El Cartel Jalisco Nueva Generación, en el centro de la diana
La guerra interna que ha debilitado al Cartel de Sinaloa fortaleció a sus principales rivales, pero la presión de Estados Unidos por cazar a su líder y el descubrimiento del rancho de Teuchitlán devuelven el foco a la brutal organización del Mencho


En la frontera entre Jalisco y Michoacán se desató una batalla el 16 de marzo. En Guadalupe de Lerma, cerca de donde todo había empezado, cayeron los primeros muertos. A los cuarteles empezaron a llegar audios desesperados: “¡Apoyo, apoyo, apoyo! Necesitamos apoyo aquí en la entrada de Tanhuato. Nos tienen en una pinche camioneta. Nos agredieron a la 45”. Entre las palabras, se escuchaban detonaciones secas. Desde las bases de operación, se ordenaban acciones con voz más calmada que la que llegaba desde el frente: “Zamora y Ocotlán, apoyo ahí a Vista Hermosa, en la entrada de Tanhuato los están agrediendo. Al parecer son varias camionetas”. Las comunicaciones internas, a las que ha tenido acceso EL PAÍS, crecían en urgencia. “Paisano mueve gente a Tanhuato, güey, se puso feo. Acaban de matar a B., güey, mataron a B. con uno más”. Murieron cuatro soldados, dos guardias nacionales y tres sicarios. Tras los tiroteos, el CJNG bloqueó carreteras e incendió coches. Tres días después, a 300 kilómetros de allí, en Autlán de Navarro, uno de los epicentros de la organización criminal, el Ejército contraatacó por tierra y aire, bajo la cobertura de tres helicópteros. Otros dos guardias nacionales murieron.
México estrecha el cerco contra el CJNG. Las dos jornadas dan cuenta del recrudecimiento de la guerra contra el cartel, que durante los últimos meses había disfrutado que el foco no apuntara sobre ellos. La guerra intestina del Cartel de Sinaloa, entre las facciones de los Chapitos y la Mayiza, dirigió la mirada del Gobierno de Claudia Sheinbaum, a través de su zar de seguridad, Omar García Harfuch, hacia Culiacán. Con masacres diarias y cuerpos arrojados en las calles, la prioridad estaba allí. Así que el grupo liderado por Nemesio Rubén Oseguera Cervantes, El Mencho, aprovechó la coyuntura y se hizo fuerte mientras su principal rival se desangraba a sí mismo. Pero el descubrimiento del rancho de Izaguirre en Teuchitlán, donde los de Jalisco secuestraban, asesinaban y torturaban a sus víctimas —con indicios que apuntan al uso de hornos crematorios para desaparecer sus cuerpos— han vuelto a convertir al Mencho y su gente en objetivo prioritario.
Las presiones de Estados Unidos para conseguir la cabeza del capo tampoco han cesado. Su presidente, Donald Trump, amenaza con castigar con aranceles a México si no controlan el cruce de migrantes irregulares y el tráfico de fentanilo, que la Casa Blanca ha situado como prioridad, y producen y distribuyen, principalmente, el CJNG y Sinaloa. La presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, trató de aplacar a Trump con la entrega de 29 capos de distintas organizaciones criminales. Ahora, Sheinbaum necesita un nuevo as en la manga con el que saciar a los halcones de Washington la próxima vez que se sienten a negociar. Y la habrá: tras una reunión entre Sheinbaum y la secretaria de Seguridad de Trump, Kristi Noem, este viernes en México, Noem adelantó que “todavía hay mucho trabajo por hacer”. La cabeza del Mencho, el objetivo más buscado por la DEA, que ofrece 15 millones de dólares por él, es el trofeo perfecto.
El CJNG, robustecido
No será una batalla fácil. “El CJNG tiene una fuerza impresionante. Los funcionarios estatales son muy vulnerables ante sus amenazas. Tienen infiltración en todas las fiscalías, estatal y federal, la de Jalisco no es la excepción”, señala una fuente de seguridad. Eduardo Guerrero, director general de la consultora especializada en crimen organizado Lantia Intelligence, concuerda: “Va a cobrar un nuevo brío la lucha contra Jalisco, pero el desafío es colosal porque no ha hecho sino consolidarse en el último año. Se ha extendido, se ha robustecido. En lugares como Veracruz, sobre todo del centro al sur, es un cuasi monopolio”. Guerrero considera que, ante la mayor presión gubernamental, el cartel se hará fuerte en sus feudos: Jalisco, Guanajuato y Michoacán.
Hay una sensación generalizada entre los expertos: la reforzada persecución hacia el CJNG y El Mencho responde más a las presiones de Estados Unidos y de una sociedad hastiada ante la violencia, conmocionada como pocas veces tras el horror de Teuchitlán, que a una iniciativa genuina del Gobierno a nivel federal y estatal. “El Mencho siempre ha sido un objetivo de muy alto perfil. Ahora sí veo que están haciendo un gran esfuerzo para detenerlo. El momento los está obligando. Antes no había voluntad. Moverte a ese nivel de impunidad no lo puedes hacer sin las autoridades”, señala una fuente con conocimiento de los operativos. Iliana Padilla Reyes, académica de la UNAM en Querétaro, considera que Sheinbaum “no le entra de lleno al problema hasta que llega Trump”.
