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Columna
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El amigo del analista

Nunca sabremos qué hubiera pasado sin los indultos. No existe una España B con la única diferencia de que el clon de Sánchez hubiese denegado el perdón a los sentenciados por el ‘procés’

Víctor Lapuente
Indultos presos del Proces
Algunos de los indultados, tras la salida de la prisión de Lledoners el 23 de junio.Kike Rincon (Europa Press)
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Como señala la economista Mónica Martínez-Bravo, el mejor amigo del analista tiene un nombre raro. Se llama contrafáctico. Y consiste en comparar los efectos de la decisión que queremos estudiar, como subir el salario mínimo interprofesional, con lo que hubiera ocurrido sin esa medida.

Contrafáctico es un término que no está plenamente reconocido en nuestro idioma (hay quien prefiere la traducción literal del inglés, contrafactual) ni en nuestro debate público. Aunque, a nivel personal, la mentalidad contrafáctica forma parte de nuestro día a día. No tomaríamos un medicamento que nos ha prescrito el doctor para una dolencia mortal ―y que, con una probabilidad del 10%, nos provocará secuelas terribles― si no imagináramos cómo estaría nuestro pobre yo enfermo sin ese tratamiento. Asumimos el riesgo porque proyectamos los peligros (mayores) de la inacción.

Pero, en política, aparcamos las comparaciones hipotéticas y nos centramos exclusivamente en examinar los efectos de la medicina. El ejemplo más claro son los indultos a los condenados del procés. Tanto detractores como partidarios, afilando unos la espada y los otros el bombo, lo advirtieron antes de que el Consejo de Ministros los aprobara: juzgaremos los indultos en función de sus consecuencias reales. Y, desde entonces, la prensa se ha llenado de evaluaciones, más bien negativas, de esa realidad. Por ejemplo, que el independentismo se fortalece con las fotos y las declaraciones de los presos saliendo de la cárcel.

Nunca sabremos a ciencia cierta qué hubiera pasado sin los indultos. No existe una España B idéntica a nuestro país con la única diferencia de que el clon de Pedro Sánchez que la gobernara hubiese denegado el perdón a los sentenciados por el 1-O. Pero podemos imaginar esa nación B: cuatro o cinco años más con la política catalana emitiéndose, con las cámaras de TV3, desde Lledoners. Y una creciente presión internacional hacia España por la severidad de las penas, en contraste con el aplauso unánime que los indultos han recibido en todos los medios de referencia de la opinión pública democrática. En un lustro no tendríamos los desfiles festivos de los presos liberados por los pueblos de Cataluña que veremos este verano, sino procesiones insurreccionales. Los indultos no son un medicamento agradable para nadie, y quizás solo tengan un efecto analgésico, pero son mejor que no acudir al médico. @VictorLapuente

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