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Al lado de la selva, entre monos y guacamayas: así será la jubilación del presidente mexicano en su quinta chiapaneca

Andrés Manuel López Obrador deja el mando el 1 de octubre y ha prometido un retiro completo de la política para escribir libros y disfrutar de las siestas en hamaca

López Obrador en el sitio arqueológico de Palenque (Estado de Chiapas), el 1 de enero de 2024.
López Obrador en el sitio arqueológico de Palenque (Estado de Chiapas), el 1 de enero de 2024.Presidencia
Carmen Morán Breña

Palenque, la tierra donde se retirará el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al cumplir su mandato el 1 de octubre, es uno de esos lugares en Chiapas que medio mundo considera exótico. Una naturaleza exuberante, selvática, con lianas por las que se descuelgan varias especies de monos y árboles bajo los que pasean ocelotes (leopardus pardalis), tigrillos y osos hormigueros. En las ramas de los sabinos, los cedros, chicozapotes y palo mulatos, pueden verse posadas hermosas guacamayas de mil colores, un paraíso donde las hojas de algunas plantas son tan gigantescas que cubren de la lluvia como un paraguas. Calor, mucho calor húmedo. El bamboleo suave de las hamacas abanica y espanta la picadura del mosquito zancudo. “Entrego la banda presidencial y me voy. Voy a iniciar una etapa nueva en mi vida. Lo primero será arrodillarme ante el pueblo y ante el Creador. El tiempo que yo aguante y ya”.

La singularidad de este presidente respecto a los últimos que le precedieron no se ha quedado solo en un gobierno entre popular y populista que le ha proporcionado la admiración de los mexicanos hasta el último momento, con unos índices de aprobación cercanos al 60%, los mismos con los que llegó al poder y con los que, de su mano, la sucesora, Claudia Sheinbaum, ha ganado por goleada las elecciones del 2 de junio. López Obrador, AMLO, por sus siglas completas, como le llama la gente, se distingue también en su marcha. Su retiro, tal cual lo ha descrito, alejado en lo absoluto del mundanal ruido, recuerda a los monjes trapenses. Solo una guerra, ha llegado a decir, podrá sacarle de su madriguera, donde no va a recibir a nadie que le venga a hablar de política. “Si abro esa puerta no la podré cerrar”, se justifica. Tal ha sido su insistencia con la jubilación monacal que en los últimos tiempos corrió el rumor de que se divorciaba. No es cierto, ha desmentido.

Trapense, puede, franciscano, no tanto. El presidente se marcha sin lujos económicos, pero con un sustento económico razonable de 20.000 a 30.000 pesos mensuales por sus 20 años de servicio público previos a la presidencia, a los que hay que añadir la pensión del Bienestar, que es universal. Tiene, además, ingresos por la venta de sus libros. “Allá, en Palenque, no hay muchos gastos”, ha dicho. Y descuenta de ellos la vestimenta, que ya no será de traje y corbata, como estila cotidianamente. Lo más probable es que López Obrador le saque provecho a las guayaberas que ha utilizado en sus viajes a las tierras cálidas de México en decenas de fines de semana.

“Es importante que se sepa que no tengo rancho, porque un rancho son muchas hectáreas, no; tengo una quinta de una hectárea y media, 15.000 metros cuadrados que heredé de mis padres. Entonces, el perímetro son 450 metros, y tengo un sendero a la orilla o un puentecito de madera que hice, y camino 12 vueltas, cinco kilómetros”. Podría ser el inicio de una buena novela.

La finca se llama La Chingada, que en México es chistoso, porque irse a la chingada es como irse a freír espárragos, a tomar viento o a hacer gárgaras, pero quizá con peor fortuna. Algo que se estropea o se rompe, se va a la chingada. Tampoco sale mejor parado a quien se manda a la chingada. El nombre, ha contado en alguna ocasión el presidente, lo tomaron de un revolucionario compañero de Zapata que peleó en el Estado de Morelos, Genovevo de la O Jiménez, que así llamó también a su casa.

La fachada de la finca La Chingada, en Palenque.
La fachada de la finca La Chingada, en Palenque.Zedryk Raziel

Distinguir rancho de quinta es importante para el presidente porque algunos de sus antecesores dejaron la presidencia para irse al rancho, es decir, una enorme extensión de tierra con caballos, quizá reses, algo asociado al buen vivir y a las clases altas. Un rancho en España equivaldría a una dehesa en Extremadura, un pazo en Galicia o un cortijo en Andalucía, donde los señoritos pasan a lomos sus mejores horas. Al terminar la presidencia, otros, como Salinas de Gortari o Peña Nieto, se trasladaron a España. Calderón está en Estados Unidos. Vicente Fox, en su rancho...

A vista de dron, en la quinta del presidente se observa una buena mata de vegetación y un césped cuidado. La finca tiene un estanque y una hectárea contigua, más o menos, para cada uno de los seis hermanos. “La casa la construyó mi madre, y a mí, por ser el mayor, me tocó en herencia”, ha contado en alguna ocasión López Obrador. Fuentes cercanas al presidente conocen el amor casi obsesivo que tiene por aquellas tierras linderas con su natal Tabasco, adonde ha podido viajar en contadas ocasiones en este sexenio, en el que ha vivido en el Palacio Nacional de la capital. Unos días en Navidad, algunos en Semana Santa y poco más. Su esposa, la escritora y periodista Beatriz Gutiérrez Müller, se quedará en Ciudad de México y él la visitará cuando pueda. No sabe cómo lo hará, ha contado en sus conferencias matutinas ante la prensa, porque el trayecto es largo, requiere de avión o de unas 12 horas de automóvil. “No voy a viajar en aviones comerciales porque no voy a ir a los aeropuertos, voy a ver cómo hago para trasladarme porque voy a estar viniendo para ver a mi compañera Beatriz, que la amo mucho y que me ha ayudado, nada más con aguantarme, imagínense”, ha dicho recientemente.

