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Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte: “Estamos negociando y me voy a dejar la piel para mejorar la reforma judicial”

La presidenta de la Suprema Corte de Justicia de México recibe a EL PAÍS en su despacho para repasar su año y medio en el cargo, la tensa relación con el presidente y anunciar que ya trabajan en una respuesta institucional para buscar cambios en la reforma de Morena

entrevista con norma piña sobre la reforma judicial
La ministra Norma Piña, frente a los murales de la Suprema Corte, en Ciudad de México, el día 28 de junio de 2024.Hector Guerrero
David Marcial Pérez

Cuando la presidenta de la Suprema Corte mexicana se pone a trabajar en la mesa de su despacho, lo que tiene sobre la cabeza es un retrato en colores chillones de cuatro mujeres tatuadas y tomadas de las manos sobre un fondo morado con lemas feminista. Las cuatro mujeres miran de frente a Benito Juárez, el presidente indígena que separó a fuego al Estado de la Iglesia y peleó contra los franceses. Agenda de género, independencia y una cierta alergia a los códigos del poder, tres de los ingredientes que mejor definen a Norma Piña (Ciudad de México, 1960).

Sentada en uno de los sillones chester del despacho, en medio de los dos cuadros que contrastan con la madera noble del reloj de pie o las lámparas clásicas, la ministra presidenta reconoce que nunca ha hablado cara a cara con el presidente Andrés Manuel López Obrador. Solo encuentros formales en los eventos de Estado. Piña llegó hace año y medio al cargo más alto de la judicatura, que incluye también la dirección del órgano de gobierno de los jueces, y el camino hasta ahora ha estado repleto de curvas. Desde el inicio, López Obrador redobló los ataques contra los jueces, uno de sus adversarios favoritos, a los que suele considerar, sobre todo a los ministros de la Corte, como unos corruptos y unos privilegiados. Y la presión fue aumentando, con dardos directos a la propia Piña, a medida que la Suprema Corte iba tumbando alguna de sus reformas estrella de cara al final del mandato.

El punto de quiebre, según cuenta en la primera entrevista que ofrece desde que llegó al cargo, fue el no a que la Guardia Nacional quedará bajo mando militar. Eso fue en abril del año pasado. “Ahí se rompió toda comunicación”, afirma en una conversación de casi dos horas. La victoria aplastante de Morena y sus aliados en las elecciones de principios de este mes ha abierto otro frente más, el más grande de todos: la reforma judicial. Su punto más polémico es el despido de más de 1.600 jueces y magistrados, incluida la Corte, para suplantarlos con otros cargos elegidos por voto popular. Piña, una veterana curtida en muchos de esos tribunales, con fama de jurista precisa y convicciones fuertes, se muestra optimista con una negociación que considera abierta. Anuncia, además, que tiene preparada una respuesta institucional a la polémica reforma judicial del presidente, pero que ha calado en el electorado de un país con un índice de impunidad de más del 90%.

Norma Piña camina por los pasillos de la Suprema Corte de Justicia.
Norma Piña camina por los pasillos de la Suprema Corte de Justicia. Hector Guerrero

Pregunta ¿Qué valoración hace de este año y medio en el cargo? ¿Cómo se siente?

Respuesta. Ha sido un año y medio de claros oscuros. Me gusta mucho un poema de Kipling, que dice que no hay que perder ni la cabeza ni la templanza. Uno no se debe creer todo cuando los elogios o las alabanzas, pero tampoco la derrota cuando no aun no existe.

P. ¿Cuál ha sido el momento más difícil y el de mayor satisfacción?

R. Es un orgullo para mí ser presidenta de la Suprema Corte, a la vez que una gran responsabilidad. Porque se trata de representar a todo un poder de la Unión. La unidad de los jueces, de los magistrados, el poder reivindicar la independencia judicial, su autonomía, eso ha sido un orgullo para mí. Y de los difíciles, cuando te pueden achacar que no has tenido ciertas habilidades políticas para hacer un diálogo. Pero yo soy juez constitucional y en el manejo del Poder Judicial como tal, te debes asegurar de ciertas cuestiones que deben regir a todo el pueblo. Es decir, la autonomía, la independencia, actuar conforme a la Constitución y conforme a nuestros propios valores y principios.

P. Cómo representante de uno de esos los tres poderes, ¿ha sentido una cierta soledad institucional en alguna ocasión? ¿Se ha sentido sola?

