos reducir una opinión a una equis en un papel. Parece lo mismo que votar en unas elecciones, pero no tiene nada que ver, porque en estas no se opina, sino que se otorga una confianza, se resigna a un mal menor o se aspira a evitar el gobierno de otros. En el referéndum no se elige un futuro ni un presente a plazos de cuatro años, sino una trinchera, mientras se dispara a la contraria.

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Yo tenía siete años cuando el de la OTAN y descubrí gracias a él que mi madre era una comunista que ansiaba expropiar los naranjos de los labradores de mi pueblo. Me lo contó un amigo del cole cuando confesé que mi familia era muy del no y muy de Carrillo: tu madre quiere robarle las naranjas a mi abuelo, me dijo, y yo volví a casa entre preocupado y expectante. Prefería que mi madre fuese policía a ladrona, aunque también me hacía ilusión tener cosas robadas. Para eso sirven los referéndums, para que cada palo aguante su vela. Tras el escrutinio, el paisaje no es más democrático, pero está más parcelado y los vecinos pueden echarse en cara nuevos rencores, lo que facilita la vida de los tiranos y tiranillos que los convocan: además de oficio y rango, Franco y De Gaulle compartían una afición parecida por el plebiscito.

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El referéndum se usa a veces como coartada democrática para pasarse la democracia por el forro de las urnas. Dirán los juristas que eso es una perversión de su espíritu, pero yo sospecho que lo perverso está en la naturaleza misma de la institución, sobre todo cuando se vota sobre el ejercicio de derechos. Por eso la democracia sale en ocasiones al rescate de la democracia misma: cuando Francisco Igea, vicepresidente de Castilla y León, dice que se va a exhumar la fosa que contiene los cadáveres de 71 fusilados del franquismo en Villadangos del Páramo, contra el parecer de los vecinos, que votaron en contra, hace valer la razón democrática contra la sinrazón plebiscitaria. Bastante insólito es ya que en 2021 queden tantas víctimas perdidas en tantos pudrideros, como para que algunos perpetúen con filibusterismos plebiscitarios una ignominia que ninguna democracia puede tolerar.

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Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

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