Berlanga, Kafka y el estado de alarma
Algunos gestos y decisiones se juzgan de otro modo a la luz de la campaña electoral, pero es de mal gusto señalarlo
La pandemia, como ha escrito Germán Teruel, ha provocado un caos jurídico. Tenemos un estado de alarma “líquido” y un Parlamento inhibido. Teruel describía un panorama desquiciante: las comunidades autónomas piden al Gobierno central que habilite la posibilidad de decretar el confinamiento y el Gobierno central dice que se las arreglen; un ministro especula con modificar el decreto de estado de alarma sin pasar por el Parlamento, Castilla y León llama a una “rebelión cívica” e impone toques de queda a su aire.
El ministro de Sanidad deja el cargo para concurrir a las elecciones catalanas, cuya suspensión se detuvo. No hay dudas sobre su buen talante; sobre su desempeño, unos dicen que lo hizo mal y otros que no se podía hacer más. Algunos gestos y decisiones se juzgan de otro modo a la luz de la campaña electoral, pero es de mal gusto señalarlo. Lo hacía muy bien al frente de Sanidad y por eso es bueno que deje su cargo cuando la situación es mala; puede que lo hiciera mal y por eso está mal que se vaya. Entretanto, los independentistas, que antes decían que solo querían votar, aseguran que sería mejor votar más tarde, y en sus momentos de máxima claridad advierten de que unas elecciones que no ganen siempre serán sospechosas. Algunos se sorprenden de que en las listas de Junts haya xenófobos y uno se pregunta cuántas veces se puede asombrar el ser humano de lo que ya sabe. La posibilidad de un pacto del PSC con Esquerra se plantea como solución para desbloquear la situación política en Cataluña. El buen talante y cierta confusión, parece, resolverán los problemas. Pero tampoco puede salir demasiado bien: si le fuera muy bien a Illa, podría perjudicar los pactos del Gobierno central.
Los ministros más responsables pierden la paciencia ante la deslealtad sistemática de Pablo Iglesias. No es el único caso de fricciones internas. El Gobierno prescinde de consultar a sus socios o lo hace a última hora. Hay que apoyarlo según sus reglas; lo contrario es deslealtad o carencia de sentido institucional. Menos mal que están Vox y Bildu, sobrados al parecer de esas cualidades, que han sostenido al Ejecutivo en el decreto de los fondos europeos. Se cumplen 100 años del nacimiento de Berlanga y una biografía suya gana el Premio Comillas. Las mejores películas de Berlanga las escribió Rafael Azcona, y el mundo absurdo y desasosegante de ese tándem resulta extrañamente actual: Kafka con guardias civiles. @gascondaniel
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