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Crianza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Empatía y afecto, dos claves para ayudar a tu hijo a dominar la ira

Cuando un niño tiene un berrinche necesita que el adulto mantenga la calma y no reaccione gritando o usando palabras humillantes. Que aprenda a gestionar la rabia correctamente le ayudará a hacer frente al fracaso y la frustración

Un niño debe transitar por todas las emociones y aprender a identificarlas y resolverlas de forma constructiva.
Un niño debe transitar por todas las emociones y aprender a identificarlas y resolverlas de forma constructiva.Sally Anscombe (Getty Images)

La rabia es la emoción más potente que sienten los humanos, se convierte en la expresión de la ira. Una emoción vinculada a las experiencias desagradables y a la hostilidad fundamental para la adaptación y la supervivencia. Aparece cuando una persona vive una situación injusta, cuando siente que lo que le está pasando es indignante, se invaden sus derechos o no consigue algo que desea con todas sus fuerzas. Una rabia que puede llegar a alterar la frecuencia cardiaca y arterial, aumentar la adrenalina, tensar los músculos, provocando malestar y sudor, incomprensión o resentimiento y alterando el equilibrio natural del cuerpo. Una furia que provoca que la persona actúe de una manera desproporcionada o busque culpables en su entorno.

Pero esta es una emoción normal y necesaria para sobrevivir. Se activa en la amígdala, una de las zonas más primitivas del cerebro, que se pone en marcha cuando la persona se siente incómoda, tiene miedo o se siente agraviada. El mal humor, el enfado o el odio acostumbran a acompañarla. Y, por supuesto, los niños también sienten rabia. Cuando las cosas no les salen como ellos esperan o desean, la experimentan con intensidad, provocándoles enfado, irritación y mucha frustración. Que se rompa una galleta, ser incapaz de encestar la pelota en una canasta o no ser el ganador de un juego de mesa pueden desencadenar en el niño una explosión de rabia.

Esta emoción no gestionada adecuadamente puede llevar al menor a mostrarse agresivo física y verbalmente, a romper cosas, pegar, morder, insultar o lanzar objetos. Un comportamiento generado por el desbordamiento emocional creándole mucho malestar. Por esta razón, será esencial que el adulto establezca límites claros y coherentes en torno a sus comportamientos inseguros o agresivos.

Las pataletas de los niños varían mucho según la edad que tengan, no es igual acompañar el berrinche de un niño de 2 años que de 4 o 10. El enfado no debe ser reprimido ni contenido, tan solo acompañado con grandes dosis de respeto y empatía. El niño necesita sentir que el adulto es un espacio seguro al que puede recurrir cuando las emociones intensas e incómodas aparecen y no sabe hacerles frente. Aprender a manejar la ira será una habilidad que le servirá durante toda su vida y le posibilitará conseguir sus objetivos. Si el niño aprende a gestionar la rabia correctamente, sabrá hacer frente al fracaso y frustración de forma adecuada, enfrentarse a situaciones injustas, buscar soluciones a sus problemas y defenderse de manera ajustada. El enfado puede favorecer el cambio, potenciar la motivación y creatividad y puede convertirse ser un gran impulsor del diálogo.

Las técnicas de relajación, respiración y la práctica deportiva ayudarán al niño a canalizar mejor su energía y a tomar conciencia de sus emociones.
Las técnicas de relajación, respiración y la práctica deportiva ayudarán al niño a canalizar mejor su energía y a tomar conciencia de sus emociones. miniseries (Getty Images)

Esta son cuatro claves que pueden llevar a cabo los adultos para ayudar a un niño a dominar su ira:

  1. Cuando un niño tiene un berrinche necesita que el adulto que le acompaña mantenga la calma y le transmita la seguridad que él no encuentra en su interior. Si el adulto reacciona gritando, amenazando, utilizando palabras humillantes o dando portazos únicamente conseguirá empeorar la situación. Que el niño perciba que el adulto valida lo que siente, que le ayuda a hacerle frente, será clave para que no se culpabilice cuando es incapaz de modular correctamente sus emociones.
  2. Enseñar al niño a reconocer los motivos o circunstancias que le han provocado tanta cólera. Ofrecerle el tiempo y el espacio que necesite para calmarse y para analizar lo que ha pasado. Es muy importante que entienda que la emoción no se elige, pero el comportamiento sí. Necesitará que el adulto se muestre empático y le ayude a buscar posibles soluciones para que cuando vuelva a experimentar la emoción pueda actuar de otra manera.
  3. Enseñar al niño estrategias para autorregularse para poder canalizar la ira y el estrés. Será esencial que aprenda a prevenir las situaciones que le puedan provocar estos desbordamientos emocionales. Los hábitos y las rutinas le ayudarán mucho a evitar los berrinches porque se sentirá más seguro al saber qué tiene que hacer en cada momento.
  4. Las técnicas de relajación, respiración y la práctica deportiva ayudarán al niño a canalizar mejor su energía y a tomar conciencia de sus emociones. Unas actividades que potenciarán su autocontrol y empatía, bajarán su estrés y mejorarán su concentración y aprendizaje y que le ayudarán a conectarse con él mismo y su entorno y a encontrar el equilibrio, mejorando su bienestar emocional.

El niño debe aprender a transitar por todas las emociones y aprender a identificarlas y resolverlas de forma constructiva. El adulto, desde la empatía, el afecto y la comprensión, debe ayudarle a hacer frente a todas las emociones, especialmente aquellas que le producen más incomodidad o malestar. El adulto debe convertirse en el mejor ejemplo que pueda tener en el momento de gestionar su propia rabia o enojo, mostrándose calmado cuando hace frente a una situación complicada.

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