¿Deben los padres ayudar a sus hijos a hacer amigos?
Los progenitores deben enseñar a los niños cómo interactuar con sus iguales y favorecer que puedan relacionarse, pero deben ser ellos los que inicien los acercamientos para ir aprendiendo
Sentarse en un banco frente a un parque infantil u observar los momentos de ocio en el patio de un colegio ayuda a conocer cómo se relacionan los niños. “Algunos pueden ser tímidos o sentirse inseguros, con falta de habilidades sociales”, declara Ana Jiménez-Perianes, profesora de Psicología Clínica y Salud Infanto-Juvenil de la Universidad CEU San Pablo, en Madrid. En la forma de relacionarse también hay que tener en cuenta otras variables: “Como la falta de intereses comunes (es muy importante que el menor se sienta cómodo con sus iguales) así como problemas del comportamiento o experiencias previas negativas por las que evitan acercarse a otros”, señala.
Para que los niños se sientan seguros a la hora de relacionarse es imprescindible el apoyo del entorno familiar. Los padres deben facilitar las interacciones sociales y favorecer que puedan relacionarse, pero no es recomendable que lo hagan por sus hijos. “Pueden proporcionar un modelo de comportamiento social positivo, mostrándoles cómo interactuar con los demás, pero debe ser el niño el que inicie esas interacciones sociales para que pueda ir aprendiendo”, explica Jiménez-Perianes. Es conveniente que los adultos ofrezcan consejos para enseñarles a superar situaciones que no sepan manejar o que les creen confusión, siempre desde la inteligencia emocional. “Crear oportunidades para que se relacionen con otros menores yendo al parque, invitando a amigos a casa o realizando actividades en grupo”, sostiene esta experta.
“Los pequeños que tienen soltura para hacer nuevas amistades suelen ser extrovertidos, empáticos, saben interpretar y responder a las señales emocionales de otros niños”, explica Amaya Prado, psicóloga educativa y vocal de junta de gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COP). Esta destreza les permite sintonizar y conectar con mayor naturalidad en esos vínculos: “Son adaptables, pues se caracterizan por poseer flexibilidad cognitiva con respecto a las opiniones de los demás. Son buenos comunicadores, muestran interés por los demás y tienen habilidades para resolver conflictos, lo cual fortalece sus relaciones”. Por contra, los menores que sí tienen dificultades para establecer relaciones a menudo presentan rasgos como la timidez extrema o la impulsividad, que pueden dificultar la interacción social. “Muestran rigidez en su forma de actuar o carecen de las habilidades sociales necesarias para gestionar sus emociones en grupo, lo que puede generar malentendidos o rechazo por parte de sus pares, así como baja tolerancia a la frustración”, detalla Prado.
Aunque esta psicóloga también considera que el entorno es fundamental para facilitar que los menores amplíen su círculo de amigos, y apunta que dependiendo de cómo se haga ese acompañamiento, este puede ser un factor de protección o, por el contrario, de riesgo. “Los niños que tienen vínculos seguros con sus figuras de referencia suelen presentar mejores habilidades sociales y de resolución de conflictos. Asimismo, crecer en un ambiente donde se fomenta la socialización y la empatía ayuda a desarrollar una mayor habilidad para relacionarse con otros”, sostiene Prado.
Pero no solo el acompañamiento de los padres es necesario para ayudarles a mejorar su círculo de amistades, la escuela también lo es. “Un entorno escolar inclusivo y positivo también es determinante, porque si un niño se siente seguro y valorado es más probable que explore amistades sin temor”, apunta la psicóloga. Por el contrario, cuando el ambiente resulta estresante o las relaciones son conflictivas, ya sea en casa o en la escuela, “puede inhibir la confianza social del niño y reducir sus oportunidades de interactuar de manera positiva con sus compañeros”.
Los progenitores deben estar atentos a todas las cuestiones de sus hijos y, sobre todo, a la falta de amistades cuando esta situación afecta a su bienestar emocional o si observan que se aísla de forma persistente y evita la socialización. La psicóloga Yolanda Cuevas enumera algunos factores que pueden advertir a los padres de la dificultad de su hijo en las relaciones sociales:
- Falta de interacción prolongada. No es lo mismo la timidez que la evitación social, no yendo a cumpleaños, excursiones, salidas propias de la edad, etcétera.
- Cambios inesperados: antes el menor socializaba y, de repente, se aísla. Estos pueden señalar bullying, ansiedad, depresión…
- Si en torno a los 8 años, o cuando avanza de edad, no empieza a tener una amistad más cercana propia de la edad.
- Si él mismo verbaliza que no tiene amigos, que nadie quiere estar con él o que los pierde con facilidad.
- Si no le invitan a los cumpleaños o cuentan con él para planes.
Para Prado, la falta de amistades en sí misma no siempre es negativa, porque algunos niños disfrutan de actividades solitarias: “Pero si esta elección interfiere con su desarrollo social o emocional es importante que los padres busquen el apoyo de un profesional para ayudarle a desarrollar las habilidades sociales necesarias para integrarse en su entorno”.
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