R. Tengo más de 35 años trabajando en esta institución. Entonces, la institución en la que pertenezco nunca me ha sentido sola. Ni por mis compañeros ministros, ni por mis compañeros jueces y magistrados, ni por el personal. Soledad, no. Sí me he tenido que enfrentar, por ejemplo, a cuestiones machistas. Desde que te digan señora y no te digan ministra presidenta, por ejemplo. Es un claro ejemplo del machismo. O que si llegué yo, fue porque otro me puso o no se metió.

P. El presidente hizo unas declaraciones en ese sentido. ¿Ha sentido machismo en la relación institucional?

R. No conozco realmente al presidente en un plano que yo te pudiera decir si es machista o no es machista. Sí lo he sentido por parte de diferentes actores. He aprendido que tienes que tratar diferente, porque a ti te ven diferente. Muchas de las autoridades en México no están acostumbrados a dialogar con una mujer en un plano de igualdad. No saben cómo tratarte, no saben cómo platicar contigo. A pesar de eso, no se compara con la violencia que se da a diario con adolescentes, con niñas, con mujeres.

P. ¿Cuándo fue la última vez que habló directamente con el presidente?

R. El 13 de febrero del año pasado. El acto de la marcha de la lealtad. Esa fue la última invitación.

P. ¿Cómo fue esa esa última conversación? ¿fue una plática formal?

R. Nunca hemos conversado.

P. ¿Nunca han conversado?

R. No.

P. ¿Por qué usted no ha querido o por qué no ha querido el presidente?

R. Porque él no ha querido. Pero no lo considero una cuestión personal. Tampoco ha querido conversar con la oposición del Legislativo. No lo siento personal.

P. ¿Pero existe algún tipo de relación institucional?

R. No con el presidente. Pero hay otras vías, todas epistolares, todas por oficio. Por ejemplo, con el procurador general o con la secretaria de Gobernación. La comunicación que he tenido con miembros del gabinete del Ejecutivo ha sido a través de oficios. Y muy bien.

P. ¿Si volviera atrás hubiera hecho algo diferente para intentar salir de este bloqueo?

R. Yo creo que no. Porque yo sí he hecho público que debemos dialogar. Sin embargo, a raíz de ciertas declaraciones del presidente, cuando dijo que no le tomaran el teléfono a los ministros en general, él ahí como superior de la estructura del Ejecutivo está siendo muy claro. Quiero decir, la ruptura partió del Ejecutivo hacia acá.

P. ¿No se arrepiente de haber movido más fichas?

R. Sí se ha buscado un acercamiento. Nosotros sí hemos entablado comunicación oficial con diversas dependencias. Por ejemplo, ha habido mucho dialogo con el Legislativo, con todos los partidos, para el cabildeo del presupuesto. O con la secretaría de Gobernación por el tema de los fideicomisos. Y con el mismo Ejecutivo, yo directamente no, pero sí hay ministros y ministras que se han acercado. E incluso han replanteado el diálogo.

P. Si el presidente hubiera tenido otra actitud, ¿hubiera sido posible un acercamiento cara a cara?

R. Sí, creo que sí. Pero lo digo tal cual, yo no estoy cerrada al diálogo. Y no me tomo como algo personal las referencias que normalmente hace de mi persona.

P. La relación es un poco como de guerra fría. ¿no?

R. La Corte no está en guerra porque la guerra es de dos. La Corte resuelve, no hace declaraciones que impliquen un conflicto directo con el Ejecutivo. La Corte no está en guerra.

P. ¿Cree que si hubiera tomado más la iniciativa podría haber cambiado algo?

R. Yo creo que no. Hay diferentes tipos de personas. Los jueces, normalmente, estamos acostumbrados, aunque suena terreno común, a la soledad del escritorio del despacho. Hay otras personas que les gusta más salir y hablar. Pero como jueces, yo creo que no. Yo creo que he salido en los momentos que tenía que salir. Si hubiera buscado un protagonismo, entonces, sí hubiera generado más conflicto.

P. ¿La lógica ha sido no caer en provocaciones?

R. Si cada vez que nos atacan, que nos provocan, yo saliera, pues esto sería ya un desastre.

P. ¿Cuál diría que fue el punto de inflexión?

R. El 13 de febrero, la última invitación, todo iba muy bien. Estuvimos muy bien. Pero venía el caso de la Guardia Nacional. El presidente dijo que mandó llamar a los ministros que él había postulado. Según tengo entendido, los ministros fueron y no sé qué platicaron. Después vino ya la votación de la Guardia Nacional y el pleno declaró inconstitucional que estuviera bajo mando militar. Ahí se rompió. Se rompió toda comunicación.

P. Este jueves en su intervención en el Congreso dijo que aún no había que dar nada por hecho con la reforma judicial. ¿Tienen margen de maniobra?