“Van a encontrar resistencias porque el Gobierno de Jalisco no ha dado muestras de querer enfrentarse al cartel, pero creo que ahora lo va a arrastrar la inercia de los hechos”, añade Guerrero. Cecilia Farfán-Méndez, jefa del Observatorio para América del Norte de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Trasnacional, matiza: sí, “hay mucha presión de generar resultados ante la administración Trump”, pero se trata de “acciones muy tradicionales contra el narcotráfico”. Básicamente, detenciones de personajes mediáticos y decomisos. “El Gobierno, hasta la fecha, no ha mostrado ninguna actitud diferente ni ideas nuevas para ir en contra de los carteles”, coincide Chris Dalby, autor de CJNG: El cartel más peligroso de México (2024).
En esa línea se mueve también Padilla Reyes: “Esta estrategia de ir por la cabeza es mediática y manda un mensaje político, pero le abre camino a otros liderazgos. Mientras no haya estrategia firme de ir a todos los niveles, solo vamos a estar en un juego mediático”. Ni se está atacando a las finanzas del cartel ni al entramado político que lo sostiene, defiende: “Al contrario, los mensajes han sido mantener los pactos. No hay un esfuerzo social coordinado con gobiernos estatales y municipales para generar diagnósticos que permitan, para empezar, entender las causas en todos estos territorios. Siguen siendo políticas de escritorio que tienen el objetivo de generar números para informes, no entender qué hace que los jóvenes estén deseosos de integrarse a la guerra en Sinaloa o Jalisco”.
Dalby, director de World of Crime, una consultora especializada en narcotráfico y crimen organizado, responsabiliza también a la Casa Blanca de la estrategia actual: “Estados Unidos está volviendo a esta obsesión de matar o extraditar capos, pero eso no cambia nada y puede empeorar las cosas”. Farfán-Méndez lo respalda: “Sheinbaum sin duda está haciendo cosas que son más legibles para Estados Unidos, no hay un discurso de ‘abrazos, no balazos’ [lema del predecesor de Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador], que fue interpretado como una inacción”.
Guerrero sí ve una diferencia en la estrategia de Sheinbaum respecto a las anteriores administraciones. Primero, en el número y la capacidad de arrestos, con “golpes mucho más certeros” debido al trabajo de inteligencia. Segundo, por la mayor coordinación entre secretarias militares y civiles a través de la figura de García Harfuch. “Nunca habíamos tenido un mando civil que centralizara el poder en el gabinete de Seguridad”. Tercero, por la mayor voluntad de colaborar con Estados Unidos —la DEA tiene dos divisiones destinadas a investigar a Jalisco y Sinaloa—, algo que López Obrador solo hizo cuando fue estrictamente necesario. Cuarto, en que cree que las detenciones van más dirigidas a jefes de sicarios y logísticos que a “las cúpulas, porque no quieren un fenómeno de fragmentación que vaya a generar más violencia”.
El CJNG después del Mencho
Una fuente cercana a la presidencia sostiene que, pese a toda la maquinaría militar y de inteligencia, sumada a la ayuda estadounidense, El Mencho aún no ha caído porque “tienen muy bien calculado el costo humano de hacerlo”: “Él se mueve siempre en zonas muy habitadas y la cantidad de muertes que traería detenerlo sería muy trágico”. También por evitar una espiral de violencia en el interior del cartel por su sucesión, como pasó en Sinaloa tras la captura de Ismael El Mayo Zambada.
Por otro lado, porque ha desarrollado “un sistema muy sofisticado de halcones, tiene mucha información, un gran aparato”, explica otra fuente de seguridad. No solo entre los integrantes del CJNG, también en las poblaciones en las que se mueve, lo que Padilla Reyes define como “solidaridad forzada”: “¿Por qué El Chapo estaba escondido en Sinaloa, donde precisamente lo estaban buscando? Porque en Sinaloa tenía todo el apoyo de base, todas estas redes de complicidad bien armadas”.
La era del Mencho, de una manera o de otra, se está consumiendo. Dalby considera que su liderazgo es ya más “espiritual”, simbólico, que práctico: las diferentes células del CJNG funcionan independientemente, y su detención o muerte no cambiaría eso. El riesgo es la batalla por su sucesión. Su hermano Antonio formaba parte de los 29 capos traslados a Estados Unidos; su otro hermano, Abraham, en una cárcel mexicana, batalla con la justicia para evitar la misma suerte; su hijo, el que iba a ser su heredero, Rubén Oseguera El Menchito fue sentenciado a cadena perpetua a principios de este mes por un tribunal en Washington. “El único que puede mantener el cartel unido es Juan Carlos González Valencia, el hijo de Rosalinda, exesposa del Mencho, con otro hombre. El Mencho lo adoptó, son muy cercanos”, dice Dalby. Lo contrario será una disputa entre lugartenientes. “Si hay una guerra entre facciones, nos dispara la tasa de homicidios en varios estados”, augura Guerrero. Dalby coincide: “De todos los carteles mexicanos de la historia, incluso más que Los Zetas, el CJNG es el más violento de lejos. Entre 2013 y 2023, el 80% de las muertes entre carteles estaban conectados con ellos. Es una figura escalofriante”.
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