El pasado siempre llega en mal momento
España sigue sin normalizar parte de su historia, principalmente por su resistencia a hacerlo, al contrario que el resto de los países de nuestro entorno
Dice Pablo Casado, el líder de los conservadores españoles, que la Ley de Memoria Democrática que tramita actualmente el Gobierno de España para su aprobación por el Parlamento “viene a desenterrar viejas heridas y a descoser el perdón que sellaron en la Transición nuestros padres y abuelos”. Es más o menos lo que dijo en el 2007 Mariano Rajoy, su predecesor al frente del Partido Popular, cuando el Gobierno de Rodríguez Zapatero llevó a las Cortes la anterior ley de reparación a los damnificados por la Guerra Civil y la dictadura franquista, la conocida como Ley de Memoria Histórica. Cuando algo no gusta, nunca es el momento de hacerlo ni oportuna la ocasión.
Pasó ya con el traslado de los restos del dictador de su mausoleo en el Valle de los Caídos a otro más discreto en el cementerio de El Pardo, cerca de donde vivió (y que también pagamos todos los españoles con nuestros impuestos), y ha pasado cada vez que una institución o una persona particular han pretendido quitar algún símbolo de la dictadura o reparar algún daño causado por ella. “¡Con la cantidad de problemas que tenemos en España andar ahora perdiendo el tiempo con estas cosas…!”, claman algunos representantes de la derecha para justificar su incomodidad personal ante algo que no les agrada reconocer: que 85 años después de comenzada la Guerra Civil que dio pie a una dictadura de cuatro décadas, España siga sin normalizar esa parte de su historia, principalmente por su resistencia a hacerlo, al contrario que el resto de los países de nuestro entorno.
Esa incomodidad, que no disimulan, les lleva a veces a meter la pata, como le ha sucedido al líder del Partido Popular últimamente con su declaración (que a saber quién le aconsejó) de que la Guerra Civil española fue un enfrentamiento “entre quienes defendían la democracia sin ley y quienes defendían la ley sin democracia”, se mire como se mire una aberración política, o con su silencio cómplice al escuchar sin intervenir a un antiguo ministro de UCD, hoy en las filas de Vox, con el que compartía tertulia, que la Guerra Civil española la empezó el Gobierno de la República, es decir, el Gobierno legítimo de España en aquel momento, y no un levantamiento militar en su contra. Que es como decir que la Segunda Guerra Mundial la empezaron los judíos y no Hitler o la de Bosnia los bosnios y no los serbios que los masacraron. Eso sí, entre tanto tienen clarísimo que Cuba es una dictadura y Venezuela otra y exigen al Gobierno de España que lo diga en alta voz.
El pasado siempre llega en mal momento, parece claro, en este país; basta mirar nuestra historia reciente y hacia ciertos sectores de la derecha española. Cuando aún era presente no se podía hablar de él y ahora que ya es pasado no es oportuno ni conveniente hacerlo; pasa como con la corrupción. A cambio, se sacraliza una Transición que, si bien tuvo muchos aciertos, dejó sin resolver problemas que continúan pendientes y que por eso afloran de cuando en cuando como esas enfermedades no curadas, para disgusto de algunas personas. Por mucho que desearían, el pasado siempre regresa cuando se ha ocultado deliberadamente. Como le respondió Emilio Silva, el fundador de la Asociación de la Memoria Histórica, a Casado el otro día: “Si tan modélica fue la Transición, ¿cómo es que aún siguen 100.000 españoles en las cunetas?”.
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