R. Yo creo que sí. De hecho hoy [viernes] la declaración del presidente fue diferente. Hoy dijo que estaba de acuerdo con la gradualidad, siempre y cuando esto no planteara una dilación.

P. ¿Cree que la apuesta el Ejecutivo es forzar su renuncia y la del resto de ministros a cambio de negociar más aspectos?

R. No sé. Pero yo me voy a dejar la piel por mejorar la reforma. Ya estamos negociando. Estamos trabajando en nuestra propia propuesta.

P. ¿Ya tienen una propuesta concreta en respuesta a esta reforma?

R. Sí. Tenemos dos. Hay una propuesta integral a todo el sistema de Justicia que estamos trabajando desde hace meses. Porque el problema real radica en todo el sistema de Justicia, no solo en los tribunales. Y tenemos otra propuesta concreta a lo que presenta el Ejecutivo sobre la reforma judicial. Vamos a tener una postura institucional que voy a consensuar tanto en la Corte como en el Consejo de la Judicatura con ministros y consejeros.

P. ¿Qué cambiaría de la reforma actual?

R. Como juzgadora, tengo muchas preocupaciones. Porque quitando a todos los jueces y magistrados y poniendo a otros por voto popular no se va a evitar la corrupción, la impunidad. Si fuera así, ¿dónde hay que firmar? Luego hay temas de derechos laborales. Y como juzgadora me preocupa que se crea un tribunal de disciplina. No estoy en contra de que se cree un tribunal de disciplina, pero sí tenemos que cuidar mucho cómo va a ser la conformación de ese tribunal y las causas que van a dar lugar a las responsabilidades. Porque como está conformado ahorita, hablan de interés público. Hablan, por ejemplo, del juez como un presunto encubridor de delincuentes. Realmente, taxativamente, es muy riesgoso para los juzgadores y para la independencia judicial. Los juzgadores van a estar más preocupados en que sus decisiones sean populares, para no caer en este tipo de responsabilidades, que en impartir justicia. Y abarca hasta a los ministros. Además dice que las decisiones de ese tribunal son inatacables, y esto es violatorio totalmente de principios convencionales, tiene que establecerse un recurso efectivo.

P. ¿Hay algún punto de la reforma con el que esté de acuerdo?

R. Hay coincidencias, por ejemplo, la separación del la Corte y el Consejo. Esto viene también de criterios comparados. Deben de estar separados el Tribunal Constitucional del órgano de Administración. Traemos una recomendación de la relatoría de la ONU en esa línea y es de 2011. Nadie está inventando el hilo negro.

P. Hábleme un poco más de la otra propuesta en la que trabajan, la de una reforma integral al sistema de Justicia.

R. Normalmente tomamos que la justicia va mal por los jueces. Pero la justicia empieza desde el policía, desde el fiscal. Son muchas cadenitas. Empezamos a hacer estos encuentros nacionales para una agenda de seguridad y justicia en febrero. Y han sido impresionantes. El encuentro partió de diferentes ejes y se invitaron a policías, fiscales, jueces locales, jueces federales. Fueron también ministros, madres buscadoras, estudiantes, profesores. Lo que tenemos ya perfectamente documentado es que a la población en general lo que les preocupa es la cuestión de la procuración de justicia. Cuando se dice “vemos el derecho muy lejos”, “vemos el derecho que no habla”, que “no hay justicia”. Pero la justicia empieza antes de los jueces. Desde el fiscal que no intervino bien su carpeta. Es todo el sistema de Justicia.

P. ¿Cómo es su relación con Arturo Zaldívar (expresidente de la Corte)? La ha acusado de tener un odio personal contra él.

R. No tengo ninguna relación con Zaldívar desde que se retiró de su cargo de ministro. Y tampoco tengo un ningún tipo de odio. Él es buen orador, es un hombre inteligente pero tenemos visiones diferentes de cómo ejercer el cargo.

P. El presidente repite mucho que con Zaldívar trabajaba mejor y que le instaba a llamar a jueces ante un caso importante, algo que luego el exministro ha matizado ¿Usted alguna vez recibió estas llamadas?

R. Jamás. Y tengo 36 años de carrera. Jamás recibí una llamada de nadie.

P. ¿Cómo interpreta esas llamadas?

R. Cualquier llamada de un ministro hacia jueces o magistrados implica una interferencia en la autonomía e independencia de los propios jueces. Aun así, es una práctica muy común. Hay una estructura que permite eso. Pero yo nunca lo hice y no lo voy a hacer ahora.

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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.
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