El lugar del centro político
Salvado el escollo de los Presupuestos, se le ofrece al PSOE otra oportunidad. Está por ver si sabrá aprovecharla o si, por el contrario, va a ser instrumentalizado por otros
Cuando, hace ya años, se hablaba del centro político, dicha noción tenía poca fuerza explicativa. Era el lugar más concurrido. Sin apenas representación de los partidos extremistas, constituía el campo de juego de la política normal. El añadido de centro-izquierda o centro-derecha cumplía una función casi meramente orientativa: permitir que el sistema de partidos pudiera encajar con la naturaleza binaria de toda política y satisfacer las naturales inclinaciones ideológicas de cada cual: se era progresista o conservador, pero siempre mirando al centro.
Con la polarización introducida por los populismos, la creciente confrontación retórica y la tecnocratización de la política, el prestigio del centro fue perdiendo fuerza para trasladarse a los extremos. Al menos en algunos sistemas políticos; entre ellos, el nuestro. Por eso tiene sentido suscitar la pregunta de dónde estaría hoy el centro en la política española, tan polarizada y agonística. La respuesta no es fácil, porque todo depende del eje al que hagamos referencia. Si contemplamos el eje izquierda/derecha, la respuesta es sencilla: quien lo representaría de un modo más cabal es Ciudadanos. Pero sabemos que este eje no agota las fuentes de nuestro conflicto político. Si vamos al eje estatismo español/nacionalismos periféricos, ese mismo partido se apartaría de esa posición para incorporarse al primero de los polos. Aquí el centro lo ocuparía el PSOE, al menos si sigue propugnando la reforma federal del Estado.
Y cabe incorporar también otro eje más reciente, el de quienes abogan por la defensa del régimen del 78 frente a quienes aspiran a su demolición. ¿Es posible hablar aquí de un centro, cuando la cuestión se plantea en términos de un sí o un no a la supervivencia de las instituciones de la Transición? Afirmativo, sería la posición de quienes aspiran a una reforma de la Constitución para adaptarla a las nuevas circunstancias. Cambio sin derrumbe.
Ubiquen ahora a cada uno de los principales partidos a partir de este esquema. Y cambien el término “centro”, siempre ambiguo, por el de centralidad, entendiendo por tal la capacidad de un actor político para buscar el punto de gravedad a partir del cual hacer pivotar todo el sistema, la facultad para equilibrar las fuerzas centrífugas. No sé a ustedes, pero en este ejercicio de geometría política el partido que me sale más “centrado” es el PSOE, al menos en la versión que conocíamos antes de sus últimos giros. Goza de amplia representación, tradición reformista, penetración en las nacionalidades históricas, sólidas conexiones europeas. Entonces, se preguntarán, ¿por qué no ejerce como tal? ¿Por qué traslada su peso hacia uno de los polos, debilitando así su capacidad estabilizadora y fomentando la polarización? Pues por la aritmética parlamentaria y porque los otros actores también juegan y ninguno de ellos quiere perder su nicho. Y porque es lo más cómodo. O lo era, porque puede quedarse en el pan para hoy, hambre para mañana. Salvado el escollo de los Presupuestos, se le ofrece otra oportunidad. Está por ver si sabrá aprovecharla o si, por el contrario, va a ser instrumentalizado por otros. Ha llegado el momento de ejercer el liderazgo, eso de lo que tanto se habla y tan poco se practica. Estaremos atentos.
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