El retiro que promete López Obrador es tan de clausura que ha asegurado que será “muy difícil”, incluso que se le vea para tomarle una foto. “No aceptaré ningún cargo, ni nacional ni en el extranjero. No voy a participar en eventos, ni académicos ni políticos y no volveré a opinar sobre cuestiones políticas”, ha asegurado. De las redes sociales, ni hablar: “Cancelaré mi Twitter y mi Facebook, no voy a recibir a nadie que me plantee algo vinculado a política, se lo he dicho hasta a mis hijos, es tema vedado. Yo ya estoy chocheando”, bromeaba hace unos días. Algún periodista-admirador le sugirió en su conferencia matutina que lo recibiera en su finca para echar una partida de ajedrez y le dijo que no. Amablemente, no.

La salud del mandatario no es completa. A sus 70 años, los problemas coronarios le han dado algún que otro susto y no se prodiga en viajes al extranjero, ha hecho los mínimos en su mandato. Tras el ataque cibernético a los archivos de la Secretaría de Defensa Nacional, en septiembre de 2022, reconoció también problemas de riñón, gota y tiroides, que no le han impedido pasar dos horas cada día de pie frente a los periodistas. Se cuida. “Tengo que empezar con la nueva rutina, ya está concebida, caminar. Tiene que ser temprano porque por el calor suda uno, hace uno ejercicio. Y al baño y luego a desayunar y a escribir. Aguanto dos horas escribiendo. Me paro, camino —la casa tiene cuatro corredores— camino ya poco. Me tomo un café y me vuelvo a sentar otras dos horas”, explicaba a la prensa este miércoles.

López Obrador en las ruinas de Palenque con mandatarios como Nicolás Maduro (Venezuela) y Gustavo Petro (Colombia), durante una cumbre sobre migración, en octubre de 2023.
López Obrador en las ruinas de Palenque con mandatarios como Nicolás Maduro (Venezuela) y Gustavo Petro (Colombia), durante una cumbre sobre migración, en octubre de 2023.Presidencia de México

No será fácil cambiar unos hábitos tan radicales como los mantenidos hasta ahora, que le levantan a las cinco menos cuarto de la madrugada para reunirse con su equipo. Después viene la famosa Mañanera, esas más de dos horas de pie, a veces con frío en el gran salón del palacio, y luego arrancan las tareas presidenciales agendadas. “Ojalá y recupere yo la tradición de las familias de antes en el trópico: por el calor se acostumbra la siesta, que es muy sana y además divide el día en dos, es después de la comida, la hamaca, una hora, hora y media, y luego un baño, y de nuevo dos horas y otras dos horas [escribiendo] y ya llegó la tarde-noche, y a escuchar los ruidos de la naturaleza, los grillos, los sapos, las ranas, y ya la noche. Y luego, cuando hay luna llena, imaginen, el cielo estrellado y la sombra de los árboles y el aullido de los saraguatos. Entonces, esa vida”, ha contado recién.

El presidente no ha dejado de escribir en este tiempo y antes. Tiene varios libros publicados en diferentes editoriales: El poder del trópico, Oye, Trump, La mafia nos robó la presidencia, entre otros muchos. Ya en la presidencia editó Hacia una economía moral, A la mitad del camino, en el ecuador del sexenio, y acaba de salir ¡Gracias! No serán los últimos. Está con otro de cariz político, pero quiere primero “trabajar tres años sobre el conocimiento de cómo era la sociedad y la vida en la época prehispánica, desde los primeros fundadores de México”. La pasión por aquellas culturas la ha expresado en numerosas ocasiones y Palenque conserva uno de los yacimientos más importantes de México, casi devorado por la selva, desde donde ha felicitado la Navidad a los mexicanos en alguna ocasión. “Hay una tendencia, como sucede en todo el mundo: el que conquista, el que domina, el que invade, trata de negar al oprimido en todo. Son civilizaciones olvidadas, negadas, ninguneadas, y nosotros tenemos que reivindicar nuestro pasado, porque México es de los países del mundo con más riqueza cultural, con más grandeza cultural”, ha dicho varias veces, el miércoles, la última.

Si no fuera por el paisaje tropical, cabría imaginar al presidente como un Guillermo de Baskerville en El nombre de la rosa. “Ya estoy reuniendo mi bibliografía básica, mis libros básicos, como 80 o 100, porque no quiero salir a buscar un texto o no quiero ir a un archivo, no quiero ir a una biblioteca y que me tomen una foto. ¡No!”. Libros y familia serán sus ocupaciones: “Beatriz va a continuar con su trabajo, eso sí, ella es maestra, es investigadora y va a seguir. Y yo voy también a lo que me corresponde. Y entre los dos, a cuidar a Jesús, que acaba de cumplir 17 años”, el único hijo de la pareja y el más joven de los que tiene el presidente.

AMLO se va. Dice que para siempre, que no será un presidente que se inmiscuya en las políticas de su sucesora ni del partido. Que no va a viajar a ninguna parte, que no dará conferencias, ni aceptará cargos, que nadie cuente con sus opiniones más allá de los libros, que no será eso que otros denominaron al salir de la presidencia un jarrón chino, muy bonito, pero que no se halla lugar donde colocarlo. Él promete apartarse del mundo público, a solas con sus ranas y sus saraguatos, entre el calor del día y las sombras de la noche.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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