Esquerra en el barrizal
Pere Aragonès prometió que el nuevo Govern llegaría rápido. Y sería sólido y duradero. De momento eso parece una utopía
El nuevo Govern llegaría rápido. Y sería sólido y duradero. Así lo prometió Pere Aragonès, de Esquerra, tras el 14-F. Rápido, lo que se dice rápido, no parece: llevamos tres semanas y aún no hay nada. Sólido lo será si lo permite el carácter líquido de Junts —hoy a medio camino entre Pujol y Kropotkin— y el gaseoso de la antisistema CUP. Y duradero, eso es muy atrevido, con socios tan volátiles.
Las carencias de hoy prefiguran los abismos de mañana. Nada bueno prefigura ese prólogo. Desde el 14-F Esquerra ha sido incapaz de sacar sus pies del barrizal, buscando solo no ahuyentar a aquellos con quienes busca reeditar un esquema de gobierno ya fracasado. Con un programa imposible: la amnistía propia de los cambios de régimen; la autodeterminación, no invocable en democracia para la secesión. Veremos los malabarismos retóricos (¡y de calendario, pues Junts vuelve a exigirlo!) con que se disfrazan esos extravíos y el reparto de poltronas.
Lo concreto es el barrizal. Triple. Ante los vandalismos más crueles del procés —no se solía meter fuego en coches policiales con agentes dentro—, en parte coprotagonizados por una rama de la CUP (Arran), todo fue silencio cómplice. El consejero pujolista culpó al modelo policial, y Aragonès tardó ¡una semana! en condenar la violencia, ese ritmo típico de Quim Torra.
Ante la indignación de los empresarios, tan humilde que ya ni piden corredor mediterráneo o proyección mundial del aeropuerto al Gobierno central, sino que exigen a la Generalitat que no se les quemen sus negocios, Aragonès intentó aplacarles antes de su acto de ¡Basta ya!, y le dijeron que luego: entonces contraprogramó su convocatoria con una conferencia etérea. Habló de revoluciones pendientes, más que de priorizar la urgencia de la recuperación económica, como reclamaban.
Y luego vino la incomparecencia del Govern en la presentación por SEAT/Volkswagen de su plan de coche eléctrico en Martorell, apoyado por el Gobierno con el consorcio público-privado para fabricar baterías eléctricas, al mismo fin. Claro que las fuerzas indepes boicotearon al jefe del Estado. Por razones ideológicas, y no en favor de los 120.000 trabajadores cuyo futuro depende directa e indirectamente de SEAT: ¡que les zurzan!
Mientras, la desnortada perdedora, Laura Borràs, rendía homenaje en la cárcel a Pablo Hasél, ese fan de acribillar en la frente al alcalde de su ciudad. Otro “preso político”, arguyó. Grácil manera de desacreditar a sus colegas políticos presos.
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